Rajoy escribe contra el populismo
'Política para adultos' es el título del libro de próxima aparición en el que el expresidente del Gobierno vuelve a la escena pública. En la introducción, que adelanta extractada este periódico, Mariano Rajoy pasa factura a la 'nueva política' diez años después del 15-M
Sábado, 27 de noviembre 2021, 22:16
Escribió Lamartine que «la casualidad nos da lo que nunca se nos habría ocurrido pedir», y a mí no se me hubiera ocurrido escribir este ... libro sin un hecho tan fortuito y casual como fue que la periodista Sonsoles Ónega me llamase para pedirme una entrevista. Quería que participara en un programa especial que pretendía realizar a propósito del décimo aniversario del movimiento 15-M y deseaba contar con mi testimonio. Hasta ese momento ni se me había pasado por la cabeza que en este año 2021 se cumplía una década de aquel fenómeno acogido con tanto alborozo y tanta expectación por quienes veían en aquellas acampadas de la Puerta del Sol la ocasión de renovar la política española, supuestamente anquilosada por el bipartidismo.
(...) El momento no podía ser más tentador para entrar en profundidad en el fenómeno, o acaso sería más adecuado decir que para hacerle la autopsia: Pablo Iglesias estaba a punto de saltar del Gobierno para intentar defender la supervivencia de su partido en las elecciones autonómicas de Madrid, y el deterioro de su imagen pública era indiscutible y galopante. Su popularidad declinaba de manera acelerada como antes le había ocurrido a Albert Rivera, que abandonó la política por la debacle de su partido en las elecciones generales de noviembre de 2019. Iglesias y Rivera encarnaban el final inapelable de aquella «nueva política» que tanto entusiasmo había cosechado años antes.
(...) Los protagonistas de aquel movimiento se proclamaron los apóstoles de la «democracia real» y los heraldos de la renovación de nuestro sistema político frente a unos presuntos vejestorios autoritarios que circulábamos por los pasillos del Congreso de los Diputados ajenos e insensibles a la realidad del país. Se pasaba por alto que no habíamos llegado al Parlamento por un misterioso y elitista dedo divino, sino por los votos de los ciudadanos y en una proporción muy superior a los recién llegados.
(...) Las derivas populistas poco tienen que ver con la irrupción de la pandemia, pero sí afectan y mucho a la manera en que los gobiernos y el conjunto de la sociedad nos hemos enfrentado a ella. No es lo mismo hacerlo desde el afán de consenso que desde la polarización, ni es lo mismo que las instituciones puedan contar con la confianza de los ciudadanos que enfrentarse a retos tan exigentes en medio del descrédito general. Una circunstancia tan desgraciada como una pandemia global u otro tipo de situación crítica pone a prueba todos los mecanismos de nuestro propio Estado democrático, de nuestra organización territorial y de las instituciones multilaterales. Lo que dictaría el sentido común es elevarse sobre la trifulca partidista de cada día para buscar un entendimiento que dé seguridad a los ciudadanos en un momento de dificultad máxima, pero son pocos los países que han conseguido hacerlo y España no se encuentra entre ellos.
La política debiera aportar certidumbre, sobre todo en momentos de zozobra. De ese convencimiento nace en parte el título de este libro. 'Política para adultos' no significa política para mayores ni para viejos. Significa política hecha por personas responsables para ciudadanos igualmente responsables, sea cual sea su edad.
(...) El populismo, con sus falsedades y su polarización, nos aleja de esa condición de ciudadanos adultos porque nos promete un mundo sin límites y sin responsabilidad. Un mundo inexistente. Pero el daño que esa ficción produce en nuestra convivencia no es en absoluto ficticio y por eso he querido señalarlo en este libro.
(...) Cuando llegué al Gobierno a finales de 2011, mis preocupaciones casi exclusivas eran evitar el rescate de España y recuperar el empleo perdido. Las acampadas y el movimiento de «los indignados» me parecían entonces el menor de mis problemas. ¡Claro que había una crisis social! ¡Cómo no iba a haberla cuando la crisis se había llevado por delante más de dos millones de empleos en España! Pero mi prioridad eran los desempleados reales y no quienes decían representarlos en las calles. A diferencia de tantos otros observadores, yo no atribuía a aquellos indignados los rasgos esperanzadores de una regeneración política; siempre pensé que el liderazgo de aquel movimiento lo llevaba la misma extrema izquierda de toda la vida. Hoy sabemos que, además de ese ideario, el 15-M contaba con otra característica definida por sus hechuras. Era un movimiento populista con todos los rasgos que definen este modelo: el adanismo, la superioridad moral, el discurso demagógico y la deslegitimación sistemática de las instituciones.
