Septiembre, ¿el mes de los divorcios o de la honestidad?
Juzgados y consultas de psicología coinciden en señalar un repunte de separaciones tras las vacaciones de verano
El final del verano no solo marca la vuelta al colegio y al trabajo. También es una de las épocas del año en la que más parejas se replantean su relación. Juzgados y consultas de psicología coinciden en señalar un repunte de separaciones en septiembre. Pero ¿por qué ocurre esto y qué podemos aprender de ello?
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Vacaciones: un espejo que no siempre gusta
El verano suele ser un tiempo de descanso y desconexión. Tenemos más horas libres, menos obligaciones y, en muchos casos, más convivencia con la pareja. Esto que, en principio, suena positivo puede convertirse en una lupa que amplifica lo que no funciona:
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Más convivencia, menos evasión. Durante el año, el ritmo acelerado nos permite «tapar» tensiones con el trabajo, las rutinas o la falta de tiempo. En vacaciones, sin esas distracciones, los problemas quedan más expuestos.
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Expectativas elevadas. Muchas parejas llegan a agosto con la esperanza de que las vacaciones «arreglen» lo que falla. Pero la convivencia intensiva, los viajes o las decisiones compartidas pueden generar más estrés y discusiones.
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Diferencias en los deseos. Uno quiere descansar, otro prefiere planes activos; uno busca tiempo en pareja, otro con amigos o familia. Estas discrepancias hacen visibles necesidades no habladas.
El contraste con la rutina de septiembre
Con la llegada de septiembre vuelven los madrugones, los correos acumulados y la sensación de prisa. En ese contexto, lo vivido en verano cobra un nuevo sentido. Para algunas personas, recuperar el espacio individual es un alivio. Para otras, el contraste refuerza la insatisfacción y la distancia emocional con la pareja. El verano se convierte así en un punto de inflexión que pone sobre la mesa decisiones importantes.
Una mirada desde la psicología
Como terapeuta de pareja, veo a menudo que estas crisis no surgen de la nada. El verano no crea los problemas, simplemente los hace más visibles. Lo que aparece en septiembre suele ser la consecuencia de meses —o incluso años— de comunicación deteriorada, dificultades para negociar diferencias o falta de intimidad real.
En algunos casos, la separación es la salida más sana cuando el vínculo está muy deteriorado. Pero en muchos otros, la crisis puede transformarse en una oportunidad: un recordatorio de que algo necesita atención y de que todavía se está a tiempo de cambiar dinámicas. La clave está en aprender a hablar de lo que duele, sin culpabilizar, y en pedir ayuda antes de que el desgaste sea irreversible.
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Septiembre también puede ser un comienzo
Cuidar una relación no requiere gestos grandilocuentes, sino compromiso con lo cotidiano: reservar momentos de calidad, mantener el sentido del humor, reconectar con aquello que unió a la pareja. Y, si es necesario, buscar un espacio terapéutico donde poder mirarse y escucharse de nuevo.
En definitiva, septiembre puede ser visto como el mes de los divorcios, pero también como un mes de honestidad. Un tiempo para hacer balance, cerrar ciclos si es necesario, o dar un nuevo aire a la relación con bases más sólidas.
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