Cinco claves para gestionar los excesos de Semana Santa sin culpa ni castigo
Con la vuelta a la rutina tras las vacaciones puede surgir la idea de 'haberse pasado' y tratar de compensar conductas mediante restricciones y sobreesfuerzos
Terminan las vacaciones y con ellas llegan los recuerdos de comidas especiales, horarios alterados, menos movimiento, más descanso y, muchas veces, esa sensación incómoda de 'haberme pasado'. No tarda en aparecer esa voz interna que exige compensar: «toca portarse bien», «hay que quemarlo todo», «no debería haber comido tanto».
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La idea de compensar puede parecer lógica, pero en realidad muchas veces está sostenida por mecanismos de culpa y autoexigencia que poco tienen que ver con el bienestar real. Lo que empieza como un intento de retomar hábitos saludables puede convertirse rápidamente en un ciclo de castigo, restricciones y sobreesfuerzo.
Detrás de esa necesidad de compensar está el mandato de ser perfectos, de tener siempre el control. Y también la creencia de que el placer y el descanso tienen un precio. Desde esta mirada, el autocuidado deja de ser un acto de amor y se convierte en una exigencia más: una lista de cosas que hay que hacer para 'arreglar' lo que hemos hecho mal.
En consulta, muchas personas me cuentan con angustia: «Me siento fatal después de estos días», «necesito hacer ayuno para compensar», «voy a obligarme a entrenar cada día esta semana». Lo que subyace a estos mensajes no es el deseo de cuidarse, sino la presión por corregirse, por cumplir con un ideal de salud que no siempre es realista ni amable.
Desde la psicología, hablamos mucho del equilibrio como alternativa a la lógica de la compensación. Un equilibrio que no es perfección, sino escucha; que no se basa en extremos, sino en reconectar con lo que necesitamos hoy, aquí y ahora. Un equilibrio que se construye desde el respeto y no desde la urgencia de reparar.
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Comparto contigo algunas ideas para ayudarte a soltar la culpa y abrazar un cuidado más sano:
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1
Recuerda que el disfrute no se compensa. Comer con gusto, descansar, desconectar… no son errores. Son necesidades humanas y placeres de la vida.
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2
Evita los extremos. Pasar del todo al nada (o viceversa) solo alimenta el malestar. Vuelve poco a poco, con amabilidad y respeto hacia ti misma.
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3
Cuida tu diálogo interno. Observa cómo te hablas. ¿Te culpas? ¿Te exiges demasiado? ¿Te tratarías igual si fueses tu mejor amigo?
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4
Haz espacio para el movimiento desde el placer. Moverte no es un castigo. Encuentra formas de actividad que te conecten con el disfrute.
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5
Recupera tus ritmos sin prisa. Las rutinas vuelven solas si te permites retomarlas con calma y escuchar lo que necesitas.
- 6
Lo que tu cuerpo necesita después de un periodo más relajado no es que le castigues, sino que le escuches, que lo acojas sin juicio, que lo habites con más ternura.
Te lanzo esta pregunta: ¿Si en lugar de compensar, simplemente vuelves al equilibrio?
Porque cuidarte no debería doler. Y el bienestar no nace de la exigencia, sino de la comprensión. Recuerda que el bienestar comienza con el respeto hacia una misma.
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