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OPINIÓN ARTICULOS

De las lágrimas a la estética de Eros

PEDRO ANTONIO CURTO ESCRITOR

Jueves, 19 de noviembre 2009, 03:23

U NA mujer japonesa con una mascarilla cubriéndole la boca contempla con curiosidad las pinturas, fotografías, esculturas y videos que se muestran en el Museo Thyssen dentro de la exposición 'Lágrimas de Eros'. Aunque supongo sería como medida preventiva ante la famosa gripe, no deja de ser una curiosa metáfora de cómo observa la sociedad todo lo relacionado con el erotismo: con el mismo temor que deslumbramiento.

Ésta exposición toma el título de un libro de George Bataille, un escritor y filosofo francés que escrutó las pulsiones de eros con un ojo clínico y frío por un lado, con una erudición tan pasional como transgresora por el otro. La muestra no se centra en una ilustración de la obra del autor, sino que realiza un viaje a través de los principales iconos de su cosmovisión sobre el erotismo: la ambivalente relación entre eros y tanatos, la voluptuosidad como una parte esencial de la sexualidad del hombre alejada de la animalidad y lo sagrado como una de las formas que representan nuestras pulsiones sexuales. En ese camino la exposición se inicia con Venus para luego ir a una Eva y su serpiente, que atraviesa épocas y formatos. Así de las pinturas pasamos a la actriz Natassja Kinski (junto a Marilyn una de las representaciones modernas del eros) vestida con una serpiente en una magnífica fotografía. Y es que el peso de lo religioso atrajo poderosamente a Bataille quien adivinó que negación y represión del eros, venía acompañado de una irresistible atracción. Así nos dice en su libro: «En la historia del erotismo, la religión cristiana desempeñó una función clara: su condena. En la medida que el cristianismo rigió los destinos del mundo, intentó privarlo del erotismo.

Así la iconografía religiosa se confunde con el mito, una mitología donde vemos sirenas, ninfas... tanto en representaciones antiguas como en sus derivaciones actuales. Porque también señalaba Bataille, el mito y la simbología como una de las construcciones del erotismo. Otro de los aspectos que ofrece la exposición es lo que llamamos parafilias, como el vouyeurismo, el fetichismo, la necrofilia, el bondage... que se relacionan con practicas antiguas; y es que el sadismo no lo inventó Sade, por más que esta práctica heredara su apellido. En este sentido vemos una visión de la aquafilia o pasión por el agua, culturalmente asimilada y que contemplamos por las imágenes del video como un fruto instantáneo y fugaz, deslumbrante, pues al igual que las cimas del placer, es tan instantáneo como escurridizo, dejándonos a la espera de que se vuelva a producir, con el consiguiente vacío, un tema también muy bataillenaino.

Adentrándonos en la modernidad nos encontramos con algunos dibujos de Picasso, esos trazos de cuerpos desnudos que parecen realizados por un niño travieso, la sensualidad daliniana suspensa en el aire, el Courbet que nos habló del origen del mundo, el cuerpo, el cuerpo andrógeno de Patty Smith, ese tipo belleza de la que hablase Virginia Wolf. También está presente la mirada interrogante y quizás con aspiraciones de dominio sobre el ser durmiente, con su sensualidad relajada e inconsciente, que va del Endimon velado por Diana, hasta un dormido David Beckan. Un tiempo distante (del XVII al XX)que también se da en las imágenes anunciadoras de la exposición: La fuente de Camille Carot y la fotografía de Rineke Dijkstra. Ambas nos conducen a la mujer en flor, su estética y su problemática frontera.

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