Un itinerario para ir y otro para volver... del fútbol

No era la década de los 40, ni siquiera a finales, muy dada a la abundancia de coches -particulares, al menos-, pero sí a los tumultos automovilísticos, a tenor de las disposiciones viales que se hacían en los días de partido. Los coches, taxis o autocares que para trasladar aficionados a El Molinón hubieran de dar varios viajes deberían seguir, según contaba EL COMERCIO, un itinerario predefinido. A saber: para la ida, de Álvarez Garaya a Palacio Valdés, Comandante Caballero, General Mola, Menéndez Pelayo, Molino, Avenida de Castilla y Ezcurdia, «hasta el lugar que indiquen los guardias de tráfico». Para el regreso: Ezcurdia, Avenida de Castilla, Molino o Rufo Rendueles, Jovellanos, San Bernardo, Munuza, Plaza de José Antonio y Álvarez Garaya. «Se encarece el cumplimiento de esas disposiciones», rogábamos desde nuestras páginas, «puesto que al no existir unión entre los dos itinerarios señalados ni los taxis y autocares podrían regresar inmediatamente después de la ida, ni los que deseen aparcar podrán hacerlo si siguen el que no les corresponde». Y mejor prevenir que curar.

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