Medianeras con ingenio
El nuevo plan de fachadas preveía la decoración de varios muros ciegos por medio del arte urbano
Eran, en Gijón, más de un centenar de paredes medianeras ciegas; sin decoración, peladas, tristes, vacías. «No tienen solución», decíamos hace cinco lustros. «El sino de los edificios que soportan este tipo de paredes consiste en ofrecer una cara opaca, ciega y desnuda que poco tiene que ver con el resto de su fachada. Se trata de las medianeras catalogadas como definitivas para las que el Ayuntamiento de Gijón ha previsto una solución que comienza a dar resultados». Una a la que hoy en día ya estamos acostumbrados, pero no tanto en las postrimerías de nuestro viejo siglo XX. El arte urbano, los 'graffitis' o, popularmente (aunque no sea lo mismo), las 'pintadas'. Aunque esta vez, eso sí, de forma legal y supervisada.
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Nos lo contaba Jesús Morales, por entonces concejal de Urbanismo en Gijón. Todos los diseños serían examinados por las autoridades «antes de dar el visto bueno a la empresa que quiere pintar las paredes ciegas», y el Ayuntamiento se haría cargo del cien por cien de los gastos, «excepto cuando la empresa que entra en el proyecto tiene fines publicitarios». Esa alternativa también era plausible, porque, según explicaba Morales, era «una forma de conseguir que sea la propia iniciativa privada la que pinte estas paredes aunque sea con mensajes publicitarios. Eso sí, vigilamos que los dibujos respeten la estética del entorno o, al menos, que no supongan una llamada de atención desmesurada».
Cielo nuboso en vertical
Había habido precedentes de la propuesta, aunque, hasta la fecha, la mayoría de dibujos realizados en las medianeras «son meras imitaciones de las fachadas del edificio. hasta tal punto se cuidan estas copias que son pocos los gijoneses que se han percatado de estos elementos más que decorativos, disimuladores de errores del pasado».
Lo más arriesgado de la ciudad pasaba, por entonces, por un cielo nuboso, pintado en el 41 de Dindurra. Aún nos quedaba mucho por recorrer, y aquellos primeros pasos fueron a tientas, pero, eso sí, con un presupuesto generoso: de algo más de doscientos millones de pesetas. El arte se hacía un hueco en la ciudad.
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