La polémica del síndrome post aborto, los matices de un diagnóstico que no existe
La propuesta de Vox para informar a las mujeres del «trauma» que puede sufrirse recupera para el debate una vieja controversia
Al debate político en blanco o negro le 'pinta' los grises la comunidad científica. «El término post aborto no existe, la clínica sí», señala como ... punto de partida Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM). La bronca en el Ayuntamiento de Madrid tras la aprobación el miércoles de una propuesta de Vox -con apoyo del PP y el rechazo del PSOE y de Más Madrid- para informar a las mujeres que vayan a abortar del «trauma post aborto» ha recuperado para el debate público un tema controvertido y ha generado una tormenta política con especial protagonismo para el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que ayer tuvo que rectificar y reconoció que este síndrome «no es una categoría científica reconocida».
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Lo que dice la ley
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El choque entre la propuesta de Vox y la ley de 2023 La propuesta de Vox de informar a las mujeres en los centros de salud sobre el «trauma posaborto de manera verbal y escrita» choca con la actual legislación nacional sobre salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo de 2023. En referencia a las mujeres que desean abortar, la normativa especifica en su artículo 17 que «en los casos en que las mujeres así lo requieran, y nunca como requisito para acceder a la prestación del servicio, podrán recibir información» sobre anticoncepción, ayudas públicas para las embarazadas, cobertura sanitaria durante el embarazo y el parto así como prestaciones para el cuidado de hijos, beneficios fiscales...
Los impulsores de la propuesta asocian a la práctica abortiva problemas de salud como alcoholismo, depresión o pesadillas. Una advertencia que choca con la realidad científica: el síndrome post aborto no existe en las clasificaciones actuales. «No lo está ni en la CIE 11 (Clasificación Internacional de Enfermedades) de la Organización Mundial de la Salud ni en el DSM-5 de la American Psychiatric Association», advierte la portavoz de la SEPSM. ¿De dónde surge entonces el término? «La sociedad pone sobrenombres a lo que ya tiene nombre», reprocha la experta.
El nombre al que se refiere son, en realidad, cuatro: «trastorno adaptativo depresivo, trastorno adaptativo ansioso, duelo complicado y estrés postraumático». Patologías «cuya prevalencia aumenta en relación a la conducta de aborto en mujeres vulnerables», apunta Díaz Marsá.
Y es esta circunstancia, la vulnerabilidad de las mujeres, ya sea por factores biológicos o ambientales, lo que hará florecer (o no) la sintomatología. «Que presente o no síntomas va a depender mucho de los rasgos de personalidad de la persona. En chicas más impulsivas, con menos capacidad de reflexión, que tengan unas circunstancias económicas o sociales adversas, unos valores que cuestionen esta práctica… podría manifestarse alguno de estos cuatro trastornos», reconoce la psiquiatra.
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El «rechazo y el reajuste emocional» de un embarazo no deseado
Tampoco tiene nombre ni es una patología, pero un embarazo no deseado tiene un fuerte impacto en la mujer, independientemente de sus circunstancias. Un shock que se manifiesta a través de emociones negativas: «Las más frecuentes e importantes son el miedo y la incertidumbre, que se traducen muchas veces en ansiedad. Tampoco es inusual que la persona sienta tristeza por lo que un hijo va a suponer de pérdida de su estilo de vida anterior, ira en forma de enfado consigo misma y culpa con reproches del tipo 'por qué me habré metido en esto'», explica la psicóloga Vanesa Fernández. En qué grado se manifiesten estas emociones dependerá de las características de la persona y de la situación, «pero en todos los casos habrá un rechazo porque es algo que no se quería». Lo ha visto varias veces en consulta. «El impacto emocional es algo muy subjetivo que va a depender mucho de cada una, pero el miedo es algo que sienten todas. También cuando han decidido abortar: hay algunas chicas que temen el propio procedimiento y a otras incluso les asaltan lo que se llaman pensamientos mágicos, asociaciones que no tienen que ver con la realidad del tipo '¿y si luego quiero tener un niño y no me quedo embarazada?'. Como si fuese un castigo divino». Una casuística que poco tiene que ver con los casos en los que el embarazo es simplemente inesperado. «En este caso hay sorpresa, claro. Y esa sorpresa va a exigir a la mujer una especie de reajuste emocional, pero no necesariamente va a experimentar emociones negativas».
Y cita entre los síntomas que podrían desarrollar «ánimo triste, rumiaciones en torno al hecho, insomnio, alteraciones de la ingesta, duelo traumático…». Aunque no hay evidencia científica de que esta sea una relación causa-efecto. «No implica que le vaya a suceder a todas las mujeres. Dependerá mucho de si tienen presión para abortar, de su vulnerabilidad biológica, de sus creencias en torno a esta cuestión… En mujeres convencidas que lo hacen sin presión, sin vulnerabilidad biológica… abortar puede que no tenga ninguna repercusión a nivel mental».
En la línea de esto último, un reciente artículo publicado en la web de la Asociación Americana de Psicología afirmaba que «más de cincuenta años de investigación demuestran que abortar no está relacionado con problemas de salud mental». Recogen una investigación hecha en Estados Unidos con 1.000 mujeres que se quedaron embarazadas sin desearlo: «Las que abortaron no fueron más propensas a reportar emociones negativas, síntomas de trastorno mental o pensamientos suicidas que aquellas que no lo hicieron». Desde la Sociedad Española de Contracepción han manifestado que «las mujeres que demandan una interrupción de embarazo tienen ya su decisión tomada y no presentan ningún problema psicológico previo ni posterior al procedimiento».
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«A unas podría afectarles y a otras no. Decir categóricamente sí o no no vale», insisten desde la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. Y ponen el acento en «la necesidad de prestar atención a la salud mental de la mujer».
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