Ansiedad postvacacional: cómo vivir el final del verano sin que la vuelta a la rutina nos robe la calma
«Es habitual que, en estos momentos, muchas personas empiecen a sentir nerviosismo, tristeza o agobio», señala la psicóloga Lucía Feito respecto al final de las vacaciones de verano
Llega septiembre y, con él, un cambio de ritmo. Los días son más cortos, las vacaciones se terminan y la vuelta al trabajo o al colegio aparece en el horizonte. Es habitual que, en estos momentos, muchas personas empiecen a sentir nerviosismo, tristeza o agobio: lo que llamamos ansiedad postvacacional.
La mente se adelanta: «Me esperan mil correos acumulados», «el tráfico de la ciudad», «los madrugones», «otra vez todo igual que antes». Sin darnos cuenta, el futuro se adueña del presente y acabamos sin disfrutar lo que aún tenemos: esos últimos días de descanso que, paradójicamente, se escapan entre preocupaciones.
¿Por qué nos pasa?
Las vacaciones nos sacan de la rutina y nos dan un respiro necesario. Dormimos más, reímos más, conectamos con la gente y con nosotros mismos. Cuando pensamos en volver al ritmo habitual, nuestro cuerpo y nuestra mente lo viven como una amenaza: aparece tensión, cansancio anticipado, incluso falta de motivación.
Claves para disfrutar del presente sin que la mente se adelante
El desafío es aprender a detener esa carrera mental hacia el futuro y regalarnos la posibilidad de aprovechar cada día que nos queda del verano. Algunas ideas:
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Vive con intención: no llenes tus últimos días de compromisos; escoge un par de cosas que realmente te hagan sentir bien, aunque sean sencillas: un paseo al atardecer, una comida en familia, un rato de lectura bajo el sol.
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Deja el móvil a un lado: a veces el primer recordatorio de la rutina son los correos o mensajes laborales. Retrasar un poco ese contacto nos ayuda a no dar por terminadas las vacaciones antes de tiempo.
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Practica la gratitud: cada noche dedica un momento a recordar qué pequeños instantes has disfrutado. Poner el foco en lo vivido te devuelve al presente.
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Acepta la vuelta como parte del ciclo: pensar que el verano debería ser eterno solo aumenta la frustración. Recordar que cada etapa tiene su sentido ayuda a transitarla con menos resistencia.
Prepararse poco a poco
La mejor manera de volver sin agobios es hacerlo de forma progresiva. Ajustar horarios de sueño unos días antes, planificar lo esencial para la primera semana o incluso reservar actividades agradables para después del trabajo hace que la rutina no se sienta tan pesada.
Rituales para despedir el verano
Los rituales nos ayudan a cerrar etapas con consciencia y darle sentido al cambio. Algunas propuestas sencillas:
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Un paseo simbólico: elige tu lugar favorito del verano (la playa, un parque, un mirador) y dedica un rato a observar, respirar y agradecer lo vivido.
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Escribe un diario del verano: anota tus recuerdos favoritos, fotos o frases que quieras conservar. Convertirlos en palabras evita la sensación de que el tiempo se escapa sin dejar huella.
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Una cena especial: reúne a tus personas queridas para celebrar lo compartido. No como una despedida triste, sino como un homenaje a lo vivido.
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Un objeto recordatorio: guarda una piedra, una concha o algo simbólico del verano en un lugar visible. Será un ancla emocional para reconectar con esa calma cuando lo necesites en otoño.
En resumen
El final del verano no tiene por qué vivirse como un cierre abrupto, sino como una invitación a saborear con calma lo que queda y agradecer lo vivido. Si conseguimos que el futuro no nos robe el presente, descubriremos que todavía hay mucho verano en estos días, y que la vuelta a la rutina puede afrontarse con más serenidad, con la fuerza de lo que nos hemos llevado de estos meses.