Lucía Feito, psicóloga: «En vacaciones pueden surgir conflictos en la pareja silenciados durante el año por la rutina»

Las vacaciones llegan como ese oasis tan esperado del año. Un tiempo para descansar, desconectar del trabajo, hacer planes pendientes y, en muchos casos, compartir más tiempo en pareja. Pero, aunque suene ideal, también puede ser un período en el que surjan conflictos o tensiones que durante el año han quedado silenciados por la rutina.

Durante el curso, muchas parejas se organizan casi como equipos logísticos: trabajo, casa, hijos, gestiones, compromisos… La relación se sostiene en lo práctico, en los '¿qué comemos hoy?' y '¿a qué hora pasas a por los niños?'. Las vacaciones interrumpen ese ritmo y, de pronto, nos enfrentamos a lo que también somos como pareja fuera de la rutina. Ya no hay excusas de tiempo ni obligaciones externas que impidan ver al otro tal y como está y vernos a nosotros mismos.

Ejemplo: María y Pablo llevan todo el año deseando una escapada juntos. Pero en cuanto llegan al destino, él quiere aprovechar para hacer excursiones todos los días, mientras que ella solo quiere descansar en la hamaca con un libro. Al cabo de tres días, ya están discutiendo porque sienten que no están «disfrutando juntos» como esperaban.

Las vacaciones también pueden ser una oportunidad para reconectar, cuidarse mutuamente, hablar de lo que no se habla con prisas, jugar, reír o incluso aburrirse juntos. Ese tiempo libre permite:

Ejemplo: Después de una cena tranquila, sin móviles y sin niños, Ana y Luis terminan hablando durante horas sobre lo que imaginan para los próximos años: mudarse a otra ciudad, cambiar de trabajo, buscar un segundo hijo. Es la primera vez en meses que tienen ese espacio para mirarse sin prisa.

Muchas veces se deposita en el verano la expectativa de reavivar el deseo. Sin embargo, si hay conflictos o distancia emocional acumulada, el deseo no aparece por arte de magia solo por estar en la playa. Puede ser más útil reconectar desde otros lugares: compartir sin prisa, reírse, redescubrirse… El deseo nace más del vínculo que del escenario.

Ejemplo: Laura se siente frustrada porque esperaba que en vacaciones su pareja estuviera más cariñosa. Sin embargo, siguen sintiéndose distantes. Tras una conversación sincera, descubren que ambos han estado acumulando malestar desde hace meses y que necesitaban hablar, más que forzar la conexión física.

Ejemplo: Aunque están en un hotel con todo incluido, Marta y Sergio deciden salir cada noche a dar un pequeño paseo por el paseo marítimo. Esos 30 minutos sin móviles ni interrupciones se convierten en lo que más recuerdan del viaje.

Cuando bajamos el ritmo, aparecen también los silencios, las heridas, los temas postergados. Puede doler, pero también puede ser una oportunidad para hablar, pedir ayuda, tomar decisiones. Las vacaciones no tienen por qué ser perfectas. Pero sí pueden ser un momento valioso para mirarse con honestidad, desde el cariño y el compromiso.

Porque al final, también en el descanso se construye la pareja.

Temas

• Lucía Feito