Los más pequeños acompañaron a Quino.

«El humor gráfico es imaginación y libertad de pensamiento»

«Las cosas están tan mal o peor que cuando yo dejé de dibujar a Mafalda», asegura el octogenario creador argentino

m. F. antuña

Miércoles, 22 de octubre 2014, 00:27

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El argentino se define como «un periodista que dibuja», de modo que el Príncipe de la Comunicación le viene como anillo al dedo a Joaquín Salvador Lavado, Quino para la historia del humor gráfico mundial, padre de un icono universal creado a trazos de tinta e ingenio. Mafalda ya ha superado por completo a

Quino, incapaz de comprender cómo su niña ha llegado tan lejos.

Octogenario molesto con los achaques del tiempo «siempre digo que esto de la vejez es como el golpe de estado de un fascista que te empieza a prohibir cosas», se confiesa incapaz de analizar el devenir de esa niña contestona que dejó de dibujar en 1973 pero que se ha independizando por completo de quien le dio a luz gráfica en la prensa argentina antes de subirse a esa bola del mundo de la que se quería bajar. «No sé lo qué diría Mafalda de estos tiempos, cuando yo la dibujaba tenía sobrinos pequeños y ahora tienen ya cincuenta años, no sé cómo se manejaría en esta realidad, aunque supongo que en esencia la comunicación no ha cambiado».

Se refiere a los ordenadores, las redes sociales, internet, que en el fondo no han alterado en exceso ese mundo de buenos y malos que nunca comprendió de niño y le hizo buscar respuestas en el humor. Explicaba ayer cómo el lío de la II Guerra Mundial y el cambiante papel de rusos, americanos, japoneses, le hizo pararse a pensar y también a dibujar. «A día de hoy no sé si me he aclarado, pero parece que no».

Sí tiene clara la sensación que le provoca ver a su Mafalda en la cresta de la ola y generando tanta expectación: «Me siento raro, yo dejé de dibujar a Mafalda hace cuarenta años, y no era lo que es hoy, nadie hablaba de su valor educativo o de cómo nos ha abierto la cabeza, con el tiempo ha tomado vida propia, ya no es mía», afirma. Quizá ese crecimiento del personaje tenga que ver con que su mensaje sigue estando vigente: «Las cosas están tan mal o peor que cuando yo la dejé de dibujar».

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Los periodistas le reclaman los porqués del fenómeno, pero él le da la vuelta a la tortilla e interroga a quienes le siguen: «Yo espero que el público me dé explicaciones a mí». En esas anda, buscando también la manera de ser coherente consigo mismo y con el paso del tiempo. Cuando era más joven dijo que le daban miedo los viejos y los borrachos. ¿Y hoy? «Tengo miedo de mí, sigo siendo coherente, la vejez es un coñazo», espeta sin contemplaciones.

Tiene humor para reírse de sí mismo y lo derrocha a la hora de responder a quienes le critican que acepte un premio puramente monárquico cuando él siempre ha sido un confeso republicano. «La monarquía hizo un buen papel en la transición y el Tejerazo, el rey estuvo bien ahí y yo creo que don Felipe y doña Letizia van a contribuir a que siga adelante». Confía en que el país que le premia le dé carpetezo a la crisis e incluso bromea con el futuro que le espera a Asturias, después de conocer a un grupo de niños: «Asturias no tendrá de que preocuparse, tiene una niñez y una juventud estupendas», afirma. Y añade ipso facto: «Espero que los niños de hoy no sean los corruptos de mañana».

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Se le advierte el humor en las palabras que pronuncia con ese acento argentino que siempre dulcifica los discursos. Incluso cuando es crítico lo hace en tono melodioso y nada agresivo. Lo es cuando habla del humor gráfico de los tiempos de hoy: «Veo que en los jóvenes actuales su temática tiene poco que ver con la actualidad, creo que mi generación estaba más pegada a la realidad», afirma Después define su oficio con palabras certeras: «El humor gráfico es imaginación y libertad de pensamiento». Él advierte las carencias en sus colegas de hoy pero teme que ellos pueden mirarle a él como «un viejo reaccionario» para el que cualquier tiempo pasado fue mejor.

El humor ha sido su compañero de viaje más allá de Mafalda. «Me da un poco de pena que no se conozcan otros trabajos míos, pero es normal que la gente se identifique con un personaje». Mafalda sigue siendo la reina de la carrera de este hombre nacido en Mendoza en 1932 que considera que hay temáticas vetadas por completo para la sonrisa. «Hay temas que yo no puedo tratar con humor», afirmó durante una rueda de prensa en el Hotel de la Reconquista, donde contó cómo las catástrofes como el terremoto en una región vecina del que fue testigo con solo once añitos, la tortura, los desaparecidos de Argentina no caben en sus tiras. «Tengo un sobrino que trabaja en Amnistía Internacional y siempre me pide que haga algo, pero nunca he querido, me parece que si un tema tan grave como la tortura se puede enfocar con humor la gente puede pensar que quizá no sea tan grave».

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