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María Teresa Blanco, que llegó al juzgado acompañada de su marido, no pudo contener las lágrimas al declarar.
Renedo persiguió a una víctima gritándole «por Dios, por mis hijos, no denuncies»

Renedo persiguió a una víctima gritándole «por Dios, por mis hijos, no denuncies»

La hija de Severina llora al recordar a su madre: «Ella tenía sus dudas porque yo le hice firmar un papel, y murió sin saber»

RAMÓN MUÑIZ / PALOMA LAMADRID

Miércoles, 4 de mayo 2016, 03:20

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Hundidas en la silla, hombros arqueados y avergonzadas de tener que contar intimidades a un puñado de desconocidos togados de negro. Antes de que empezaran a hablar, el juez las animó, a su modo: «De no decir la verdad, serán responsables de un delito castigado con penas de prisión y multa». Intuyendo lo que vendría después, Marta Renedo se había sentado al otro extremo de la sala, tratando de distanciarse de las dos mujeres que estaban ahí para describir las miserias a las que las había sometido, y de paso, desbaratar su credibilidad.

Empezó a socavarla Azucena Vega, la mujer que el 3 de febrero de 2010 puso la denuncia con la que nació el caso. Madre de dos jóvenes, trabajadora de El Corte Inglés, su calvario comenzó cuando la Agencia Tributaria le abrió una inspección por no declarar los 134.359 euros que supuestamente le había pagado el Principado. En realidad el dinero había ido a una cuenta abierta en Bankinter a su nombre, pero de la que nada sabía. Tras la primera reunión con el Fisco, recordó que fue la propia Renedo quien la llamó a su teléfono móvil, presentándose como una funcionaria que iba a solventarlo todo. «Aún no sé como supo que estaba teniendo este problema».

Renedo le pidió que firmase un documento, «que con eso se arreglaría todo». De no acceder, «me dijo que rodarían cabezas; era como si ella fuera víctima de un complot, como si fuera la pica del iceberg». En una ocasión, la acusada volvió a llamarla, «diciendo que era otra mujer, Marí Luz, pero su tono era el mismo».

Azucena se negó a morder ese anzuelo y puso la denuncia. La funcionaria, sin embargo, no se dio por vencida y empezó a acosarla a llamadas y mensajes telefónicos. «Yo tenía algo de miedo, pero ella se plantó en el portal de casa y me persiguió hasta el Ateneo de La Calzada; me metí en una oficina y ella golpeaba la puerta. Pedí a una chica que llamaran al 112. 'Por Dios, por mis hijos', me dijo. Usted no se fijó en mis hijos. Yo lo único que hice fue pedir unas becas para ellos, pero claro, ahí te piden que entregues una copia del DNI».

Renedo estaba asistiendo al parlamento impertérrita, cosa que remedió el juez Javier Domínguez Begega, exigiendo que se pusiera de pie un momento. «¿Es esta la mujer a la que se está refiriendo?, ¿la reconoce?», requirió a una testigo que con un hilo de voz dijo que sí. El abogado defensor de la funcionaria, Jose Carlos García, trataría luego de forzar que Azucena cayera en contradicciones, un trabajo sucio que el magistrado le cortó en seco.

Lágrimas y receso

Con la siguiente perjudicada, María Teresa Porrúa Blanco, llegaron las lágrimas y la necesidad de hacer un receso. La mujer es hija de Severina Blanco, una anciana que, a sus 96 años, recibió también un requerimiento de la Agencia Tributaria. Le acusaban de haber ocultado los 57.360 euros que suponían había facturado por realizar trabajos informáticos. El dinero había salido de empresas privadas como APSA, y terminó también en una cuenta abierta a nombre de la víctima en Bankinter.

«Cuando fuimos al banco, llevé a mi madre y me dijeron que nunca la habían visto, que ya les parecía raro tantos movimientos de dinero en una persona de su edad», recordó. De la libreta atribuida a Severina había salido dinero para comprar una moto, pagar viajes y adquirir ropa en las boutiques más caras de Oviedo.

«Mi madre tenía una minusvalía, una hemiplejia, y solicitamos la ayuda. También le hice firmar para unas silla de ruedas. Por eso me decía 'tú me hicistes firmar'... perdónenme pero es que esto me remueve cosas. ¿Por qué hacer tanto daño a una persona de tanta edad? Ya nada fue igual. 'Me hiciste firmar', repetía. Ella tenía sus dudas, y se murió sin saber la verdad».

Esta vez el letrado de Renedo rehusó buscarle las cosquillas. El propio dueño de APSA, Alfonso Carlos Sánchez, aprovechó el receso para aproximarse a la mujer y solicitarle disculpas, asegurándole que él también había sido engañado. También recordó los graves perjuicios causados a su familia el marido de María Teresa Porrúa, Jesús Manuel Fernández. «Mi suegra empezó a tener desconfianza hacia nosotros. Le llegó a decir a mi mujer que, si necesitábamos dinero, por qué no se lo habíamos pedido», aseguró. También recordó que una mujer «con tacones muy altos llamó para venir a casa», en nombre de las empresas que habían metido su dinero en la cuenta abierta a nombre de Severina.

Uno de esos ingresos anormales, de 11.400 euros, lo realizó Francisco Javier Álvarez-Santullano, gerente de la empresa Publidisa. «Renedo me pidió el favor de que facturara por una empresa que estaba en disolución», explicó ayer. Es una versión que antes ya confirmaron otros afectados.

Por su parte, Valentín Díaz, el responsable de la oficina de Bankinter donde se abrieron las dos cuentas supuestamente controladas por Renedo, comparecería luego para encogerse de hombros: «No sé cómo se abrieron; no permitimos usar una firma y un DNI falsos, pero si un compañero o apoderado lo permite, yo lo desconozco». La entidad, eso sí, reaccionó cuando el escándalo llegó a los periódicos. «Le pedimos a Marta Renedo que cancelara todas sus cuentas», relató.

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