La huida del sátiro de Ceares
Mientras cazaba en las inmediaciones de Ceares, un hombre fue testigo del intento de violación a una niña. Logró frenar al atacante
Lunes, 13 de noviembre 2023, 01:17
Pudo haber ocurrido una atrocidad. Una de esas que no se contaban, o, de hacerlo, se narraban con la voz baja. EL COMERCIO usó pocas palabras para narrar el suceso, pero bastaban más que de sobra para el buen entendedor. Hace cien años esta semana, «una muchacha de unos 12 a 14 años se dirigía por Ceares a una fábrica, sita en El Llano o sus inmediaciones, llevando la comida para su padre, cuando al bajar por el camino que desciende paralelo a la tapia del cementerio católico se vio inesperadamente sorprendida por un sujeto que quiso hacerla víctima de torpes y repugnantes maquinaciones. La infeliz muchacha, al verse atacada por el sátiro, comenzó a gritar demandando socorro».
Por fortuna, por las inmediaciones se encontraba un hombre «que, al parecer, trabaja en la fábrica de los señores Laviada y Compañía, y que se encontraba cazando por aquellos lugares» que, hace un siglo, aún escapaban de la urbanización. Testigo de la agresión, el cazador cargó la escopeta y salió en persecución del atacante, logrando frenar el intento de violación. Huyó el sátiro, como alma que lleva el diablo, «sin que pudiese ser detenido». La historia tuvo un final feliz que, sin embargo, pudo haber sido mejor.
Porque, además, luego reinó la confusión. La niña, preguntada a las pocas horas por la Guardia Civil del puesto de El Llano, acabó acusando -no se sabe en qué circunstancia- a un tal Emilio A., trabajador de la Patronal. Fue detenido con gran celeridad por Víctor Sánchez, guardia municipal del distrito de El Carmen, quien, por medio de un intenso boca a boca y de taberna en taberna, acabó enterándose que podía hallarlo «en los comedores de la Asociación Gijonesa de Caridad, cenando». Fueron unas diligencias extraordinariamente rápidas: allí, en efecto, encontraron los guardias al interfecto, que fue trasladado a El Llano. Y el chasco fue absoluto. «Presentado a la muchacha, esta dijo que no era él el autor del brutal delito, por lo que se le puso en libertad». ¿Se habrían equivocado de Emilio o quizá, en la confusión, la joven, apenas una niña, no discernió bien? Una victoria, en cualquier caso, aunque exigua.