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Múgan y Hickey, en el O'Connells.

Irlanda desde San Lorenzo

Años después del alto el fuego del IRA, el acuerdo de Viernes Santo sellaba el fin del conflicto. Así lo veían los afincados en Gijón

Viernes, 26 de mayo 2023, 01:40

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1998. Hace 25 años.

Escepticismo, pero también esperanza. La comunidad irlandesa en Gijón veía así el final de la lucha armada del IRA en Irlanda del Norte, firmada por medio de un alto el fuego cuatro años atrás, y los pasos hacia la paz echados a andar con el Acuerdo del Viernes Santo, recién confirmado por referéndum. El conflicto había durado tanto que costaba mucho vislumbrar una Irlanda del Norte pacificada, y, por ejemplo, Maureen Lawton, de Dublín, directora de las academias Lawton, confiaba en el proceso, aunque afirmaba que «la paz supondría perder mucho dinero para determinadas facciones que se han visto enriquecidas». Lawton afirmaba haber visto, en su última visita a Bally Way, profusión de mansiones producto de los réditos del «contrabando, drogas y otros 'trapicheos' dirigidos por personajes que defenderán el nacionalismo en pro de sus intereses para mantener su imperio».

David Múgan, de 25 años, y Dermot Hickey, que regentaba la taberna irlandesa O'Connells, tenían una visión mas positiva. «Si la imagen pública de Irlanda mejora, ya que debido a los conflictos se ha visto muy perjudicada, pues eso será bueno para todos», decía el segundo. En el otro margen del asunto, un nacionalista convencido, Nollaig O'Deioluin, se mostró de acuerdo con la paz, apreciando «similitudes entre los problemas vasco e irlandés, y piensa que con el primero también podría buscarse una solución similar». Tiempo al tiempo.

«Siglos de opresión...»

«Ni la lengua ni la cultura vasca han sufrido tanta opresión como nuestra lengua y cultura», enmendaba a O'Deioluin Múgan. Diferencias de criterios, pero las comparaciones estaban a la orden del día. «Los chistes de los ingleses hacia nosotros son como los que hay en España con los de Lepe, y eso a veces no hace gracia», nos decía Deirdre Buckley, católica, de Dublín, profesora de inglés desde hacía una década en Gijón. Y el más tajante: William Buckley, titular de la farmacia Escalera y expresidente del Rotary Club. «Siglos de opresión corren por mis venas y participo de la memoria colectiva de un pueblo humillado y roto por la soberbia brutal de la pérfida Albión». Ahora, por fin, la paz.

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