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Así lo contó EL COMERCIO.
1923. Hace 100 años

Cruzada contra los caciques

Al calor del nuevo régimen de Primo de Rivera, EL COMERCIO proclamó la necesidad de limpiar políticamente la ciudad

Sábado, 7 de octubre 2023, 00:26

Era un objetivo, sobre todos los demás, el que sustanciaba el programa político de Miguel Primo de Rivera, devenido en dictador de España en septiembre de 1923: la lucha contra el caciquismo, aquel sistema criado bajo el paraguas de la restauración borbónica y que ahora se extendía por toda la geografía del país. Como ya lo había prevenido a principios del siglo XX el regeneracionista Joaquín Costa, para emprender semejante empresa había que ser un auténtico «cirujano de hierro», y Primo, obviando otras tesis de Costa, se autodenominó como tal. De modo que acabar con los caciques, o al menos intentarlo, se puso de moda hace un siglo, y tal día como hoy EL COMERCIO propuso limpiarlos de la villa de Jovellanos.

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Aquí también los había, aunque el artículo, titulado 'Ante el adecentamiento de Gijón', no los nombró, sabedor de que ya era suficiente con el resto para salir «del tono plácido y mesurado que siempre ha sido norma de nuestros escritos». «Viene Gijón sufriendo desde hace tiempo las demasías en que pensó asentarse un caciquismo que se revuelve ahora entre su cieno», decíamos, «para dar señales de que entre su propio cieno no se ahoga. Por dos veces, imprudentemente, sin limpiar en reciente ocasión la pasada conducta, se ha visto metido nuestro pueblo en la sentina, con la sola protesta de EL COMERCIO, pues los inspiradores de otros órganos se arrimaban a los que creían en proximidad de total mando».

Ahora, tal vez, el momento había llegado: «Estamos dispuestos a colaborar en la limpieza de Gijón, y en ese camino nadie nos detendrá. Lo haremos sin violencias, si se respeta nuestro generoso intento. Y advertimos a los que se dedican a laborar en la sombra, azuzando a los demás que si persisten en sus caciquerías, los desenmascararemos». Caiga quien caiga. «Y si alguna vez tenemos que mezclar a personalidades y centros respetabilísimos en nuestros juicios, no crean unas y otros que es por falta de consideración y acatamiento, sino por todo lo contrario: para defenderlos de los profesionales de la ligereza, que jamás pudieron haber soñado con beligerancias de trato que tantas alas les han dado». Al cocer, sin embargo, todo menguó.

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