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El puerto de San Esteban. FOTOS: PABLO A. MARÍN ESTRADA
HISTORIAS DEL CAMINO DE SANTIAGO

El centinela de la ría del Nalón y la barca del peregrino

A Rubén Darío le fascinaba la historia del fraile que se quedó dormido con el canto del mirlo y despertó 200 años años después

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Lunes, 24 de enero 2022

Una de las primeras visiones que tiene el peregrino al entrar en tierras de Soto del Barco es la del vaivén de las aguas de la ría del Nalón batiéndose contra el muro almenado del castillo de San Martín. Lo construyó, al igual que su vecina fortaleza de Gauzón, uno de los grandes arquitectos del Camino a Santiago, Alfonso III el Magno, se cree que para defender su reino del furor de los normandos. En fechas recientes, el arqueólogo Elías Carrocera halló vestigios de la ocupación del bastión datados en la Edad del Hierro. A comienzos del siglo XX, fueron encontradas en su recinto monedas de época romana. Su destino de vigía de la boca del Cantábrico en San Esteban perdura hasta nuestros días, cuando el viajero vislumbra el perfil de su Torre del Homenaje alzándose en la cima del peñón sobre la ría. Desde los días del Magno, el antiguo castro pasó por muchas manos. La de los monjes de Cornellana, la de Gonzalo Peláez el conde independentista, los Trastámara o las casas de los Quiñones y los Miranda-Valdecarzana. A sus pies atracan las lanchas anguleras de los vecinos del barrio El Castillo y hasta allí llegaban los pasos de los caminantes jacobeos para embarcarse a cruzar el Nalón hasta El Forno, ya en Muros.

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En una de las crónicas que escribió el poeta Rubén Darío desde estas mismas riberas alude de pasada a la silueta de la torre de San Martín y el reflejo de las almenas de la cerca de piedra en la ría. Habla de cómo, en apenas milla y media ría adentro, pasa el mundo de la historia humana simbolizado en el castillo para encontrarse con las fuerzas de la naturaleza en estado puro al desembocar en la playa de Los Quebrantos. Recostado en su arena gris cuentan que amanecía el autor de las 'Prosas profanas' con una botella de ginebra en la mano. Luego se refrescaba en una fuente cercana al muelle de La Arena, se componía el pelo y el lazo sobre la camisa de seda, y regresaba caminando hasta su pensión en Riberas, saludando con mucha educación lo mismo a aldeanos que a indianos con los que se cruzaba durante el trayecto. Dormía unas horas y, a primera de la tarde, llegaba a la fonda un rapaz para llevarle el artículo al correo en San Esteban.

Hablando de la eternidad, recordaba Borges que a Darío le fascinaba la historia que relata una cantiga del Alfonso X el Sabio: la del fraile que se queda dormido escuchando el canto de un mirlo y cuando se despierta han pasado doscientos años. Le sucedió algo parecido a un monje navarro que peregrinaba a Compostela por la ruta del Norte. Venía desde La Soule con otro hermano del convento que enfermó en Pasajes. Él siguió viaje en solitario. Llegó por el Camín Real hasta la orilla del Nalón y oteó el Castillo donde unos pescadores le habían dicho que podía embarcarse para cruzar al otro lado. Era una tarde soleada de comienzos de verano y el fraile sintió hambre, a un lado de la senda vio una cerezal. Dejó pasar el tiempo extendido sobre el prado y degustando plácidamente cada fruto de los racimos. En una de las cañas del bosque cercano, se oía cantar un malvís. Al peregrino le pareció estar escuchando los coros del cielo. Se durmió acariciando aquella música que rimaba con las aguas del río.

Lo despertó bruscamente el sonido de una descarga, se restregó los ojos y vio al fondo las torres del castillo incendiadas. Un labriego asustado le contó que el Rey de Castilla había tomado el bastión: «¿Querrá decir el Rey de León? Don Alfonso Emperador». «El Rey don Juan II de Castilla, a quien todos servimos», respondió el campesino. Habían pasado tres siglos y hasta el camino por el que iba a Compostela había cambiado de reino.

«Se echan en falta más albergues públicos»

Manuel Vázquez Prada, presidente de la Asociación de Amigos del Camino del Bajo Nalón

P. A. M. E.

Manuel Vázquez Prada es presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en el Bajo Nalón, que engloba los concejos de Soto del Barco y Muros de Nalón. Desde el colectivo contemplan con optimismo el horizonte abierto por el Año Santo: «Ya el verano de 2021 pasaron por la zona bastantes más peregrinos de lo que es normal y el doble Jacobeo que tenemos creo que puede ser una ocasión extraordinaria para que tanto el Camino Primitivo como el de la Costa se conozcan mejor y se frecuenten más». Entre las asignaturas pendientes, observa «especialmente en la ruta costera que no hay demasiados albergues públicos y se echan en falta, ya que de privados estamos bien servidos». Respecto a la huella de las peregrinaciones en estos concejos, destaca «las imágenes que hay de los principales santos vinculados al Camino: Santiago en la parroquia de Ranón, al que acompaña en el altar San Roque, y San Martín de Tours en Soto del Barco, además de la importancia histórica del Castillo de San Martín en la desembocadura del Nalón. Hasta la construcción del puente de La Portilla, los peregrinos cruzaban la ría por las dos barquerías que hubo en ambas orillas».

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