«La exposición precoz a las pantallas puede tener consecuencias importantes»
Pediatras, psicólogos y pedagogos apoyan las medidas que impulsará el Gobierno para proteger a los menores en el entorno digital
A las ocho de la mañana, Nacho Méndez, psicólogo general sanitario, entró ayer en el aula de 4º de la ESO del centro en el que trabaja como orientador. Los estudiantes estaban todavía despegándose el sueño de los ojos, cuando les mandó sacar papel y bolígrafo, a la vieja usanza, y apuntar las horas que pasan cada día con el móvil delante de las narices. «Tres horas y media, cuatro, cuatro y media, cinco, cinco y media», escribían los alumnos, sin darse cuenta de que ese tiempo que dedican a Instagram y TikTok resulta escalofriante. Tienen quince años, algunos –los menos– acaban de cumplir dieciséis y, por tanto, todos ellos se verían afectados por la ley que quiere impulsar el Gobierno para proteger a los menores en el mundo digital.
Esa normativa incluye, entre otras medidas, subir de los 14 a los 16 años la edad mínima para poder tener una cuenta en una red social. Muchos de estos chavales reconocen que sería adecuado para vivir «alejados de los peligros de la red», pero otros aseguran que es «una tontería porque igualmente van a poder acceder» y no les falta razón. Por eso, Méndez recuerda que «el problema no es el uso de las pantallas 'per se'», sino todo lo que dejas de hacer por su culpa. «Si un chaval llega a casa a la hora de comer y está solo hasta la cena, se encuentra con un aparato que le permite no pensar y no sentir durante mucho tiempo».
Igualmente, él confía en la juventud: «La pantalla no es el demonio. Si a un niño le das a elegir entre estar con el móvil o estar con sus amigos, va a elegir estar con sus amigos. Lo que pasa es que, en los momentos de soledad, recurren al móvil en lugar de dejar que aparezcan otras acciones como la lectura o la creatividad».
De todo ello también es consciente Reyes Mazas, pediatra y coordinadora del grupo de Educación para la Salud de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria, quien aplaude la decisión gubernamental de hacer que los pediatras incorporen a sus tests habituales preguntas que permitan identificar de forma precoz el uso abusivo o la adicción a las pantallas. «La mayoría de nosotros ya lo estábamos haciendo, especialmente, en casos con síntomas de problemas de comportamiento, de atención o de sueño».
Es bastante habitual que surjan los incomodidades en los niños, teniendo en cuenta que «entre los diez y los doce años» ya tienen su propio teléfono. «Cada vez se les regala antes, a muchos por la Primera Comunicación», se lamenta.
Este obsequio no es un juguete cualquiera porque «la exposición precoz a las pantallas puede traer consecuencias importantes para el desarrollo de la infancia», tales como «retrasos en el desarrollo del lenguaje, déficit de atención, interacción social limitada» y también problemas de salud mental como ansiedad y depresión.
Ante este panorama, Mazas hace hincapié en la necesidad de «establecer tiempos sin pantallas como durante las comidas y antes de dormir». Y además, recuerda a los padres que deben ser referentes: «Tienen que mostrarles cómo se puede usar la tecnología de manera responsable y equilibrada. De nada sirve que pongan normas, si ellos se las saltan».
Con su argumento, coincide otro pediatra, Venancio Martínez, quien es partidario de «explicar a los padres los riesgos que puede tener el uso inadecuado de este tipo de utensilios» desde edades muy tempranas. «Vemos por la calle carritos de bebé con un soporte para el móvil y eso tendrá consecuencias, desde obesidad hasta conductas impulsivas y agresivas», indica y recalca que es «una adicción, aunque no haya drogas».
Siendo conscientes de la gravedad de este asunto, la pedagoga Nerea Riveiro anima a las familias a mantener una política de cero pantallas hasta los tres años y luego, según vayan creciendo, escribir un contrato, es decir, «un lugar donde estén apuntadas las normas, los lugares y los momentos en los que la tecnología tiene cabida».
Con esa idea clara, aplaude las medidas del Gobierno para proteger a la infancia, pero recuerda también que se debería «regular el hecho de que haya menores en las redes expuestos por sus propias familias». Riveiro piensa por ejemplo en la 'influencer' Violeta Mangriñán que sube «hasta datos médicos de sus hijas» y, por eso, incide en que, además de mirar lo que hacen los niños con los móviles, hay que mirar lo que hacen los padres con la imagen de sus hijos en el mundo digital.