Historias de una ciudad
El Gijón de hace un siglo también se contaba, a veces, mediante largos de decomisos, cierres de tabernas, atracos y riñas entre pescaderas
Viernes, 3 de noviembre 2023, 01:13
No todo podía ser bueno. Como toda ciudad de importancia, Gijón también tenía sus historias propias de bandoleros y timadores; de agresiones y de delincuencia; de malandrines y de bajos fondos. Claro que había días más intensos que otros, y el de hace ahora cien años, desde luego, lo fue. Todo se condensó en nuestra segunda plana, comenzando por el grave tinglado ocurrido en la Pescadería, algo que, afortunadamente, ya no era tan habitual:: «Hace mucho tiempo que los escándalos en la plaza del Pescado, que eran considerados como algo típico (...), habían sido corregidos en gran parte». Pero todo vuelve. Resultó, según contó EL COMERCIO, que dos pescaderas, Etelvina R. y Ramona M., la emprendieron a tortas «al discutir a quién correspondía la ocupación de un puesto».
Les cayó multa de la Alcaldía, como al importante número de tabernas que fueron sancionadas esa semana por no hallarse «en las debidas condiciones higiénicas». Fueron once en total, distribuidas por Numa Guilhou, Santa Catalina, Innerárity, Dindurra y Begoña. No se especificó más, y casi mejor, porque los detalles, que se reservaban para los decomisos en el mercado de Jovellanos, no son agradables de leer. La inspección veterinaria en este lugar había llevado a los técnicos a marcharse con un montante cuantioso de «vísceras de reses no sacrificadas en el matadero municipal».
Olvido, al calabozo
Riñones de vaca, concretamente, que estaban en posesión de Olvido F., una vendedora de San Martín de Anes que trataba de ocultar (o quizás ni siquiera ella lo sabría) que los despojos que vendía «presentaban evidencias de haber pertenecido a reses enfermas». La multa fueron cinco duros que Olvido se negó a pagar, acabando, en consecuencia, en el calabozo.
¿Y los atracos? Hubo uno, en singular, pero destacado: en el muelle, dos rateros penetraron en el velero 'Jesús María', de matrícula de El Ferrol, llevándose con ellos «dos cabos o cuerda de las que se utilizan para amarrar los barcos u otras faenas de a bordo». Se detuvo a uno, y cantó: su acompañante había sido el apodado , 'Soperón', conocido 'lumpen' local. ¡Una jornada agitadísima!