Etimología del 'chorar'
Robar, renegar, criticar... Adeflor reflexionó sobre los significados de una palabra que en Gijón adquiría otra dimensión más picante
Pocas cosas había que no supiera contestar don Alfredo García, nuestro 'Adeflor', director de EL COMERCIO a la sazón y columnista, muy prolífico y variopinto, de nuestra contraportada. Hace 75 años, le tocó el turno a la etimología del verbo 'chorar', aparentemente por encargo de «una señora forastera y castellana» que, de veraneo en Gijón, no cesaba de escuchar semejante 'palabro'.
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La Real Academia de la Lengua daba una definición poco precisa: 'chorar', según el diccionario, procede del caló 'chorar', y significa 'hurtar o robar algo'. Pero no era así más allá de la capital. «En los barrios bajos de Madrid, y aún en los altos», aclaraba Adeflor, «llaman 'chorones a los que sienten inclinaciones a apoderarse de lo que no es suyo.
Pero también hay otro verbo, que se usa mucho en Chile, que es 'chorear', que significa renegar, echar pestes y criticar ásperamente».
En Gijón le dábamos otro significado más. «Aquí eso de 'chorón' es un localismo. Ni siquiera es bable», decía nuestro director. Parece ser que, por entonces, 'chorones' se les llamaba en la villa de Jovellanos a los 'viejos verdes'. Decíamos: «Son los que se dedican al amor, no estando en edad para ello. Pero no hay que confundirlos con los 'Hilariones', como aquel de la 'Verbena de la Paloma', que andaba en estos trotes, pasando de los 70». Se refería García a aquel de 'Una morena y una rubia / hijas del pueblo de Madrid'... Pero no. «Nuestros 'chorones' son los hombres, llamados de 'cierta edad', que cuando quieren lanzarse a rendir culto a Terpsícore recuerdan los 'schotis' (sic), las danzas y las mazurcas de su juventud, y detestan los bailables modernos, porque no los entienden, con ser, en el fondo, lo mismo, con ciertas modificaciones y arabescos».
Como quien hoy en día se queja del 'reggaeton', podría ser. «Y también son 'chorones', y quizá los más auténticos, no pocos solterones que todavía, entre los 50 y 60 años, miran con ojos de carnero moribundo a las chavalas juncales y a los 'guayabos' y 'bombones', como si para esas dulzuras tuvieran paladar disponibles». En resumen: «Un 'chorón'», en Gijón, «es un ladrón... de corazones». Ahí queda.
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