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«Oye, Carlitines. Te querré hasta la muerte»

A. V.

Jueves, 10 de marzo 2016, 00:27

Cuenta Emilio Calderón que, cierto día, Jaime Gil de Biedma adelantó su hora de visita a la casa de Aleixandre en Velintonia y que, «para su sorpresa, es Carlos Bousoño quien, en albornoz, le abre la puerta». Que la pasión era el motor de la vida del Nobel, para quien «Bousoño fue su amor de madurez», aunque, «mientras dura, mantiene otras relaciones, algunas de ellas con mujeres». Amigos y confidentes, ya hay correspondencia datada en 1945, pero las declaraciones de amor del sevillano para con Carlos, Carlitos, Carlitines Bousoño -como le llamaba- se suceden a partir de 1948, en la etapa más árida del franquismo, cuando Aleixandre tiene 47 años y el boalés está a punto de cumplir 25.

Es entonces cuando le escribe párrafos entregados: «Qué bonito estás, Carlitines. Qué guapo y dulce para mi amor». Misivas que «evidencian que no se trata de una relación efímera, sino profunda, canónica»: «Oye, Carlitines (qué precioso nombre, Carlitos, niño mío, mi amor, mi dicha, mi locura, mi único destino). Te querré hasta la muerte. Tú, español mío, chiquillo mío, no te irás nunca. ¿Verdad que nunca? ¿Verdad que no nos separaremos jamás?». Que demuestran que«eran almas gemelas»: «¿Te acuerdas de aquellas horas, en el cuarto mirándonos, besándote, sonriéndonos, fundiéndonos». O: «Te amo ¿Ves? Lo he dicho y no se ha hundido el firmamento. Soy feliz. Estoy como el nadador por el agua, por el cielo. Carlitos: vente conmigo y vámonos... 'a Sevilla por amor'. A donde sea. Ay, cómo me desencadeno cuando te amo (quiere decir a toda hora)». Un año más tarde, 1949, el asturiano se doctoraba con la tesis 'La poesía de Vicente Aleixandre'.

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