Reyerta en la calle Dolores
Una multitudinaria pelea familiar acabó con dos muertos y varios heridos en la Casa de Socorro, a donde se trasladó el alcalde
Domingo, 4 de junio 2023, 01:47
1973. Hace 50 años.
Reinaba la confusión. Solo estaba claro el resultado de la trifulca que hace ahora medio siglo conmocionó Gijón: dos muertos, M. J. M., de 42 años, y J. V. J., de 48. El primero de Gijón; el segundo de Mieres. Entre medias, un sinfín de heridos y de idas y venidas a la Casa de Socorro, en donde M. J. M. llegó a ingresar con vida, pero por poco tiempo. ¿Qué ocurrió? «La versión más aproximada que hemos recogido», atinaba a decir EL COMERCIO, «es que J. V. J., una de las víctimas, había venido de Mieres a ver a sus familiares, popularmente conocidos por 'Los Pilinos' (...) Sin que se sepan las causas (...) el caso es que miembros de esta familia tuvieron algunas discusiones con J. A. P. A., así como con otros dos hermanastros llamados J. J. J. y J. M. J., este último de 22 años y el anterior de una edad ligeramente superior».
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Fue el momento en que comenzó la pelea: horas antes y en otro barrio, concretamente, en el bar 'Las Seis Guitarras', en Cimadevilla, propiedad de uno de los contrincantes. Las discusiones duraron hasta la madrugada y al día siguiente, a primera hora de la mañana, los tres hermanastros se presentaron en la casa familiar de J. M. J. Armados de navajas y de puñales, mientras uno de los parientes de M. J. M., en casa, limpiaba una escopeta. No acaba bien lo que mal empieza.
Hubo gritos, muchos. Y sangre, más. La Guardia CIvil no tardó en llegar, pero para entonces ya había ocurrido todo: los dos hombres yacían en el suelo y un tercero, J. A. P. A., estaba acorralado por los hermanastros. Solo uno pudo ser detenido en el momento. Los otros dos se dieron a la fuga, «sin que hasta la fecha hayan sido localizados», decíamos hace 50 años. En medio de todo el caos, un misterio: la escopeta de la familia J. M., apareció con la culata rota, totalmente destrozada, «sin haber sido utilizada el arma, al lado de la cual había una canana con una completa carga de cartuchos». Una explicación plausible era que las mujeres de la casa hubieran decidido inutilizar el arma, «en evitación de mayores pérdidas humanas». Que ya bastantes fueron: hasta Luis Cueto Felgueroso, el alcalde gijonés, se personó ese día en la Casa de Socorro. De no haber mediado la sensatez femenina, quizás ahora hubiéramos estado hablando de una auténtica masacre.
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