Una planta en peligro de extinción para el Botánico

Estaba anunciado que Sandra Myrna Díaz y Joanne Chory plantarían ayer un árbol en el Jardín Botánico Atlántico de Gijón, pero, tratándose de quienes se trataba y de unas trayectorias en las que no han cesado de denunciar los desmanes de los humanos en la naturaleza y de explicar que una y otros somos una misma cosa entretejida, no podían más que decantarse por una especie en peligro de extinción.

A las puertas del Botánico recibieron a las biólogas el concejal de Educación y Cultura del Ayuntamiento gijonés, Alberto Ferrao; el responsable de Medio Ambiente y Movilidad del Consistorio, Aurelio Martín, y el rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, además del director del jardín, Pedro Avello, quien aprovechó para explicarles algunas de las peculiaridades de la joya botánica de Gijón y responder a las preguntas de las investigadoras, que quisieron saber, por ejemplo, cómo funciona la gestión del agua en el equipamiento.

Y, tras las explicaciones, llegó la sorpresa, anunciada por la jefa de mantenimiento del Botánico, Susana Noriega, que explicó que, en lugar de plantar un árbol, la especie elegida era la 'Aster Pyrenaeus', «una planta muy pequeña, como una margarita azul, pero que tiene un grave problema, que es que está en peligro de extinción, al igual que otras diez especies en Asturias y más de 130 en el conjunto de España». Una herbácea «endémica de la montaña cantábrica y de los Pirineos que se da en suelos calcáreos».

Exactamente, «en los Pirineos franceses se encuentran diez poblaciones, mientras que en el Parque Natural de los Picos de Europa están localizadas únicamente dos». Y, si en Francia «están cercadas por las estaciones de esquí y las carreteras y es el desarrollo humano el que impide que la planta se desarrolle», en Asturias «los problemas son el pastoreo y quienes las cogen simplemente porque son bonitas».

Así que, «aunque el Botánico no es su hábitat», ya que «crece en los bosques y las praderas a entre 300 y 1.800 metros de altitud», el equipo del jardín se puso a trabajar el pasado año en pruebas de germinación y logró varios ejemplares, de los que las científicas plantaron cuatro en tiestos de material orgánico. «Era muy difícil, pero lo conseguimos», aclaró Noriega, quien les explicó, de paso, que pasarán a formar parte de sus colecciones botánicas y que, dentro de un tiempo, será plantados en alguna zona soleada del oasis.

Y, tras la visita al vergel, a Laboral Centro de Arte, donde su gerente, Lucía García, guió a las científicas por la exposición 'Eco-visionarios', que presenta doce posiciones artísticas de ámbito nacional e internacional que exploran las nuevas conexiones entre la biosfera y la tecnoesfera, esta última marcada por la imperiosa presencia del ser humano en un planeta de recursos limitados. Una muestra acompañada de un programa educativo que persigue «una concienciación de la sociedad» que para Sandra Myrna Díaz «resulta fundamental».