La importancia del calado
EL COMERCIO propone prolongar el ferrocarril de Langreo y del Norte hasta el muelle de Santa Catalina para facilitar los atraques y descargas
No es que pidiéramos nada del otro mundo, es que nos lo habían prometido. Concretamente en 1892, año en el que visitó Asturias Práxedes Mateo ... Sagasta, a la sazón presidente del Consejo de Ministros, cargo en el que ahora repetía. Por entonces, el político había reconocido «la necesidad de mejorar y ampliar este puerto, abogando públicamente por él».
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Seis años después, resultaba que «aquí no hay aún más medios para embarcar carbones que los que existían en aquel entonces, propiedad de empresas particulares, instalados en muelles a donde solo pueden ir a cargar, pagando, buques de poco calado; siendo así, y esto es lo anómalo e inverosímil, que en el puerto de Gijón existen muelles públicos de magnífico fondo y en los que con toda comodidad y sin riesgo de perder la marea pudieran cargar buques de mayor tonelaje».
Pero las cosas de palacio, ya se sabe, van despacio. Y esa lentitud acarrea, siempre, consecuencias lamentables. En el caso que nos ocupa, recordaba EL COMERCIO «lo sucedido a los vapores 'Galea', 'Gijón' y 'Julián', que con 15 pies de calado no pudieron salir de aquellos muelles a la hora de pleamar, mientras que el vapor 'Cartuja', con 16 y pico, salió sin dificultad ninguna, hora y media antes de la marea, del muelle de Santa Catalina, al que había atracado para abarrotar con cajas de vidrio y loza, hierro y otras mercancías, pues sabido es que los minerales y combustibles parecen privilegio exclusivo de los muelles particulares».
Carboneros sin medios
Ahora, con la guerra de Cuba, la alarma era aún mayor. Estando la ciudad, como España entera, «ansiosa de facilitar cuantos medios se precisen para la lucha entablada con la absorbente Yankilandia». Medios habría, pero, desde luego, no carbón desde Gijón, al parecer.
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¿La solución? Empezaba, según el opinador, por la prolongación de los ferrocarriles de Langreo y del Norte hasta el muelle de Santa Catalina, «donde los buques con 16 pies y medio de calado atracan perfectamente». La urgencia así lo requería. Queríamos, ya lo ven, ser carboneros de tomo y lomo... pero no siempre llueve a gusto del pobre. Todo se andará.
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