Martín Moriyón: «Todavía hay gente que cree que subir al Urriellu no supone un esfuerzo»
Guía de alta montaña y profesor de esquí, este gijonés asegura que «el problema en rutas como el Cares es que no hay control de esas zonas, ni un estudio sobre la cantidad de personas que deberían pasar por ellas»
ALBA LLANO
Viernes, 25 de octubre 2019, 16:19
Para Martín Moriyón su pasión por la montaña le ha dado la oportunidad de dedicarse a una de esas profesiones en las que disfrutar es parte de su trabajo. Y es que a sus 37 años, este gijonés ya lleva 12 dedicándose a ayudar a que otros puedan acabar viendo la montaña como lo que verdaderamente es: «un territorio en el que no existen fronteras».
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Confiesa que esta afición por el monte lleva con él desde los 5 años y los principales responsables de que esto haya sido así han sido sus padres. «Desde pequeños a mis hermanas y a mí nos llevaban al monte». Confiesa que «antes de cumplir los 14 años ya había subido un gran número de montañas en la Cordillera Cantábrica».
Fue esta afición por la montaña y ese «sexto sentido» que Martín confiesa que aparece cada vez que está en el monte, lo que le llevó a no conformarse con ser diplomado en Educación Física y a dejarse llevar por su gran pasión: «Cuando acabé los estudios y llegó el momento de pensar en dedicarse a ello, no me veía en un colegio dando clase toda mi vida, justo en ese momento abren la Escuela del Deporte en Avilés y eso acaba siendo un punto de inflexión para mí». Años después, en 2006 entra en el Equipo Nacional de Alpinismo, donde empieza su camino hacia una salida laboral que siempre le había interesado y por la que finalmente se decanta, convirtiéndose tiempo después en guía de alta montaña UIAGM y profesor de esquí. Aunque en la actualidad también ha pasado a ser responsable de la formación de los futuros guías de alta montaña.
Su objetivo como guía lo tiene muy claro, «ayudar a la gente a conseguir un sueño». Asegura que «para mucha gente subir al Urriellu es un sueño o un reto y yo ayudo a que lo consigan. Al final un guía de alta montaña es una persona con mucha experiencia, que ayuda a mucha gente que no tiene tanta, a conseguir cualquier reto que se planteen en la montaña». Pero remarca que no deja de tratarse de un trabajo «muy vocacional» para el que hay que estar preparado: «Con este trabajo no te vas a hacer rico. Al final te ganas la vida como en muchos oficios, pero la vocación en esto es vital».
En este aspecto, el trato con la gente es muchas veces la verdadera recompensa de su trabajo: «Te puede pasar que estés al final de la temporada en verano y que la motivación escasee, pero de repente compartes la montaña con una persona con la que congenias y que vive la experiencia con emoción o que llora al llegar a la cumbre y para ti ese día ya es especial», asegura.
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Pero cuando le preguntamos sobre si cada vez hay más conciencia sobre todo lo que entraña la montaña, concluye que aunque «en general hay más conocimiento y cultura sobre la montaña», su profesión le ha hecho encontrarse con todas las situaciones posibles: «Si es verdad que te encuentras con clientes muy montañeros que ya hicieron varias actividades de montaña, pero no escalan y les apetece, entonces te contratan. Pero todavía te encuentras con gente que se les ocurrió la idea de subir al Urriellu mientras tomaban algo con los amigos, que creen que no supone un gran esfuerzo y que se sube casi andando».
«Un paseo con unos riesgos objetivos»
Esto mismo sucede cada vez más con la ruta del Cares. «Es una ruta fácil a la que va mucha gente sin ningún tipo de experiencia y sin conocimiento de los riesgos que van a asumir» y en la que sobre todo «un traspiés puede tener consecuencias muy graves», explica. «Es un paseo con unos riesgos objetivos grandes. Uno de eso riesgos es que el Cares está en medio de dos macizos que tienen 2.000 metros de altura cada uno, con dos vertientes bastante verticales. La gente tiene que ser consciente de que en un momento dado puede caer una piedra. Y si hay más de mil personas haciendo la ruta, es posible que a alguien le pueda dar. Es la ruta en la que más accidentes hay sí, pero no es por lo peligrosa que es, sino porque hay miles de personas en ella».
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El problema, recalca, tiene mucho que ver con ese descontrol en la cantidad de personas que se agolpan a la vez en el Cares, Fuente Dé o en otros lugares clave como los Lagos de Covadonga sobre todo en verano: «La política que se estila en Picos de Europa por lo general, es tener a la gente lo más controlada posible. El problema de esto, es que no hay control en este tipo de zonas. En los Lagos por ejemplo, los que ponen el número de personas que suben son las empresas de autobuses y no un estudio correspondiente de la cantidad de personas al día que deberían pasar por allí».
Pero a pesar de esta realidad, tiene claro que en la actualidad «hay más consciencia» en la montaña: «Cada vez hay más plataformas disponibles para facilitar la información que se necesite y esto hace que la gente sea mucho más consciente de todo lo que puede llegar a implicar. A día de hoy, lo que sobra es información para ir a cualquier sitio a caminar, para ir a una cumbre y saber a lo que te vas a enfrentar, la dificultad y los riesgos».
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¿Sus planes a largo plazo? Los tiene muy claros: «disfrutar de la montaña por muchos años».
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