Albaricoque versus salmonete
El cordero y el pescado estaban más asequibles que nunca en los mercados gijoneses, a diferencia de la fruta, por las nubes
Para los ricos, albaricoque. Esta fruta era, sin lugar a duda, lo más caro de los mercados gijoneses de hace medio siglo; muy por encima, ... en proporción, a la carne de cordero. «Su precio», decíamos desde EL COMERCIO, «es para asustar a cualquier ama de casa. Estaba ayer entre 80 y 100 pesetas el kilo. Le siguen, a alto nivel, las cerezas, que se cotizaban por las 70 pesetas». El alto precio se explicaba por ser fruta que venía de lejos. «Hay que venderlo muy rápido, porque enseguida se pasa. Así es el caso de las fresas», explicaba una vendedora. «Su precio, por término medio, es de 64 pesetas kilo; sin embargo, las puede usted comprar atrasadas a 40, o quizá menos».
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Mejor que el comer fruta pasada era intentar indagar por los productos que sí estaban a buen precio. El cordero castellano, por ejemplo, vivía su época de oro, porque estaba primado por la Dirección General de Ganadería por 25 pesetas el kilo. «Esta cantidad la recibe el ganadero por todos aquellos corderos que den un peso superior a 14 kilos. Esto dio un resultado estupendo. Hace quince días costaba el kilo de lo tierno a 200 pesetas. Hoy vale a 160». Tirado: el lechazo entero estaba a 170; a 180 si era partido; la pierna lechal, a 200; el conejo a 120; los pollos, a 60, y el cerdo a 130.
Bajada en la Plaza
Andaba también barato el pescado, hasta el punto de que el salmonete había rebajado su precio máximo, de 225 pesetas el kilo, a 140. «Cuando, como hoy, vendemos más barato, debíen danos un premiu», comentaba una vendedora de la plaza, contenta por la afluencia de público. Y nosotros lo contamos en una nueva sección que se decía destinada «a cuantas mujeres regentan los hogares y hacen mil equilibrios para nivelar sus presupuestos y ajustarlos a un mundo loco en el que los productos básicos inician a veces una escalada que todos estamos obligados a tratar de frenar, vigilando precios, pesos y calidades». «Vaya para ti, ama de casa», decíamos a escasas líneas de informar sobre la pérdida masiva de cebolla de aquel año y, con ello, de su altísimo precio, «este tímido y primer escarceo por el mundo que es tu continua preocupación». Y que no era cosa fácil.
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