La Princesa de Asturias, Leonor, durante la ceremonia. Damián Arienza

La Princesa Leonor: «La convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido»

La Princesa de Asturias, que se reconoce «de la generación zeta, e hija de una equis y un boomer», apostó por escribir una carta a cada premiado para «pararse, profundizar y pensar más» y defendió «la educación, atender a los vulnerables y salir de la trinchera»

Chelo Tuya

Gijón

Viernes, 24 de octubre 2025, 19:46

«Soy de la generación zeta, e hija de una x y de un boomber». La Princesa de Asturias volvió a demostrar que, pese a los cargos y las cargas que conllevan sus apellidos, es una joven que el próximo 31 de octubre cumplirá 20 años. No solo calificó a sus padres por la denominación que corresponde a su año de nacimiento, 1968 en el caso del Rey, quién no ocultó su risa; 1972, en el de la Reina, sino que le dijo al profesor Han que los jóvenes «nos quedemos con ese emoticono que tenemos en los móviles en el que al muñequito le explota el cerebro». Todo guiños, sin embargo, para reclamar, desde esa generación suya, «volver a lo esencial, a los básicos».

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Así, desde el altavoz que le procura la entrega de los premios que llevan su nombre, del que reconoció que «a veces, las palabras pronunciadas en un atril pueden sonar vacías», Leonor pidió la vuelta «al respeto por quienes piensan diferente, por quienes SON diferentes», poniendo tanto en la escritura como en la entonación la mayúscula al verbo ser. También volver «a la educación, a valorar a nuestras maestras y maestros y considerar nuestro tiempo escolar obligatorio como una etapa crucial en la que todos deben implicarse para que cada ciudadano libre tenga oportunidades».

No quedaron ahí las reivindicaciones de la princesa. También quiere «no olvidarnos de atender a quienes no lo tienen fácil, a las personas más vulnerables, a los jóvenes que pelean para formarse, para tener un trabajo, para tener un hogar, a las personas mayores que no desean estar solas, a nuestros niños y niñas en riesgo de pobreza». En definitiva, «recordar lo que significa tratar bien al prójimo, salir de la trinchera, sacudirnos el miedo, unirnos para hacer las cosas mejor, pensar en que, si no miramos al otro, no sabremos construir en confianza».

Porque, resumió, «la convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido». En su opinión, «Tiene sentido cuidar y defender los valores que, como españoles y europeos, en realidad como ciudadanos de cualquier lugar, nos definen y nos guían». Cree que confiar en esos valores «es confiar en la libertad frente al miedo; en la justicia frente a la arbitrariedad, en la democracia frente a la intolerancia, en el Estado social de derecho frente al abuso del poder, en los derechos humanos frente a la indiferencia». Porque, lo que está claro «es que no hay fórmulas mágicas para gestionar esa complejidad».

De hermanas cómplices y abuelos que recuperan nietos

Pero, antes de su declaración de principios, tuvo unas palabras para cada uno de los premiados. Con su lema de «pararse, profundizar y pensar más», lo hizo como pocos de sus coetáneos hacen: remedando una carta postal para cada uno de sus galardonados. Eso sí, sin perder el humor: «como vivimos en la economía de la atención, a ver si soy capaz de retener yo ahora la vuestra».

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Las risas de los aludidos y del público en el Teatro Campoamor dejaron claro que nadie se perdería ni una de sus palabras. Se dirigió, en primer lugar, al Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional. «Querido profesor Draghi», le dijo, «en 2012, como presidente del Banco Central Europeo, dijo 'haremos todo lo que sea necesario (...). Y créanme, será suficiente'; una frase que no sólo calmó los mercados, sino que fue un acto de confianza en el proyecto europeo en uno de sus momentos más frágiles. Esas palabras encerraban un mensaje más profundo que el de la estabilidad financiera: la defensa de los valores europeos, de la solidaridad entre países y de la idea, no por repetida menos valiosa, de que juntos somos más fuertes. Y le cito una vez más: 'la Unión Europea es, ante todo, un mecanismo para alcanzar los objetivos compartidos por sus ciudadanos (casi 450 millones de personas). Es nuestra mejor oportunidad para un futuro de paz, seguridad e independencia'. Los desafíos son hoy aún mayores, profesor».

Muy emotiva fue la carta a la Premio Princesa de Asturias de los Deportes. «Querida Serena: nadie podría entender hoy el tenis sin ti. Lo transformaste en un deporte más rápido y explosivo, en una forma de vivir en la que tuviste que desafiar muchas convenciones». Además de alabar «tu técnica impecable», destaca de ella que «has demostrado que la grandeza no está en ganar siempre, sino en la capacidad de levantarse, aprender y seguir adelante». No se olvidó de que Serena tiene un alter ego. «Es bonito lo que dices de tu hermana: 'Sin Venus, no habría habido Serena'. Las hermanas cómplices son nuestras grandes compañeras de viaje», dijo lanzando una mirada llena de cariño a su hermana, la Infanta Sofía. Una mirada que aplaudió el público.

