Lucía Feito, psicóloga: «Hablar del cuerpo no es hablar de estética, sino de identidad, de historia personal»
La psicóloga Lucía Feito ofrece una serie de recomendaciones para superar los complejos físicos que parecen magnificarse en verano
Con la llegada del verano, algo más que el sol y las vacaciones entra en escena: el cuerpo. O, mejor dicho, la mirada sobre el cuerpo. Cada año, cuando suben las temperaturas y disminuyen las capas de ropa, también aparecen viejos fantasmas: la presión por encajar, la culpa por no haber «hecho suficiente», el miedo a mostrarse, la vergüenza…
Como psicóloga, cada primavera veo cómo aumenta la angustia en muchas personas —especialmente mujeres y adolescentes— en torno a su imagen corporal. La promesa del verano como época de disfrute se contamina con un mensaje que llevamos décadas escuchando: «Tienes que estar lista para el verano.»
Pero… ¿lista para qué? ¿Para existir?
La imagen corporal no es un tema superficial
Hablar del cuerpo no es hablar de estética. Es hablar de identidad, de historia personal, de cómo hemos sido vistas, valoradas o rechazadas. Para muchas personas, la relación con su cuerpo es también la relación con su autoestima.
Las comparaciones en redes sociales, los comentarios familiares («¿has engordado?», «¡qué guapa estás ahora que has adelgazado!»), las miradas ajenas… o incluso la nuestra frente al espejo, activan juicios que a veces no tienen que ver con el cuerpo real, sino con heridas emocionales no resueltas.
El papel de las redes sociales: espejos distorsionados
En los últimos años, las redes han multiplicado la presión estética, especialmente en épocas como el verano. Instagram, TikTok, etc., se llenan de:
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'Tips' para el 'cuerpo de playa',
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cuerpos normativos en bikini,
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antes y después de dietas exprés,
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imágenes retocadas que parecen naturales.
El problema no es solo lo que vemos, sino que creemos que eso representa la realidad. La exposición constante a estos modelos alimenta la comparación, la sensación de no ser suficiente y daña la autoestima.
Incluso los contenidos que intentan normalizar cuerpos diversos pueden caer en la trampa de generar otras exigencias encubiertas. Por eso es tan importante enseñar a mirar con criterio, especialmente a los más jóvenes.
Verano, adolescencia y vulnerabilidad
La adolescencia es una etapa de construcción de identidad. El cuerpo cambia, la validación externa pesa, y las inseguridades florecen. En consulta, me encuentro con adolescentes que:
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Empiezan dietas restrictivas,
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evitan ir a la piscina con amigos,
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sienten rechazo hacia su cuerpo porque 'no encajan'.
Las redes, en este contexto, funcionan como lupa y altavoz. Lo que se muestra se idealiza, lo que no se muestra se margina. Y muchos cuerpos reales —como el tuyo, como el mío— quedan fuera de esa narrativa.
¿Qué podemos hacer como familias, profesionales y sociedad?
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Educar en diversidad corporal (en casa, en los colegios, en los medios).
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Hablar con honestidad sobre filtros y edición digital.
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Revisar nuestros propios juicios: ¿Qué ideales hemos normalizado?
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Pasar del juicio al cuidado: habitar el cuerpo, no forzarlo
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Acompañar desde la presencia, no con soluciones rápidas
A veces, solo hace falta validar lo que se siente y ofrecer un espacio seguro donde no sea necesario fingir.
¿Cómo puedo aceptar mi cuerpo si no me gusta?
Una de las preguntas más frecuentes que escucho es esta. Aquí van algunas claves que pueden ayudarte:
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1
Aceptar no significa que te encante. Aceptar no es amar de inmediato ni rendirse. Es decir: «Este es mi cuerpo hoy. Así estoy. Desde aquí, puedo cuidarme.»
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2
Escucha cómo te hablas. ¿Te hablarías a ti misma como le hablarías a una amiga? La autocrítica no te motiva, te hiere. Cambiar el diálogo interno es fundamental.
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3
El cuerpo es historia, no solo forma. Muchas veces lo que rechazamos no es el cuerpo en sí, sino lo que simboliza: rechazos, comparaciones, heridas pasadas. Trabajar esto en terapia puede ser liberador.
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4
Cuida lo que consumes en redes. Haz limpieza digital. Sigue cuentas que te conecten con la realidad, con el respeto, no con la culpa.
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5
Habita tu cuerpo, no solo lo mires. Muévete, estírate, respira, baila. Conecta desde dentro. El cuerpo no es solo imagen, es sensación, es vida.
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6
No esperes a gustarte para tratarte bien. La amabilidad no viene después del cambio. Viene primero. Y desde ahí, poco a poco, cambia también la percepción.
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7
No estás sola. Muchas personas luchan con esto, incluso las que «encajan» en los estándares. No es una cuestión de cuerpo: es una cuestión de mirada. Y eso puede cambiarse, con acompañamiento.
Volver al cuerpo como hogar, no como amenaza
El verano puede ser una oportunidad para reconciliarnos con el cuerpo desde el disfrute: el agua, la luz, el descanso, el juego. Pero para que eso ocurra, necesitamos primero una relación más compasiva con nosotras mismas.
No se trata de un cuerpo perfecto, sino de una mirada más amable.
Como psicóloga, creo que mejorar la relación con el cuerpo es también revisar la autoestima, la historia y los vínculos. No es fácil. Pero sí es posible.
Y es profundamente liberador.
Este verano, más que cuerpos perfectos, ojalá cultivemos miradas más humanas y amorosas. Y que el único «plan de verano» sea aprender a estar en paz contigo.
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