A Bulnes por la Canal del Texu
Durante décadas fue la única vía de acceso a Bulnes. Hoy, con funicular o sin él, la Canal del Texu sigue siendo ese camino intrincado y pedregoso que conduce a una de las aldeas más remotas y bellas de Asturias
Hay lugares que son distintos; que están al margen, que relucen cual tesoros… lugares que parecen resistirse al paso del tiempo. Lugares que conservan sus ... esencias intactas… lugares valientes, resilentes, sin parangón. Bulnes es uno de ellos. Enclavado en los Picos de Europa y rodeado por cumbres que superan con holgura los 1.600 metros de altura, este pequeño reducto montañés en forma de aldea ha vivido durante siglos a otro ritmo, aislado entre montañas.
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Datos de la ruta
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Tipo de ruta: Lineal
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Dificultad: Moderada
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Distancia total aproximada: 9,40 km
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Tiempo aproximado: 6 horas
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Desnivel aproximado: 506 m
Fundado por pastores, Bulnes fue siempre hogar de valientes, de familias con voluntad y un extenso amor al terruño… un rincón de casas de piedra en medio de moles calizas construido con el objetivo de vivir al ritmo de la montaña y sus estaciones.
Hasta el año 2001 la única vía de acceso a esta aldea era un sendero de piedra intrincado al que se conoce como Canal del Texu. Por ella, los vecinos del lugar transportaban víveres en la espalda y en mulas…por ella llegaban las noticias, las medicinas, las cartas, los visitantes…y cuando nevaba, el pueblo quedaba aislado, suspendido entre largos inviernos y capas generosas de nieve, frío y escarchas.
Se cuenta que, en los meses más cálidos, los lugareños bajaban del lugar saltando: apoyados en largas pértigas que les permitían dar zancadas largas, jugando con la gravedad y dibujando cabriolas entre las verticales piedras para acortar tiempo de viaje. Asimismo, la canal vio bajar muchos cestos cargados de quesos, niños recién nacidos en brazos de sus madres, hombres apresurados portando noticias importantes…
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La llegada del funicular suspendió a la Canal del Texu en un silencio y calmas parecidas a los de los viejos inviernos. El camino que antes se tardaba en completar cuatro horas, ganando metros a base de fuerza de piernas, pasó a ser un viaje en tren de 7 minutos. Así, Bulnes se abrió al mundo, se hizo accesible, se acercó a lo que le era lejano…
Sin embargo, por mucho progreso y conexión que el funicular suponga, la verdadera entrada a Bulnes siempre seguirá siendo el viejo sendero conocido como Canal del Texu, que asciende serpenteando desde el fondo del valle, siguiendo el curso del agua entre paredes verticales y prados colgados. Un camino que fue durante siglos la única puerta de entrada y aún conserva la esencia de un viaje pausado. Un sendero duro, pero bellísimo, que desprende historias y leyendas a cada paso y que lleva a conocer uno de los pueblos más guapos, apartados y singulares de Asturias y de los Picos de Europa.
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En definitiva, que esta ruta sube a Bulnes como si no hubiera funicular ninguno; recreándose, con cada metro, en toda la magia y el encanto de estas poderosas montañas.
Ruta a Bulnes por la Canal del Texu
La ruta comienza en las inmediaciones de Poncebos, justo donde arranca la famosa Ruta del Cares. Al poco de comenzar, llegamos a una bifurcación: a la izquierda, la Casa de Jaya, un antiguo refugio que se asoma al río. Cruzando el puente del mismo nombre, dejamos atrás esa construcción para tomar el camino que se interna en la Canal del Texu, verdadera protagonista de esta ascensión.
A apenas 300 metros del inicio, cruzamos el puente del Zardu, un paso obligado sobre las cristalinas aguas del río Texu. Desde aquí, la pendiente se vuelve más exigente, con una subida en zigzag. El sendero, empedrado y firme, va ganando altura con constancia, rodeado de paredes verticales que causan una sensación intensa: como arropando los pasos pero, al mismo tiempo, imponiendo gran respeto.
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El recorrido no es largo —poco más de tres kilómetros y medio—, pero salva casi 400 metros de desnivel en un trazado que exige piernas y paciencia. Además, tampoco hay pérdida: la senda es vieja y, como tal, está gastada, dejando ver su traza sin esconderse. Recuerda a una especie de culebra: una larga víbora blanquecina que se enreda entra paredones calizos, estirándose monte arriba.
Tras recorrer unos dos kilómetros y medio, la senda se bifurca, dando dos opciones al camino: Bulnes de Arriba o Bulnes de abajo. Giramos hacia la derecha, hacia Bulnes de Arriba (también conocido como El Castillo).
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Una colección de pasos más, cuesta arriba, conduce a un barrio colgado de la roca que ofrece la sensación de una fortaleza suspendida en el tiempo. Bulnes de arriba podría ser un escenario imaginado por George R.R. Martin.
Desde este lugar, la canal de Amuesa se ve muy cerca, estirándose por encima de los naranjas tejados, empinada y abrupta. Es una canal magnética: por ella se accede a una majada y, desde allí, se caminan ya los altos altísimos de este territorio.
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Pero los pasos que siguen no van dirección Amuesa, sino hacia abajo: desde el Castillo, arropados por el silencio y el sortilegio de estos terrenos, la senda va ahora en busca de otra zona: la Villa.
Un sendero suave y corto conduce hasta Bulnes de Abajo. Este es el corazón más animado, donde se concentran los restaurantes, alojamientos y la pequeña iglesia que se asoma al río. El murmullo del agua atraviesa las calles de piedra, aportando frescura y una música constante al ambiente.
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Ya en la Villa, lo ideal es dar un paseo tranquilo: conocer sus rincones, admirar sus detalles, respirar su tranquilidad hipnótica… también es muy recomendable seguir las señales que llevan al mirador de la zona: una fantástica ventana al pico Urriellu a la que se accede añadiendo unos pocos pasos más a la excursión, elevándose ligeramente sobre la pequeña aldea para admirarla desde arriba al tiempo que se admira la fuerza de ese pico al que llaman Naranjo de Bulnes.
Una vez disfrutadas las panorámicas desde el mirador, toca emprender partida. Para ello, se regresa al pueblo y luego se sigue descendiendo, hacia el Puente de Colines: este lugar es clave porque el río Texu se encuentra con su canal homónima.
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Todo lo que queda es recorrer de nuevo -esta vez hacia abajo- la Canal del Texu. Al hacerlo, es fácil sentir fascinación: una mezcla de fragilidad y fuerza que es constante en este viaje. Las paredes calizas, el rumor del agua y la senda empedrada nos recuerdan la tenacidad de quienes durante siglos habitaron este enclave, resistiendo en un lugar donde la montaña ha sido siempre madre y juez.
Finalmente, el sendero desemboca otra vez en Poncebos, cerrando un círculo que es mucho más que una caminata. Es un viaje a través de la historia, el esfuerzo y la naturaleza indómita de los Picos de Europa, donde cada piedra y cada curva cuentan una historia de resistencia y belleza.
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