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Uno de los coches siniestrados en el caos circulatorio.
Historias de Asturias

'Kamikaze' en la ciudad

El ladrón de un Seat 850 causó el pánico en Gijón transitando con el coche a gran velocidad sobre las aceras

Martes, 25 de abril 2023, 00:53

1973. Hace 50 años.

Éramos pocos y parió la abuela. Si hace medio siglo Gijón ya se veía sumida en un caos circulatorio, producido por el cambio de direcciones que conllevó el corte por el paso subterráneo de La Escalerona, no ayudó, precisamente, que por esos días también decidiera ponerse en acción un 'kamikaze'. La primera circunstancia, la legítima, había generado que los vehículos se vieran obligados a tomar las calles de Cabrales, Jacobo Olañeta o Jovellanos. «Son calles estrechas, los hábitos de los conductores son tenaces, y como consecuencia las colisiones se producen con mucha frecuencia». Había que poner mayor atención a la vía si no se quería que el coche acabase como el que retrató, en nuestro ejemplar de hace hoy 50 años, Vegafer: totalmente chafado.

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Pero lo que no podía evitarse, de todas todas, era la estupefacción en torno al segundo de los sucesos. Ocurrió que un amigo de lo ajeno robó un Seat 850, el correspondiente a la matrícula O-113.563, y se dedicó a transitar con él a gran velocidad «por la calle Corrida, plaza de José Antonio, Felipe Menéndez y otras sobre las aceras, causando verdadero espanto a peatones y a cuantos pudieron ver la sin par imprudencia temeraria de su conductor». Los agentes de la autoridad no lo tuvieron nada fácil, pero al final -«tras varias vueltas por el centro de la ciudad»- consiguieron capturar al peligroso 'caco'. No sin violencia: «Uno de los motoristas precipitó su moto contra el vehículo, consiguiendo la inmovilización de este», contamos.

No pudo ser de otra forma. El conductor y, a la par, ladrón, se encaró a los agentes, teniendo que ser reducido para su traslado a comisaría. Había robado el coche semana y media atrás, en Mieres, y en su trasiego por Gijón, ese día, colisionó contra varios vehículos estacionados en la vía pública, aunque, por fortuna, sin que hubiera que lamentar daños personales. Muchos testigos quisieron dejar ese día constancia, por medio del contacto con EL COMERCIO, «que el comportamiento de la pareja motorizada fue ejemplar, y que uno de ellos arriesgó, sin duda, su propia vida en la captura». Gracias a ellos no hubo una desgracia.

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