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Y muchas miradas estaban pendientes de la Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Porque Mary-Claire King no pudo participar en la foto de familia que, durante la mañana, se llevó a cabo en el Hotel Reconquista. No pudo recuperarse de su indisposición, así que no participó en la entrega de los galardones. Desde su habitación escuchó como la Princesa Leonor destacaba «su trabajo ha logrado la identificación de una región cromosómica humana que albergaba un gen cuyas mutaciones predisponen al cáncer de mama y ovario». Un compromiso el suyo que, recordó la heredera al trono, «ha ido más allá, al contribuir con sus conocimientos en genética a que los nietos de los desaparecidos por la represión de la dictadura argentina hayan podido reunirse con sus familias». Un carta que cerró con un mensaje especial para dos de las personas que no se perdían ni una de sus palabras: «imagino el alivio que habrán sentidos tantos abuelos», con lo que se llevó el aplauso de las suyas, la Reina Sofía y Paloma Rocasolano.

Olmeca, zapoteca y badulaque y chafarriñón e intérpretes

La carta al Premio Princesa de Asturias de la Concordia, que este año recayó en el Museo Nacional de Antropología de México, la personalizó en Madeleine y Antonio, sus representantes. «Acabáis de celebrar vuestro 60 aniversario, aunque vuestro germen se remonte a hace 200 años. Proyectáis con vigor la fuerza de un pueblo que se mira a sí mismo con orgullo y que muestra al mundo su generosidad». Hizo público su deseo de «tener la suerte de adentrarme en ese bosque de Chapultepec» y «de ver la Piedra del Sol», y «tantas muestras de vida olmeca, zapoteca, maya, mixteca...»

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Zapoteca aparece, también, en su carta a la Premio Princesa de Asturias de las Artes. Le confesó a Graciela Iturbide que «no dejo de mirar su su foto de esa indígena zapoteca con las iguanas en la cabeza». Habló de «esperar y paciencia», algo que «no abundan en estos tiempos». Y, por ser «una fotógrafa sin prisa, con vocación de escritora, estudiosa del cine y gran lectora», así como «una artista que ha plasmado la fuerza de las mujeres», es por lo que ha merecido su galardón.

De movimientos migratorios y de su complejidad, pero, sobre todo, de la defensa que «la inmigración conlleva costes y beneficios, y que el problema es que los costes se producen de forma desproporcionada en el presente, mientras que los beneficios se acumulan en el futuro», son los mimbres que conforman la cesta del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Y respaldó las tesis de Douglas Massey «que defiende con datos hasta la saciedad, metiéndose en el centro de la discusión política con ataques desde diferentes ámbitos ideológicos». Para la princesa, «desde el rigor académico ha contribuido a rehumanizar la mirada hacia quien deja su país», y califica de «narrativas simplistas» las que se basan en desinformación.

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Los lectores del Premio Princesa de Asturias de las Letras ya conocían los términos fámula (criada) y chafarrinón (manchurrón) que aparecen en los escritos de Eduardo Mendoza «no me quiero imaginar como se estarán apañando los intérpretes», bromeó. Porque Leonor se confesó lectora también «del artesano de la palabra, como te llamas con el humor fino y socarrón del barcelonés al que adorna un barniz cervantino, un poco británico, un poco neoyorquino y, a partir de ahora, un poco asturiano». O un mucho, porque el escritor ha contado que tiene familiar en el Principado. Invitó la princesa a los miembros de su generación y posteriores a leerle «para saber más, para aparcar el scroll infinito» y, a la vez que hacía el gesto habitual sobre el teléfono, explicó, «ya saben, lo de arrastrar sin fin el dedo sobre la pantalla».

Y dejó para el final al profesor que aboga por la desconexión digital y al que ella le habla de un emoticono. Pero tiene explicación. Al Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Byung-Chul Han le dice «si vivimos en un redil digital, si hemos vendido el alma a un dispositivo, si somos esclavos de la pantalla y nos autoexplotamos para cumplir con las exigencias del rendimiento, si lo trascendente se nos escapa, ¿cómo recuperamos, sobre todo los jóvenes, la TRASCENDENCIA, en mayúsculas en letra y entonación, para que la vida no sea, como uste dice, la mera satisfacción de necesidades y la exhibición narcisista?». En espera de la respuesta se quedó. Pero ya será en privado. En público, en cuanto concluya el discurso de su padre, quedarán convocados los Premios Princesa de Asturias 2026.

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  1. Su Alteza Real la Princesa de Asturias Leonor de Borbón y Ortiz

    Discurso íntegro

Majestades,

autoridades,

patronos,

amigas,

amigos.

