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Macarena (izda.), que trabaja como doula, junto a una futura madre.
Matronas y doulas, ¿una relación imposible?

Matronas y doulas, ¿una relación imposible?

Enfermeras y matronas denuncian «intrusismo» y malas prácticas por parte de las doulas, un colectivo en auge que insiste en que su única función es prestar apoyo emocional

Rosario González

Lunes, 6 de abril 2015, 06:29

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El 'Informe Doulas' del Consejo General de Enfermería ha generado un intenso debate entre los defensores y detractores de este colectivo. El texto, que ha sido presentado incluso a la Fiscalía del Estado, alerta de la «proliferación de falsas consejeras de las embarazadas que ponen en riesgo la salud de las madres y los bebés», destacando que se trata de una figura «no reglada», formada a través de «cursillos ilegales» y que, en algunos casos, «apartan a las mujeres de sus familias, las animan a evitar el contacto con los profesionales y las incitan al canibalismo con las placentas de sus hijos». El ataque fue inmediatamente contestado por las principales asociaciones de doulas, que acusan al Consejo de generar una «alarma social infundada» y defienden que su única función es «prestar apoyo emocional» y «acompañar a las parturientas», pero que «no solucionan problemas sanitarios». «No aconsejamos, no recomendamos, no juzgamos, solo acompañamos», insiste el colectivo. El enfrentamiento ha llegado hasta la Fiscalía, que se ha reunido con el Consejo General de Enfermería; y hasta la Defensora del Pueblo, organismo ante el que las doulas han elevado una queja formal.

Y en medio del cruce de acusaciones, varias incógnitas planean sobre el debate: ¿qué es una doula? ¿Es una figura necesaria? ¿Cubren un espectro no atendido por otros profesionales reglados? ¿Es posible la convivencia entre matronas y doulas en la atención a la mujer?

Para Sara Jiménez, una bióloga formada en nutrición que ejerce como doula y asesora de lactancia, se trata de un informe «mal hecho, mal enfocado y poco documentado». «Las doulas somos fervientes defensoras del trabajo de las matronas; están muy formadas en los aspectos físicos del embarazo, parto y posparto, y tendrían que estarlo -y algunas lo están- en lo emocional», defiende Jiménez. «Pero la triste realidad es que, o la mujer lo busca por su cuenta, o se conforma con los diez minutos de cada visita a la matrona, que muchas va rotando, en la que normalmente te pesan, te miden la tensión, te dan una dieta, con un poco de suerte escuchas al bebé y no da para más».

La figura de la doula

Según recuerda, «históricamente la doula es una figura que ha existido toda la vida como la persona que acompaña al parto; una persona cercana que no era la partera, sino quizá la hermana, madre, amiga que acompañaba; y esto se ve prácticamente en todas las culturas del mundo», señala, para matizar que la doula «no supone ningún riesgo para la madre ni para el bebé» porque no lleva a cabo ninguna competencia sanitaria, tan solo acompaña en el proceso. «Ahora resurge como una figura de apoyo emocional en un momento en el que hemos perdido esa tribu, esa red familiar, en una sociedad mucho más solitaria en la que muchas veces la mujer no sabe a quién acudir, no tiene relación con otras embarazadas o con bebés y puede sentir la necesidad de alguien que las escuche y las acompañe».

Precisamente es la necesidad de una atención más personalizada, así como la inseguridad durante el parto para poder tomar decisiones consensuadas entre la madre y la profesional, las causas más comunes que señalan las mujeres que requieren los servicios de una doula. «La realidad pura y dura es que, en ocasiones, en el parto no se hacen las cosas como se tienen que hacer, o te toca un profesional que no sabe responder tus dudas sobre lactancia», lamenta Ester, una secretaria de dirección que decidió recurrir a esta figura con su tercer embarazo. «Con el segundo perdí al bebé a las 10 semanas y una doula me ayudó con el duelo; pero sigo teniendo miedo a la pérdida o a no saber controlar en el parto; necesito sentirme tranquila y acompañada de gente que me da confianza», explica junto a Macarena, la doula que la asiste y que a su vez preside la asociación madrileña de este colectivo.

Con el polémico informe, Ester ha visto cómo a su alrededor se cuestiona su decisión de contar con una doula, aunque no su entorno familiar, que apoya su elección. «Macarena me ha ayudado a elegir dónde parir y a decidir cómo quiero que sea mi parto, pero en ningún momento me ha dicho que deba parir en casa, o que deba guardar la placenta para comerla luego, como dice el informe. Las decisiones las tomamos entre mi marido y yo; él está tranquilo porque sabe que estaré acompañada y podrá centrarse en ver nacer a su hija».

Matrona, cuidadora integral

Para Julita Fernández, matrona de profesión, la figura de la doula no tiene cabida en un país como España donde, defiende, «la matrona tiene, si no las más amplias competencias de su profesión, de las más amplias del mundo para cuidar a la mujer de manera integral en todos los aspectos del embarazo, parto y puerperio». «Tenemos competencias para asistir a la mujer en todo lo que se refiere a su salud sexual y reproductiva, desde antes de la primera regla hasta después de la última. Tenemos competencias para asesorar sobre salud sexual, sobre métodos anticonceptivos, en el embarazo, en el parto, en el puerperio, en la lactancia, en el climaterio, para ejercitar el suelo pélvico e incluso en violencia de género», ejemplifica Fernández, que, además de su labor asistencial en el hospital, realiza preparación física con mujeres en el agua o mediante danza, colabora en varios blogs y realiza preparación al nacimiento en varios centros.

«Que el ratio matrona/mujer no sea el adecuado para que la matrona tenga el tiempo o el espacio para proporcionar una atención cien por cien personalizada, no significa que pueda venir otra persona cuyo perfil no es sanitario, cuya formación no está reglada, que no está respaldado por un marco jurídico ni un seguro de responsabilidad civil y que ni siquiera tiene definición como profesional. Las mujeres se merecen tener un profesional que puedan responder con todo eso y más», defiende la matrona.

 El punto de conexión entre las partes enfrentadas se encuentra en la necesidad de avanzar en las estrategias impulsadas a nivel estatal enfocadas a lograr una mayor «humanización» del parto, así como la erradicación de la violencia obstétrica, una anomalía que, admite Fernández, «existe menos que antes pero más de lo que debería haber, aunque cada vez hay más políticas, iniciativas y estrategias para, no solo mejorar la calidad asistencial en el parto, sino también la calidez».

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