Magnicidio en la calle Claudio Coello

Ha pasado a los anales de nuestra Historia. El 20 de diciembre de 1973, tres cargas antitanque colocadas días atrás en el subsuelo de la calle Claudio Coello reventaron el asfalto al paso del delfín de Franco e hicieron saltar por los aires al Dodge 3700 GT en el que viajaba. «Carrero Blanco, presidente del Gobierno, víctima de un criminal atentado», dijo nuestra portada del 21, desconocedora aún de que ETA estaba tras el atentado. Aquí, en Asturias, mientras en la capital un Franco ya senil pronunciaba aquella extraña frase del 'no hay mal que por bien no venga', también resonaron los ecos del atentado. Se suspendieron los actos públicos y los espectáculos; en el vestíbulo del Gobierno Civil, en Oviedo, se instalaron mesas con hojas de pésame y las banderas ondearon a media asta. En Gijón, el alcalde, Luis Cueto-Felgueroso Granda, mandó los perceptivos telegramas de condolencia «a la Casa Civil del Jefe del Estado, al Príncipe de España, al ministro de la Gobernación y a la viuda del ilustre estadista fallecido», y hubo, sin paliativos, incertidumbre. La Transición acababa de empezar.

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