Saludo en especial a los premiados de este año: sed bienvenidos a esta ciudad, a este principado, que —¡ya lo habéis visto!— os recibe con todo cariño.

Permitidme que, en tiempos de inmediatez, de fugacidad, de virtualidades, de bits, escriba una CARTA A CADA PREMIADO. Os invito a que asistáis a este «envío postal de viva voz», a esta comunicación que evoca al papel y al bolígrafo, entre los premiados y yo. Y lo hago porque, aun siendo de la generación zeta e hija de una equis y de un boomer, tengo la sensación de que una carta permite pararse, profundizar y pensar más. Y como vivimos en la economía de la atención, a ver si soy capaz de retener yo ahora la vuestra.

Allá voy.

Querido profesor Draghi: en 2012, como presidente del Banco Central Europeo, dijo «haremos todo lo que sea necesario (...). Y créanme, será suficiente»; una frase que no sólo calmó los mercados, sino que fue un acto de confianza en el proyecto europeo en uno de sus momentos más frágiles. Esas palabras encerraban un mensaje más profundo que el de la estabilidad financiera: la defensa de los valores europeos, de la solidaridad entre países y de la idea, no por repetida menos valiosa, de que juntos somos más fuertes. Y le cito una vez más: «la Unión Europea es, ante todo, un mecanismo para alcanzar los objetivos compartidos por sus ciudadanos (casi 450 millones de personas). Es nuestra mejor oportunidad para un futuro de paz, seguridad e independencia». Los desafíos son hoy aún mayores, profesor.

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Querida Serena: nadie podría entender hoy el tenis sin ti; lo transformaste en un deporte más rápido y explosivo, en una forma de vivir en la que tuviste que desafiar muchas convenciones. Impresiona la fuerza con la que siempre has jugado, tu técnica impecable, esos casi 30 años como profesional al máximo nivel. Nos has demostrado que la grandeza no está en ganar siempre, sino en la capacidad de levantarse, aprender y seguir adelante. Y, ahora, como empresaria sigues demostrando que tu espíritu competitivo también se refleja en la vida. Es bonito lo que dices de tu hermana: «Sin Venus, no habría habido Serena». Las hermanas cómplices son nuestras grandes compañeras de viaje.

Querida profesora King: su trabajo ha logrado la identificación de una región cromosómica humana que albergaba un gen cuyas mutaciones predisponen al cáncer de mama y de ovario. Trabajos posteriores de otros grupos, incluyendo el suyo, condujeron al descubrimiento y validación del primero de estos genes de susceptibilidad a este tipo de tumores de tanta importancia científica, médica y emocional. Pero su compromiso social ha ido más allá, al contribuir con sus conocimientos en genética a que los nietos de los desaparecidos por la represión de la dictadura argentina hayan podido reunirse con sus familias. Imagino el alivio que habrán sentido tantos abuelos.

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Queridos Madeleine y Antonio, representantes del Museo Nacional de Antropología de México: reconocemos hoy aquí la importancia de su institución, que cuida, exhibe, conserva y difunde el legado prehispánico y la cultura indígena de México. Acabáis de celebrar vuestro 60 aniversario, aunque vuestro germen se remonte a hace 200 años. Proyectáis con vigor la fuerza de un pueblo que se mira a sí mismo con orgullo y que muestra al mundo su generosidad para compartir vuestra gran historia en un ejercicio de concordia. Algún día espero tener la suerte de adentrarme en ese bosque de Chapultepec y admirar más de tres mil años de historia. Y ver la Piedra del Sol. Y tantas muestras de vida olmeca, zapoteca, maya, mixteca… Hoy México está muy presente en este teatro Campoamor.

Querida Graciela: no dejo de mirar su foto de esa indígena zapoteca con las iguanas en la cabeza. Y la imagino en aquel 1979, esperando con paciencia en el mercado de Juchitán a que aquella mujer y sus iguanas adoptaran la forma, la expresión, que quería atrapar para siempre con su cámara. Acabo de decir «esperar» y «paciencia», por cierto. No abundan en estos tiempos. Por eso es una fotógrafa sin prisa, con vocación de escritora, estudiosa del cine y gran lectora. Una artista que ha plasmado la fuerza de las mujeres, la de la zapoteca de las iguanas, también la de la mujer seri de Sonora, la Mujer Ángel que enlaza presente y futuro en aquel desierto. Ojalá que mis colegas de generación se detengan sin prisa a mirar sus fotografías.

