Robert Capa. Desembarco de Normandía, en 1944.
Premio Princesa de Asturias de la Concordia

Agencia Magnum: disparos que son armas de paz

Los fotógrafos de Magnum han documentado guerras que transitan de Vietnam a Ucrania pasando por Oriente Próximo, con cercanía y un fin: «Brindar los elementos para que el lector forme su propio juicio»

M. F. Antuña

Gijón

Jueves, 24 de octubre 2024, 17:59

Se le atribuye a Robert Capa una mítica frase que dice que si una foto no es suficientemente buena es porque quien la captó no estaba lo suficientemente cerca. Y no hablaba uno de los fundadores de la agencia Magnum, que efectivamente estaba muy cerca en la distancia cuando disparó su Leica sobre aquel miliciano español de la guerra civil convertido en icono del fotoperismo, sino de la proximidad en todos los demás ámbitos que no apelan al centímetro, el metro o el kilómetro. Eso ha hecho Magnum a lo largo de sus ocho décadas de historia: mirar de cerca a la gente, poner el foco con honestidad y ánimo de mostrar. A veces en la alegría y otras muchas, en el fragor de las batallas inútiles que siempre propicia la guerra.

Cuenta Moises Saman, uno de los fotógrafos de conflictos de la agencia hoy, de la que es miembro desde 2014, que llegó a hacerse fotoperiodista en Kosovo, porque allí vio la luz de lo que quería ser y hacer. En sus palabras podría resumirse el ánimo de otros muchos compañeros que han seguido la estela de Capa y David Seymour 'Chim', Henri Cartier-Bresson, George Rodger, Bill Vandivert, Maria Eisner y Rita Vandivert, que en 1947 alumbraron la agencia: «Me transformó la experiencia de ver cómo les robaban la vida a las personas y cómo sus cuerpos eran tratados como si no tuvieran familias, historias ni un lugar en el mundo. Mientras estaba allí con mi cámara, sentí la importancia de la documentación, en aras de la rendición de cuentas, para evitar que dicha pérdida quedara sin marcar y luego fuera cuestionada... enterrada, literal y simbólicamente».

Publicidad

Literalmente Magnum ha cubierto los grandes conflictos que en el mundo ha habido. Bucear en sus archivos es pasear por el horror de Ucrania, por la infancia perdida en Gaza, por ese Vietnam tan lejano que solo queda ya en la memoria, por la Chechenia también olvidada, por el genocidio de Ruanda...

Este contenido no puede visualizarse correctamente en este formato. Ver experiencia completa

Hay un reportaje de Paolo Pellegrin, fotoperiodista italiano también en activo, que lleva por título 'La guerra vista de cerca' y el propio fotógrafo, que pasó dos años en Ucrania entre muchos otros destinos nada fáciles, revela, junto a toda la verdad de la guerra captada en blanco y negro, algunas reflexiones sobre el papel de la fotografía en mitad de cualquier conflicto: «Las imágenes ciertamente tienen una relación con la historia, terminan convirtiéndose en parte de ella y en registros de lo sucedido. La fotografía es memoria que ningún revisionismo puede destruir. Las fotografías (...) llegan a muchas personas y crean un diálogo: plantean preguntas y debates, brindando al lector los elementos que necesita para formarse su propio pensamiento y juicio».

Son los de Magnum siempre trabajos de largo recorrido, que requieren calma y paciencia, que están en el momento y el lugar en el que pasan las cosas, pero en los que el tiempo para cocinarse –y siempre la cercanía–, importan para componer el relato visual que nos ha conducido de su mano al Kurdistán, a Afganistán, a la República Democrática del Congo, al Líbano, a las guerras que hoy nos acechan por varios frentes y a aquellas que nutren los libros de historia.

Échemos una mirada atrás y adentrémos con los fotógrafos de Magnum en la II Guerra Mundial, que llegaría a su fin con el Desembarco de Normandía. En la playa de Ohama aquel 6 de junio de 1944 enfocando a los soldados norteamericanos estaba Robert Capa. Cuentan que andaba de fiesta en Londres cuando el 29 de mayo de ese año le asignado como fotógrafo al ejército estadounidense y hubo de dirigirse a la ciudad inglesa de Weymouth, Dorset, para embarcar hacia Francia. Aquí la proximidad del fotógrafo es apabullante. Hay tanta verdad en esas imágenes que a veces parecen mentira, se antojan fotogramas de una de tantas películas que nos han acostumbrado la retina a estar allí. Capa lo vivió. Y con sus colegas Henri Cartier-Bresson y George Rodger retrató en agosto la liberación de París. Y en este momento: «El camino a París estaba abierto y todos los parisinos salían a la calle para tocar el primer tanque, besar al primer hombre, cantar y llorar», dejó dicho el mítico fotógrafo, que antes se había curtido como fotoperiodista en la guerra civil española, donde perdió a Gerda Taro, su pareja. Vio entonces, mucho antes de que Magnum naciera, que la muerte acecha en los conflictos. Endre Ernő Friedmann, que así se llamaba, murió en 1954 tras pisar una mina.

Publicidad

Saben, pues, en Magnum lo que es sentir el dolor de la muerte en carnes propias. Y quizá por eso, y por otras muchas razones, lo cierto es que explorar los archivos de Magnum es un ejercicio de disfrute estético y sufrimiento ético. Porque esas imágenes del dolor tienen también su halo de belleza. Son puñetazos en los ojos en la invasión rusa de Praga en 1968 con Ian Berry o en la guerra de Corea en 1952 con Werner Bischof retratando a niños de ojos tristes y miradas dolidas y perdidas. Sus miradas se clavan y conmueven las nuestras.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad