Coronavirus en Asturias | Primaria se reinventa ante el COVID

Los centros de salud hacen el control de los casos aislados en domicilios, unos 8.600 afectados, pero también se ocupan de atender al resto de enfermos

LAURA TORRE

Domingo, 19 de abril 2020, 02:50

En la lucha contra el coronavirus, la partida no solo se juega en las UCIs, en las urgencias y en las plantas de hospitalización. También en los centros de salud, en los equipos de Atención Primaria y Atención Continuada, entre quienes se ocupan de las guardias, de los fines de semana, de las residencias geriátricas, de los seguimientos en domicilios... La labor de Primaria, que en la actualidad controla 6.600 casos sospechosos aislados en sus hogares (a los que no les han hecho prueba) y otros 2.000 confirmados, es fundamental para evitar el colapso de los hospitales. Es el muro de contención, pero su papel en esta crisis sanitaria va mucho más allá de mantener al COVID a raya. «Nos ocupamos también de atender al resto de pacientes que demandan atención por otros motivos de salud que no son coronavirus». Desde cuadros de gastroenteritis, caídas o sarpullidos, a cosas más serias como dolores torácicos o descompensaciones en personas con diabetes, hipertensión o asma. «No podemos bajar la guardia porque la población sigue enfermando», apunta la coordinadora del centro de salud de Laviada, en Gijón, la médica Carmen Muñoz.

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Cierto es que la demanda en el último mes ha bajado de forma radical. «La gente ya no viene por miedo al virus», reconoce esta facultativa, que asegura que «los pacientes se están portando muy bien, son muy compresivos». Pero así y todo la atención sanitaria en Primaria no se detiene. «Y además nos ha obligado a reinventarnos y salir de nuestra zona de confort, poniendo en marcha cosas que nunca habíamos hecho».

Situación especialmente acuciante fue la que tuvieron que afrontar los profesionales sanitarios de Grado. «La epidemia nos estalló a todos en la cara», admite el coordinador Rubén Villa, uno de los primeros facultativos en pisar la residencia moscona cuando el 20 de marzo saltó el brote de coronavirus que a lo largo de las siguientes semanas se llevó a 21 de sus 84 usuarios. El geriátrico de Grado fue el más castigado por el virus y el primero que la Consejería de Salud intervino médicamente, llevando allí a 17 profesionales de enfermería. Pero, a pesar de esa intervención, la atención médica siguió recayendo en el centro de salud moscón, que de hecho diseñó una agenda específica para pacientes del ERA (Establecimientos Residenciales de Ancianos). «Primero fueron cuatro contagios, al día siguiente 17 y luego más de 60. Fue muy angustiante. Lo ocurrido en la residencia fue tremendo, pero la labor del equipo del centro de salud de Grado fue encomiable. El compromiso y el gran esfuerzo de los profesionales es digno de destacar», rememora orgulloso.

Entre la vida y la muerte

Rubén Villa sufrió el coronavirus en sus propias carnes. De la noche a la mañana pasó de médico a enfermo. «Atendí los primeros casos de la residencia, pero al poco di positivo y me tuve que aislar en casa». Junto a él, otros tres facultativos, una enfermera, una administrativa y una celadora acabaron siendo víctimas del COVID. «Afortunadamente, todos nos hemos recuperado», apunta Villa, quien no duda afirmar que «lo que estamos viviendo es muy duro para todos».

La dureza a la que se refiere este médico pasa, sobre todo, «por la incertidumbre a la que te enfrentas día a día a la hora de atender pacientes con coronavirus, como fue en este caso en personas mayores. Te ves obligado a decidir casi entre la vida y la muerte. ¿A quién trasladas al hospital, a quién no? Encima, este virus genera cuadros que se agravan en pocas horas y el paciente que viste por la mañana y decidiste dejar en la residencia resulta que empeora por la tarde. Fue muy angustiante», insiste.

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El centro de salud de Grado llegó a pedir «asesoramiento de algún experto geriátrico que ayudara en la toma de decisiones. Contener la infección fue complicadísimo», afirma este médico justamente dos días después de que la residencia moscona dejara ya de estar intervenida por el Principado al considerar que el brote está controlado.

En medio de lo que está suponiendo este tsunami coronavírico, Rubén Villa no se olvida de algunos detalles que le «llegaron al corazón» y guarda menciones especiales para el Ayuntamiento de Grado, que les facilitó «los desplazamientos mediante taxis, mientras que Cruz Roja que nos dejó monos de buzo que tenían de cuando la alerta por el ébola», y también para el ingeniero moscón Iván Granda. «Nos diseñó pantallas faciales en su impresora 3D. Tuvimos un apoyo logístico importante y es bueno reconocerlo. El coronavirus sacó la mejor de nosotros y solo espero que los que salen a aplaudir a las ocho recuerden que es esencial mantener la inversión en investigación y en sanidad pública. Que no se les olvide a la hora de votar», dice entre risas.

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Pacientes tristes

El coronavirus obligó a blindar los centros de salud y, para limitar que los pacientes acudan de manera presencial y se expongan a contagios, la mayoría de las consultas son telefónicas. «Hemos tenido que aprender a ver a nuestros enfermos por teléfono», detalla Cristina García, coordinadora de Enfermería en Laviada.

«Eso te obliga a extremar la comunicación y fijarte en otros detalles. A veces, es agotador», añade Carmen Muñoz. Pero no solo realizan atención telefónica y domiciliaria, sino que también se ocupan de actualizar las recetas electrónicas, las bajas por incapacidad, que con el coronavirus se dispararon, el seguimiento de enfermos crónicos.

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Cuenta Carmen que muchos les «llaman simplemente porque están tristes y angustiados. Yo les digo que tranquilos, que esto va a pasar. Y es a ellos a quienes les dedico mi aplauso de las ocho de la tarde».

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