Urgente Prisión para el acusado de robar en gasolineras de Asturias
Sandra Myrna Díaz y Joanne Chory visitaron en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial la exposición 'Eco-visionarios'. FOTOS: ARNALDO GARCÍA

Premios Princesa | «Tenemos que salvar el planeta. Ahora o nunca»

Las biólogas explicaron sus trabajos en Gijón y lanzaron un mensaje de esperanza: «Las plantas nos ayudarán a combatir el calentamiento global» | Chory y Díaz piden más implicación de los gobiernos para luchar contra el cambio climático y «que hagan pagar a quienes atentan contra la biodiversidad»

AZAHARA VILLACORTA

GIJÓN.

Jueves, 17 de octubre 2019, 04:51

«Las plantas todavía encierran muchos misterios por desentrañar», dijo ayer tarde Manuel Toharia a modo de presentación de Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz en Laboral, donde las galardonadas con el Princesa de Investigación Científica y Técnica 2019 presentaron sus respectivas líneas de investigación y trayectorias científicas. Un auténtico privilegio para un auditorio al que las biólogas lograron transmitir su entusiasmo contagioso por el reino vegetal y todo lo que lo rodea.

Publicidad

Abrió el fuego la argentina, que explicó que, «además de representar la inmensa mayoría de la biomasa, las plantas presentan una fantástica variedad de forma y función». La prueba es que «hay casi 400.000 especies de plantas vasculares conocidas por la ciencia», así que a lo que se ha dedicado en los últimos años es a «tratar de encontrar patrones generales tras esa diversidad». Desde aquellas que miden menos de un milímetro, como las lentejas de agua, hasta las fastuosas secuoyas, que pueden alcanzar los cien metros de altura. De aquellas con semillas apenas visibles al microscopio a las que pesan veinte kilos.

Así fue como el trabajo de Díaz se plasmó en «el espectro global de forma y función de las plantas. Un mapamundi de todos los modos de ser planta que existen en el planeta y de cuán populares son». O lo que es lo mismo: «Una instantánea que es producto de la sección natural, pero también de la selección producida por nosotros». Y es que, como precisó, «los humanos mantenemos un largo romance con las plantas, pero no con todo el espectro», sino con algunas muy concretas: «Aquellas de la huerta, de las que comemos, y esas otras con las que nos hemos estado divirtiendo y matándonos unos a otros». Desde «los maíces, los tomates y las papas al tabaco, la cicuta o la marihuana». En otras palabras: «Tenemos una pasión por las plantas con mucho nitrógeno y que crecen muy rápido», indispensables en los recetarios de cocina y la farmacopea. Y esa «obsesión» ha provocado que «en los últimos cincuenta años se haya producido una presión muy grande sobre ellas, afectando también al resto del espectro, con muchas especies amenazadas por la extinción».

El gran problema al que nos enfrentamos es que estos agujeros en el mapa botánico están causando graves distorsiones, por ejemplo, «en la regulación del clima». Algo que cobra especial relevancia si tenemos en cuenta que «aún no hemos inventado ningún sistema que pueda absorber tanto dióxido de carbono como una hectárea de bosque lluvioso» y que se calcula que «el 75% del planeta presenta niveles detectables de actividad humana». Así que propone «que los gobiernos hagan pagar a quienes atentan contra la biodiversidad».

Precisamente a luchar contra las emisiones de CO2 ha consagrado el tramo final de su carrera la estadounidense Joanne Chory, convencida de que «las plantas nos ayudarán a combatir el calentamiento global».

Publicidad

«El mundo lo está pasando mal. Tenemos ecosistemas muy enfermos, pero todos podemos hacer algo. Debemos hacer algo. Nuestra acción o inacción es lo que va a determinar nuestro destino a lo largo de los próximos diez años. Tenemos que salvar al planeta, sumido en una crisis climática. Ahora o nunca», defendió la profesora y directora del laboratorio de biología vegetal celular y molecular de los institutos Salk y Howard Hughes. Y, en su caso, la aportación son las «superplantas», que podrían ayudar a retrasar el cambio climático gracias a una combinación de edición genética con agricultura tradicional que hará que absorban más CO2 de la atmósfera y luego lo fijen al suelo a través de sus raíces. «Vamos a tardar casi diez años en lograr la absorción de cuatro gigatones, a un coste de diez dólares la tonelada». Pero, para eso, necesitan «más apoyo de los gobiernos y convencer a las grandes empresas que producen las semillas».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad