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El sacerdote con un cordero en una de las aldeas donde ejerce. E. C.

Víctor Márquez Pailos, sacerdote y escritor

«En el mundo actual resultan muy difíciles la gratitud y el perdón»

El pensador gijonés, antiguo prior de Silos, publica 'Sobre el deber de la gratitud', un lúcido ensayo de ética social

Miércoles, 12 de noviembre 2025, 22:55

Sacerdote y escritor, Víctor Márquez Pailos (Gijón, 1968) ha sido prior del monasterio de Silos y colaborador de este diario. Hoy ejerce como cura rural en la diócesis de Mondoñedo y Ferrol, con más de veinte parroquias a su cargo y acaba de publicar su ensayo 'Sobre el deber de la gratitud'(Apeiron). Nos habla de él y de su vivencia en el medio rural.

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–¿Es un deber la gratitud?

–La gratitud es quizás el único sentimiento susceptible de convertirse en deber. Los otros deberes lo son con independencia de los sentimientos. Y no hay obligación de ser agradecidos, es una ley interior, tiene un contenido emotivo tan fuerte que lo hace distinto a cualquier otro deber.

–¿Como tal, está devaluado en un mundo regido por el puro y duro beneficio material?

–Para algunas personas es muy difícil entender la gratitud, posiblemente porque tienen muy presentes los derechos. Vivimos inmersos en una cultura de los derechos conquistados con esfuerzo. En una cultura de los derechos, más que de los deberes, como es la cultura contemporánea, resulta muy difícil la palabra gratitud y también la palabra perdón. Esa palabra va unida a la gratitud. ¿Por qué voy a tener que dar las gracias a nadie? Es humillante tener que dar las gracias por algo que en definitiva yo merezco por mi esfuerzo o simplemente por mi condición de ciudadano libre, que me hace merecedor de unos derechos que otros antes han conquistado con esfuerzo. En una situación cultural como la nuestra, seguramente es muy difícil reconocer que necesitamos unos de otros.

–¿De eso va la gratitud?

–La gratitud y el perdón son muy importantes en la vida, muy valiosos. Son una especie de lubricante para que la gran máquina de la democracia, del sistema de gobierno y del estilo de vida que tenemos funcione de una forma engrasada. El lubricante es esa actitud agradecida y compasiva a los que nos hacen el bien y compasiva con los que nos pueden hacer el mal. Porque si no corremos el riesgo de caer en lo que estamos cayendo ya, una democracia crispada, que es la que nos viene actualmente.

–Hoy lo gratificante tiene un sentido utilitario. Se dice «Pinto porque es muy gratificante».

–Es una palabra que nos habla de gracia, de agradecimiento, de dar más de lo que damos. Eso es mucho más que decir cuánto nos gusta. Gratificante es una palabra bonita que nos acerca al punto medio, a esa solución de compromiso en el que se desarrolla la ética, una ética de la gratitud que es la que yo planteo.

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–¿Dónde podríamos localizarla?

–En el mundo pequeño, este mundo olvidado, marginal, que es el rural, hay una reserva fuerte de gratitud. Y de sabiduría de la vida y de calma. Nunca en mi vida antes, me había encontrado con tantas muestras de cariño y de gratitud a mi alrededor como ahora, con tantas personas que me dan las gracias por existir, simplemente. No porque yo sea ni mejor ni peor que nadie, ni porque sea especialmente altruista. Por existir, estar en medio de la gente, en el mundo de la aldea. Eso me ha removido a reflexionar y escribir este libro.

–¿Cómo ve el abandono de ese mundo?

–No soy sociólogo pero creo que el mundo urbano va a sentir la necesidad de ruralizarse y de transformarse para hacer ciudades más lentas, verdes, humanas y a la vez va a seguir existiendo ese otro pequeño, insignificante como la iglesia en un mundo cada vez más secularizado, por su presencia necesaria.

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