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HISTORIAS DEL CAMINO DE SANTIAGO

Cuando Percival peregrino llegó al Alto del Acebo

Leyendas jacobeas. Puestos a fabular, el valeroso caballero de la tabla de Arturo hizo el Camino a Santiago enterado de que el Grial podía estar custodiado en el santuario de O Cebreiro

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Martes, 4 de enero 2022

El pueblo que dio nombre al concejo grandalés, Salime, quedó sepultado bajo las aguas del embalse construido por la empresa hidrográfica Saltos del Navia. El topónimo, como el del también sumergido Subsalime, lejos de la etimología popular que los explica por la supuesta frase que el diablo pronunció al emerger del Navia donde lo habían arrojado unos vecinos, «¡Salime!», vendría en opinión del estudioso Xosé Lluis García Arias del compuesto IPSA y LIMEN, es decir algo así como «la entrada, el límite». Lo es su río hoy entre Asturias y Galicia, como lo sería también en otras épocas para los peregrinos que recorrían la vía primitiva a Compostela y al cruzarlo se iban a encontrar pronto con el ascenso al Alto del Acebo, un auténtico límite montañoso antes de descender paso a paso hacia las gándaras llanas de la Terra Chá luguesa. La conexión jacobea del Navia, con cuyo cauce se encuentran en Asturias los caminantes a Santiago ya vayan por la ruta de la costa o la del interior, la rubrica el mismo nacimiento del río en Busnullán, una aldea muy próxima a O Cebreiro, el paso de entrada a tierras gallegas desde el Camino Francés y donde dice la leyenda que se guardó el Santo Grial que persiguieron por tantas novelas medievales los caballeros del rey Arturo.

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En cierta ocasión, se reunieron en Navia el escritor Álvaro Cunqueiro, Dionisio Gamallo Fierros, José María Castroviejo y el asturiano Jesús Evaristo Casariego, y estuvieron hasta las tantas en una taberna fabulando un relato de caballerías en el que el joven Percival hacía el Camino a Santiago y, enterado de que el Grial podría estar custodiado enel santuario de O Cebreiro, convenció a un barquero de la villa natal de Campoamor para que lo llevase río arriba hasta la fuente donde nace en Busnullán. Remar a contracorriente y, sobre todo, según se le va complicando el curso al Navia tierra adentro, le pareció al barquero una auténtica locura, pero Percival llevaba consigo una espada mágica que, puesta a modo de aleta en la cola de babor, era capaz de ir cortando el agua e impulsando la embarcación como un verdadero motor fuera de borda moderno. Así lo imaginaron los cuatro amigos aquella noche naviega de vinos y fervor por la llamada Materia de Bretaña.

Sin necesidad de escamotearle al valeroso caballero de la tabla de Arturo su facultad para servirse de toda clase de recursos mágicos, puestos a fabular, bien podríamos suponer que, si entre los innumerables caminos que recorrió estaba el que lleva de San Salvador de Oviedo a la tumba del apóstol en Santiago, igual de aventurero sería que lo recorriese paso a paso por la misma vía que abrió en su día el rey Alfonso II el Casto. Que salió por la rúa Gascona después de recibir la bendición del Salvador en la catedral y que cruzó el puente de Peñaflor –que le recordaría seguramente a su amada Blancaflor– en Grao para ascender por La Espina, descansar en Obona y beber en su fuente del Matoxu, transitar las Sierras de Allande y Tineo, admirarse en la ermita de Zalón del combate entre San Jorge y el cuélebre que se alimentaba de carne de fraile, subir por El Palo, compartir sus frugales viandas con los pastores de Montefurado y Berducedo, y llegar fatigado a la villa de Grandas para pasar la noche en el hospital de la iglesia de San Salvador. Allí, entre los peregrinos que se cobijaban a techado descubrió a una joven cubierta con harapos de mendiga y bajo ellos, el hábito raído de novicia. Hablaba bretón bretonante como él y en lugar de entregarse al sueño, se entretuvieron conversando hasta la llegada de las primeras luces del día. Luego se despidieron y Percival abandonó el albergue para seguir su ruta sin más dilación.

Cuando el caballero pasó por el pueblo de Salime, al cruzar el puente la vio a mitad de él asomada a las aguas del Navia sobre el pretil. Le resultó asombroso que la joven lo hubiese podido adelantar, saliendo él primero de Grandas, pero le había fascinado tanto conocerla que no le prestó más atención a lo extraordinario del suceso. Se acercó a ella para preguntarle por qué se había detenido en ese lugar y la peregrina le respondió con una sonrisa que por esperarle a él. «Sé que vas a Compostela buscando el Santo Grial y quería decirte que por este camino no lo vas a encontrar», añadió con una sonrisa enigmática. Perceval recordó entonces que ya había visto antes esa misma sonrisa en los labios de Viviana, la hechicera enemiga de su señor el rey Arturo. Y en ese mismo instante la joven desapareció. Pensó en ella, andadas ya unas cuantas leguas, cuando la noche le sorprendió en el Alto del Acebo. A lo lejos, en las montañas del sur, vio un resplandor dorado con las borrosas formas del Grial, pero su camino llevaba a Santiago.

«El Camino y el Museo Etnográfico son vitales en Grandas de Salime»

Idima López Presidenta de Amigos del Museo Etnográfico de Grandas

Idima López preside la Asociación Amigos del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, una activa plataforma dedicada a poner en valor este equipamiento cultural y preservar el legado impreso en él por su fundador Pepe El Ferreiro. Vecina y hostelera de la capital del concejo, no tiene duda de que este espacio ubicado en su antigua rectoral junto al Camino Primitivo «son vitales aquí y en toda la comarca. Al museo viene mucha gente ex profeso y es muy utilizado por comarcas turísticas como Oscos o Taramundi, también de la vecina A Fonsagrada. Y, en cuanto a los peregrinos, últimamente se han abierto varios negocios relacionados con ellos. Hay dos albergues privados y se va abrir un hotel», explica.

En su opinión, «a pesar del tirón que tienen ambas cosas, Grandas tiene otros recursos por explotar como el Chao Samartín, que podría ser todavía ampliamente aprovechable, o el embalse, que se vive de espaldas a él y solo se hace una visita guiada un día a la semana por parte de la empresa. Solo teniendo en cuenta la cifra de personas que acuden por el Camino y que gran parte de ellas son extranjeros que vienen con el viaje organizado por agencias, sería buena idea ofrecerles pasar dos noches aquí y que pudieran tener un día para visitar todos estos recursos, de gran importancia cultural y etnográfica», sugiere.

López propone otras opciones destinadas a los visitantes jacobeos: «El camino original pasaba por Salime y su puente, ahora sumergidos en el embalse. Hay un servicio de lancha de la empresa hidrográfica para comunicar Villarpedre, el pueblo que quedó aislado por la presa, y podría recuperarse este paso por Salime en la barca.

También el tramo entre el embalse y Grandas, que discurre entero por carretera, debería mejorarse con una pasarela de madera por seguridad para caminantes y vehículos. Son dos mejoras que agradecerían los peregrinos», opina.

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