Hoy todos sabemos mucho más de populismo. Podemos identificarlo, señalar sus rasgos y denunciarlo desde el primer momento. Por ello me resulta mucho más fácil concluir que el 15-M supuso la irrupción del populismo en España.
(...) Algunos descubrieron este fenómeno con Trump, se escandalizaron con sus maneras y se alarmaron con la toma del Capitolio por los más violentos de sus seguidores en enero de 2021. Pero ese fue solo el episodio más visible y acaso el más ilustrativo de una tendencia global. En España también se rodeó el Congreso de los Diputados en 2012 y en 2016, aunque la eficaz labor policial evitó que el asalto llegara a consumarse. El objetivo de los manifestantes en la última convocatoria era exactamente el mismo que el de los frikis que se pasearon por el Capitolio disfrazados de hombre bisonte. Unos y otros querían evitar por la vía de la fuerza el nombramiento de un presidente elegido democráticamente, que en el caso español se trataba de quien esto escribe. Para mi sorpresa, fueron muy pocos los que se escandalizaron en 2016 por aquel hecho tan descaradamente antidemocrático.
(...) podemos encontrar todos los vicios del populismo si observamos la evolución del independentismo catalán que desembocó en los hechos de octubre de 2017. Esa escalada soberanista que inició Artur Mas en 2012 y acabó Carles Puigdemont en 2017 fue una operación para subvertir los principios constitucionales y romper el fundamento democrático del imperio de la ley en aras de la supuesta voluntad del pueblo de Cataluña. «No se puede anteponer la ley a la democracia», decían (y dicen) los soberanistas, como si pudiera existir la segunda sin la primera. De hecho, el movimiento soberanista catalán es un catálogo completo de todas las trampas dialécticas -incluidas las mentiras más burdas- a las que suele recurrir el populismo.
(...) de la misma manera que estamos obligados a corregir las causas objetivas del malestar social, también estamos obligados a denunciar los falsos pretextos y las falacias del populismo. En ocasiones la coartada es la defensa de una supuesta patria a la que otros roban; este es el caso de buena parte de los nacionalistas catalanes o de los miembros de la Liga Norte italiana, que rehúsan mantener su contribución a la cohesión interterritorial del país.
(...) El fenómeno de la inmigración es otro de los pretextos favoritos de los demagogos en cualquier lugar del mundo, uno de sus argumentos preferidos para dar rienda suelta a todo tipo de discursos contrarios a la convivencia y rayanos en la xenofobia, si no abiertamente xenófobos. Así ha ido creciendo la extrema derecha en Europa, agitando el miedo al inmigrante y utilizando este problema como combustible para alimentar la insatisfacción entre las clases menos favorecidas.
En todos estos casos la técnica es la misma: manipulando los datos o sencillamente mintiendo, se traslada una imagen distorsionada de la realidad y se le hace creer a la gente que son víctimas. Víctimas de los políticos sin escrúpulos, de los funcionarios de Bruselas, de los inmigrantes, de los banqueros, de la justicia al servicio de los ricos o de cualquier otro colectivo que pueda convenir en un momento dado.
(...) Quien haya tenido la gentileza de seguir hasta aquí mis consideraciones podría pensar que este libro está dictado por el pesimismo o la nostalgia. Nada más lejos de la realidad. En el dilema de decidir si estamos en un momento populista o en una era de populismo no tengo la más mínima duda, apuesto claramente por la primera opción. No he perdido mi confianza ni en las instituciones ni en el buen criterio de los ciudadanos.
(...) Este libro no tiene más pretensión que denunciar esta deriva, señalarla con ejemplos que todos podemos reconocer y resaltar la necesidad de reivindicar para la política y para la conversación pública los valores de la madurez: el principio de realidad, la contención y la responsabilidad. Se trata, en definitiva, de recuperar la política hecha por y para adultos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión