Un fin de año tormentoso
El temporal produjo innumerables desperfectos en la ciudad y generó el caos en los buques surtos en los muelles
ARANTZA MARGOLLES
Domingo, 31 de diciembre 2023, 01:00
Se nos marchaba 1898 con la misma borrasca con la que había transcurrido. Esta vez, sin embargo, lo de la tormenta no era una metáfora facilona sobre la situación política de un país que acababa de perder sus colonias, sino algo literal. Se nos caía el cielo encima, y de qué manera: hace 125 años, los gijoneses despidieron el año, según contamos desde EL COMERCIO, con un fuerte temporal por el que cayeron «grandes aguaceros, acompañados de viento borrascoso y huracanado y levantándose gran marejada». «Sus estragos han sido de consideración», decíamos, sin medias tintas. Por todo Gijón se habían caído al suelo vallas, tejas y otros materiales (afortunadamente, sin tener que lamentar daños personales); el muro de contención del balneario 'La Cantábrica', que ya no existe, pero que estaba «situado tras de la iglesia de San Pedro», resultó con varios desperfectos; y a las cuatro de la mañana, «hora en la que la marea había subido por completo, rebasó la mar la calle de Ezcurdia y penetró en las travesías de esta, dejando en aquellos sitios gran cantidad de arena arrastrada desde la playa».
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No fue lo peor. Por entonces aún había huertas alrededor del arenal, y casi todas fueron arrasadas por nuestro particular maremoto; «destruidas muchas paredes y casetas e inundadas las casas de las calles de Ezcurdia, de la Playa y otras, viéndose algunos inquilinos de los bajos de dichas casas obligados a desocupar las habitaciones». No se supo si eso -lo de que decenas de familias se quedasen sin una cena de Nochevieja tranquila- fue peor que lo que se vivió en el puerto. Según opinión, suponemos, porque tampoco fue moco de pavo lo que se vivió allí, con los pitos de los vapores sonando continuamente para demandar auxilios de los prácticos. Contra el muro de Fomento se deshizo una bujeta, y, en la dársena, perdieron sus amarras los vapores 'Porcilla', 'Chindor' y 'Anselmo', que se estrellaron contra los muros; y el vaporcito de pesca 'Martina', «que desde la noche anterior se hallaba corriendo el temporal, habiendo tenido momentos de peligro, pues llegó a faltarle la máquina», se las vio y se las deseó para tomar puerto. También la entrada del 'Víctor', que venía de Bilbao cuando, al buscar refugio en el abrigo de Torres, perdió una de sus anclas. fue de las que no se olvidan. Entre vientos huracanados, mareas enfurecidas y truenos constantes: así se despidió, ¡qué pena!, 1898.
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