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Querido profesor Massey: hoy reconocemos su análisis de una realidad tan vigente hoy como son los movimientos migratorios humanos. La complejidad de este fenómeno nos desborda. Dice que la inmigración conlleva costes y beneficios, y que el problema es que los costes se producen de forma desproporcionada en el presente y en el ámbito local, mientras que los beneficios se acumulan en el futuro y en el ámbito nacional. Lo ha defendido con datos hasta la saciedad, metiéndose en el centro de la discusión política con ataques desde diferentes ámbitos ideológicos. Desde el rigor académico ha contribuido a rehumanizar la mirada hacia quien deja su país. Su trabajo nos permite comprender en toda su dimensión el gran desafío que tienen hoy muchos gobiernos con la inmigración. Ha roto las narrativas simplistas y ha formulado políticas migratorias basadas en datos y no en desinformación.

Querido Eduardo: pues más que de felicidad, que también, me has provisto de curiosidad por palabras que los de mi generación no conocemos. Sirvan de ejemplo: fámula, badulaque, enteco, masovero, chafarrinón. Tras cinco décadas escribiendo, has demostrado que hay debates, como ése tan presente sobre la literatura popular y la culta…, que tú desmontas con la lectura de «La ciudad de los prodigios» o «La verdad sobre el caso Savolta». O cualquiera de tus obras. Te llamas artesano de la palabra y lo dices con el humor fino y socarrón del barcelonés al que adorna un barniz cervantino, un poco británico, un poco neoyorquino y, a partir de ahora, también un poco asturiano. Tu obra es necesaria. Para saber más, para comprender más, para aparcar el scroll infinito (ya saben, lo de arrastrar sin fin el dedo por la pantalla del teléfono….) y permitir que la lectura profunda de tus libros nos lleve a hacer inferencias y deducciones. Lo que nos llevará al análisis y al discernimiento de la realidad. Es decir, a una mejor comprensión de cuanto nos rodea. ¿Y no es eso ser más libres?

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Querido profesor Han: permítame que transgreda sus principios y me refiera a ese emoticono que tenemos en los móviles en el que al muñequito le explota el cerebro. Y ahora le pregunto:

− si vivimos en un redil digital, − si hemos vendido el alma a un dispositivo, si somos esclavos de la pantalla, si nos autoexplotamos para cumplir con las exigencias del rendimiento y la productividad y por la sobrecarga de estímulos descuidamos la reflexión,

− si lo trascendente se nos escapa, si lo que creemos que es libertad es sólo control…, ¿cómo recuperamos, sobre todo los jóvenes, la TRASCENDENCIA para que la vida no sea, como usted dice, la mera satisfacción de necesidades y la exhibición narcisista -en las redes sociales- de un optimismo que confundimos con verdadera esperanza en medio del ruido de los datos y de la información, tan lejos -por tanto- del verdadero conocimiento? Entenderá, profesor, que nos quedemos como el emoji al que me refería al principio de esta carta. Busquemos la respuesta en su pensamiento: el tiempo del apresuramiento no es habitable, por eso nos invita, entre otras cosas, a practicar la paciencia y la introspección. Y , sobre todo, la lectura profunda.

Terminado mi homenaje analógico en forma de carta a nuestros premiados, y siendo consciente de la complejidad que nos rodea y de cómo estas mujeres y hombres la han atravesado con sus obras y sus vidas, estaréis de acuerdo en que conviene equiparse con buenas herramientas para afrontar esa complejidad. Así que no vendría mal avivar el entusiasmo.

Quizá debamos volver a lo esencial, a los básicos:

− al respeto por quienes piensan diferente, por quienes SON diferentes; − a la educación, a valorar a nuestras maestras y maestros y considerar nuestro tiempo escolar obligatorio como una etapa crucial en la que todos (administraciones y sociedad civil) deben implicarse para que cada ciudadano libre tenga oportunidades; − a no olvidarnos de atender (con acciones responsables y medibles) a quienes no lo tienen fácil, a las personas más vulnerables, a los jóvenes que pelean para formarse, para tener un trabajo, para tener un hogar, a las personas mayores que no desean estar solas, a nuestros niños y niñas en riesgo de pobreza; − quizá haya que recordar lo que significa tratar bien al prójimo, salir de la trinchera, sacudirnos el miedo, unirnos para hacer las cosas mejor, pensar en que, si no miramos al otro, no sabremos construir confianza.

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La convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido. Tiene sentido cuidar y defender los valores que, como españoles y europeos, en realidad como ciudadanos de cualquier lugar, nos definen y nos guían. Confiar en ellos es confiar en la libertad frente al miedo, en la justicia frente a la arbitrariedad, en la democracia frente a la intolerancia, en el Estado social de derecho frente al abuso del poder, en los derechos humanos frente a la indiferencia. Soy consciente de que a veces las palabras pronunciadas en un atril pueden sonar vacías, pero sé también que no está de más repasar y recordar la naturaleza de las dificultades, pero también de las soluciones, e insistir en que no hay fórmulas mágicas para gestionar esa complejidad. Hoy los premiados contribuyen, precisamente, a avivar el entusiasmo.

Muchas gracias.

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