«Desde el punto de vista científico está claro que el asturiano es una lengua, no un dialecto»
Su libro es una exhaustiva aproximación a la realidad lingüística de la Península elaborada con criterios empíricos, dejando de lado interpretaciones políticas Ramón de Andrés acaba de publicar su 'Gramática comparada de las lenguas ibéricas'
MIGUEL ROJO
Lunes, 5 de mayo 2014, 22:56
Detrás de su obra se advierten años de trabajo. Muchas horas de estudio y recopilación de datos, cuidadosa elaboración de tablas comparativas y podría decirse que una cariñosa búsqueda de ejemplos. El resultado es una 'Gramática comparada de las lenguas ibéricas' en la que todas y cada una de las realidades lingüísticas de la Península son estudiadas exhaustivamente desde un punto de vista científico, dejando en esta ocasión de lado las aproximaciones socioculturales y políticas. Uno de los objetivos del profesor de la Universidad de Oviedo Ramón de Andrés Díaz (Madrid, 1959) es dejar claro que «desde el punto de vista científico las lenguas son las que son y no se puede decir que haya alguna mejor o peor que otra. No hay lenguas mayores o menores en lingüística, solo obtienen esa diferencia desde un punto de vista cultural o político». Es por eso que afirma que «partiendo de ese criterio, es indiscutible que el asturiano es una lengua. Desde el ámbito lingüístico eso nunca se ha puesto en duda, no hay ningún experto que defienda que el asturleonés haya nacido a partir del castellano, que sea un dialecto. Menéndez Pidal fue el primero que dejó claro eso, pero desde el punto de vista sociocultural y político hay quien mantiene que es un dialecto. Es una realidad que está ahí y que hay que tener en cuenta, pero que carece de base científica», sostiene. «Los romances ibéricos son los que son, no hay más, y como lingüista es el tema que me interesa», resume contundente.
Tal es su afán por dejar constancia en el libro de todas y cada una de las lenguas, dialectos y hablas que se utilizan en la Península Ibérica que hasta hace mención de los lenguajes de signos que, explica, «no son traducciones, tienen una estructura y un código distintos al de las lenguas orales. Lo que signan aquí los sordos no es castellano ni asturiano, es una cosa diferente». Aún así, «mi ignorancia en el tema me impide entrar a estudiarlas, aunque en una siguiente edición bien se podrían añadir con la ayuda de algún experto», aventura. Menciona entre ellos a Ángel Herrero quien, al igual que los diferentes especialistas, distingue al menos tres lenguas signadas en la Península: la Lengua de Signos Española (LSE) -con una posible variante en Valencia y que incluye variedades dialectales reconocibles en Galicia, Asturias, País Vasco, Andalucía oriental y Canarias-; la Lengua de Signos Catalana (LSC) y la Lengua Gestual Portuguesa (LGP)
¿Pero somos especiales en la Península? ¿Hay una sobreabundancia de lenguas? La respuesta vuelve a ser la misma. «Las lenguas son las que son, no se puede decir que haya sobreabundancia. Es lo habitual en todo nuestro entorno. En Francia se hablan regularmente nueve lenguas. Además del francés usan el alemán, el neerlandés, el italiano, el francoprovenzal, el occitano, el vasco, el catalán, el bretón... La pluralidad lingüística es común en toda Europa». Y vuelve a enfrentar esa realidad con una creencia más de índole cultural o sociopolítica. «Hay una élite cultural que opina que la pluralidad lingüística es un fastidio y que el progreso de la sociedad nos lleva hacia una lengua única. Esta fantasía intelectual no se corresponde con la realidad, y más en un mundo en el que el reconocimiento de la diferencia es una parte importante de nuestra convivencia democrática», apunta. Porque su postura es la de la moderación. «Con las lenguas, da igual que sea el catalán que el castellano o el asturiano, pasa como con el fútbol: se puede ser del Sporting o un hooligan violento. Yo creo que la elección está clara». Sí reconoce que «además de una herramienta de comunicación, cualquier lengua genera una identidad colectiva. Otra cosa es hasta donde queramos llevarla», apunta.
Otra cosa que tiene clara es que «la configuración histórica de cada lengua es algo que depende de las relaciones sociales de las poblaciones que integran ese territorio». Para ejemplificar menciona a Xulio Viejo, que en 'La formación histórica de la lengua asturiana' detalla «la importancia de las vías de comunicación en la edad media para la conformación del territorio y de la lengua». Pero también influye, «por supuesto», «la creación de reinos políticos que se extendían hacia el Sur, comiendo terreno a los árabes». En el caso de Asturias, el aislamiento geográfico también influye, pero en lo que más se nota a decir de De Andrés es «en una mejor conservación de la lengua con el paso del tiempo, porque Asturias no ha sido precisamente un lugar de paso».
Unas conclusiones que coinciden también en otros campos científicos, como el de la genética, recientemente puesta de actualidad por el doctor Antonio Fernández Pardiñas, quien observa rasgos característicos de las tribus prerromanas en los asturianos de hoy en día, a la vez que diferencias internas relacionadas con el territorio. Coincidentes en buena medida con las variantes dialectales del asturiano. Con lo que no está de acuerdo Ramón de Andrés es con darle a este estudio ningún tipo de interpretación política o de etnia, pero sí reconoce ciertas vinculaciones con la lingüística. «En el ambito mundial hay unas investigaciones impresionantes de Luigi Cavalli-Forza que relacionan la genética de poblaciones con los grandes grupos lingüísticos del mundo. Cómo la humanidad se expande desde África por el planeta, y con ella esos grupos lingüísticos».
Pero entonces, ¿qué diferencia al asturiano del resto de las lenguas de su entorno, qué es lo más característico? En opinión del autor, uno de los fenómenos más peculiares es el neutro para sustantivos no contables -el agua claro, la ropa vieyo, la madera mojao...-, que, además, «goza de muy buena salud no solo en el entorno rural, sino también en las ciudades y villas en el 'amestao' resultante de combinar castellano y asturiano. Cuando alguien dice 'la sidra écholo yo' está usándolo por medio del artículo», apunta. Otras peculiaridades son la 'che' vaqueira, el sistema verbal -parecido al del gallego y el portugués- o la colocación de pronombres átonos.
Pero más allá de criterios científicos hay otras aproximaciones hacia las lenguas. Además del cariño hacia al asturiano, que se le presupone, Ramón de Andrés reconoce que tiene «una gran predilección por el catalán». Y como estudioso, que «el vasco me tiene absolutamente fascinado. Para un linguista es 'llambedor' aprender esa lengua». Y a partir de esa reflexión, deriva hacia una opinión personal. «El estado debería facilitar el aprendizaje de estas lenguas fuera de su entorno para crear una verdadera España plural, acorde al sentido constitucional», propone. Porque para él, las lenguas deberían ser herramientas de concordia y de reconocimiento mútuo, no armas arrojadizas.