El brutal crimen de Ruedes
Encarnación mató a golpes a su madre en connivencia con su marido y con el mozo de labranza para quedarse con su casa
Miércoles, 4 de octubre 2023, 01:13
Una de las secciones más populares en el primer tercio del siglo XX quedó borrada de un plumazo al terminar la Guerra Civil: no había crímenes. No se hablaba de ellos, al menos, y aunque fueran comunes. El ascenso al poder del régimen franquista produjo que, en los años de la posguerra, se tratase de transmitir una paz que no era tal. Esa era la regla, pero el crimen de Ruedes fue la excepción que la confirmó: imposible tapar el que había sido uno de los casos más comentados de los años 40. Se juzgó hace ahora 75, y gracias a la crónica del juicio, publicada en nuestra cuarta plana, supimos que, al menos según en palabras del fiscal, en abril de 1942, «puestos de mutuo acuerdo los encausados Encarnación H., el marido de esta (fallecido en prisión) y el mozo de labranza Vicente C., perpetraron la comisión de un delito: dar muerte a la madre de la Encarnación».
Lo hicieron con enorme alevosía. «Hallándose la interfecta inclinada ante el fogón preparando unas 'fariñas', fue sorprendida por Vicente C., el cual, agarrándola por detrás, la hizo caer al suelo, mientras la Encarnación le ayudaba a golpearla con pies y manos, y como la víctima pidiera auxilio, le tapó la boca con el pañuelo que llevaba la anciana sobre la cabeza. Mientras se desarrollaban estas escenas, el marido de Encarnación aguardaba los acontecimientos en la taberna». Habían cometido el crimen, presuntamente, para quedarse con la casa de la víctima; a cambio del sicariato, Vicente C. «recibiría una pequeña suma de dinero y un corte de traje».
Se pedía la pena de muerte. El defensor de la hija poco pródiga, sin embargo, alegó que había de absolverse a Encarnación, «teniendo en cuenta que la clase de crimen cometido es de tipo brutal y fue realizado por una persona anormal, con el mismo ensañamiento que lo hubiera ejecutado un gorila en estado de embriaguez». Así como lo leen, él lo dijo y nosotros lo contamos. «Considerando que no se trata de una persona de mentalidad corriente, precisamente por esto, pide la absolución de la máxima pena». Para Vicente C. se pidió lo mismo por tratarse, decían, «de un sujeto de acusada debilidad mental». Entre todos la mataron y ella sola se murió.