La voz de la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli cautivó al repleto Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. :: OPERA DE OVIEDO
Cultura

Oviedo se rinde al espíritu 'castrati'

Cecilia Bartoli entusiasmó al Auditorio, con el cartel de 'no hay localidades' colgado desde eneroSu tesitura amplia, su timbre aterciopelado y sus riquísimas ornamentaciones recogieron los aplausos

PPLL

Martes, 13 de abril 2010, 05:24

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Felipe V, nuestro primer Borbón, fue un rey atrabiliario y melancólico, con fuertes crisis de locura. Se cuenta que cuando Su Majestad empezaba a estar algo rarillo, por ejemplo ladraba a los invitados, caminaba a cuatro patas o se quedaba inerte, como un muerto, llamaban al cantante Carlos Broschi, 'Farinelli'. Desde una sala contigua o desde la rama cercana de un árbol, Farinelli comenzaba el canto y al tercer gorgorito el rey primero lloraba desconsoladamente, para luego volver en sí mismo. No precisamente subida a un árbol sino vestida de caballero dieciochesco con botas, capa, camisa blanca de amplios vuelos, muy elegante.

El marketing ayuda, pero no explica las cualidades de la voz de Cecilia Bartoli, la originalidad del repertorio y la belleza integral de la interpretación. El título del concierto y de la edición discográfica 'Sacrificium', recuerda a los miles de niños 'evirados' para que conservasen su voz blanca, en un cuerpo de hombre. Unos fueron los primeros divos -el primo uomo- de la ópera, otros gozaron de canonjías en las catedrales -en España se les llamaba en las actas catedralicias 'capones'- a consta de la pérdida de sus atributos sexuales masculinos. Hicieron escuela -el primer conservatorio creado en Nápoles fue para su educación - y para ellos se creó un repertorio de grandes dificultades técnicas que además buscaban conmover y afectar.

Este es el repertorio que nos trajo Cecilia Bartoli, arias de Porpora, Ricardo Broschi, Veracini, Caldara y Alejandro Scarlatti, padre de nuestro Domenico, entre otros. Sonoridad de época en la orquesta, no sólo por los instrumentos sino por el modo interpretativo, chispeante y emotivo, bajo la dirección de la concertina Ada Pesh. Sobre la orquesta voló la voz de Cecilia Bertoldi. Tesitura amplia, con timbre muy aterciopelado en las notas graves y registros agudos de soprano realizados con comodidad. Ornamentaciones riquísimas y de una ligada coloratura, prodigiosos 'fiatos' con un control de la respiración proverbial, y dominio expresivo de matices, articulaciones y fraseos. Técnica trabajada, pero no al servicio de fuegos pirotécnicos, sino de la más sincera emoción vocal.

El concierto se organizó siguiendo un grupo de tres arias de diferentes carácter. La primera, un aria alegre y movida, muy ornamentada. Es en esta parte donde la soprano luce las técnicas ornamentales de canto. Otro grupo, como por ejemplo, 'Quien no sienta mi dolor' son sobre todo concentradas y muy expresivas y la cantante en ellas trata de emocionar por el intimismo reflejado sobre todo en la manera de matizar el canto. El último grupo son arias de furor, de bravura, en la que puede estar conteniendo la respiración aparemente sobre 40 o 50 segundos, lo que resulta francamente impresionante para el oyente. Para coronar el canto, en este tipo tipo de arias, con un pelín de volumen sería todavía más brillante, lo que no quita que en sí mismo sea prodigioso.

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El recital concitó un entusiasmo total por parte de un público que no dejó de aplaudir a la soprano, especialmente por esa unión de la técnica de respiración de diafragma, la belleza de un timbre excelente y la emoción con la que fue capaz de interpretar un repertorio formado por temas no demasiado conocidos. La mezzosoprano correspondió al fervor del público con dos primeras propinas (dos arias de Haendel) a las que se añadió una tercera ante unos espectadores rendidos a una voz cautivadora.

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