Leonor, la princesa con nombre de reina
Tranquila, curiosa y feliz, conoció el Principado con once meses, cuando visitó a su bisabuela en Sardéu, pero aún no ha realizado ningún viaje oficial
Marifé Antuña
Martes, 3 de junio 2014, 01:33
Es noticia desde antes incluso de ser concebida. Ya antes de que la Casa del Rey anunciara el primer embarazo de doña Letizia se esperaba en las redacciones el positivo del predictor y ya antes de que sus padres se dieran el sí quiero en la Almudena se especulaba con la llegada de un heredero y sobre cuál sería su sexo. Se la esperó con ganas, inquietud y nervios y llegó al mundo un 31 de octubre de 2005. Diez días antes Fernando Alonso recibía en el Campoamor su Príncipe de Asturias de los Deportes con doña Letizia ausente. Y ya entonces algunos paparazzi hacían guardia a la puerta de la clínica Rúber esperando el ingreso de la Princesa.
Aquel 31 de octubre se desveló el misterio. Fue niña, nació por cesárea bajo el signo de escorpio y estaba llamada a ser mucho más que la reina de la casa que hasta entonces los Príncipes compartían en solitario en la Zarzuela. Un emocionado don Felipe dio los detalles: 3,540 kilos y 47 centímetros, y confirmó lo que se auguraba: «La lógica de los tiempos hará que sea reina».
Aquella niña gordita y con mofletes de pelo claro a la que dispararon decenas de fotógrafos unos días después de ver la luz en el otoño madrileño tenía además nombre de reina. Quizá no fue casual la elección de don Felipe, que fue quien convenció a doña Letizia de bautizar a la primogénita con un apelativo que han llevado reinas de Castilla, Aragón, Navarra, Portugal, Francia e Inglaterra y también un buen número de princesas. Y una elección que la situará muy pronto como la segunda Princesa de Asturias con ese mismo nombre. Antes que ella lució el título Leonor de Castilla, nieta de Enrique III y Catalina de Lancaster. Ella, Leonor de Todos los Santos de Borbón y Ortiz será la 23 Princesa de Asturias y será también princesa de Gerona, de Viana, duquesa de Montblanc, condesa de Cervera y señora de Balaguer.
Con sus abuelos, don Juan Carlos y doña Sofía, como padrinos, con agua del Jordán y sobre la piedra blanca de la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán se cristianó a una chiquilla que tiene desde su nacimiento el tratamiento de Alteza Real y cuyas apariciones en público se han medido con tino. No han querido los futuros reyes exponer ni a Leonor ni a su hermana Sofía al ojo público más allá de lo estrictamente necesario. Pero, con cuentagotas, al ritmo de cuatro posados anuales más las felicitaciones navideñas, la hemos visto crecer. En el Club Náutico de Palma, en el circo con la abuela Sofía y sus primos, en la misa de Pascua en la catedral mallorquina, en imágenes familiares en la Zarzuela cuando su madre cumplió los 40, en sus primeros días de guardería y colegio.
Es una niña. Una niña de ocho años tranquila, feliz, curiosa que luce faldita gris y jersey azul para ir a diario al colegio de Nuestra Señora de los Rosales de Aravaca, que estudia chino mandarín, que es prácticamente bilingüe porque su abuela no le habla en otro idioma que no sea el inglés y una de sus dos cuidadoras en casa hace exactamente lo mismo. Una niña, en definitiva, que teje pulseras de plástico para papá y a la que posiblemente todo el ruido mediático que se genera a su alrededor le viene más que grande completamente enorme. Ajena a los análisis exhaustivos de sus estilismos -el vestido que lució en una de las últimas felicitaciones navideñas se agotó pocos días después-, de sus gestos, de sus palabras, Leonor va al cole, a la catequesis -debería hacer la primera comunión muy pronto-, baila, juega con su prima Carla -la hija de la fallecida Erika, una más de la familia-, ríe. Esa es su vida.
En el Sardéu
Pero quizá sepa que ella es diferente a sus compañeros del colegio por el que sus padres pagan unos 700 euros al mes. Quizá ya haya advertido que a su alrededor se mueven escoltas y que en los cumpleaños de sus amigos se censuran las cámaras de los móviles precisamente para que no la apunten todas a ella. Con ocho años, doña Leonor se ha visto en multitud de portadas y le esperan cientos, miles más.
La Princesa de Asturias no ha visitado todavía oficialmente la región. Pero sí ha pisado la tierra que vio nacer a su madre y en la que reside la bisabuela Menchu, a la que visitó con apenas once meses de vida en la casa de Sardéu con sus padres. Aquella fue la primera vez; el resto de ocasiones no ha trascendido de forma pública, como tampoco trascienden muchos otros aspectos del ámbito privado de la familia. En ningún momento se captaron imágenes de la niña en Asturias, aunque tendrá que visitar pronto su Principado. Todo apunta que en el próximo octubre, cuando esté a punto de cumplir los nueve, se desplazará a Oviedo para ser testigo por vez primera de los Premios que, posiblemente, se rebauticen Princesa de Asturias.
Cuando llegue ese día tendrá ya Leonor alguna que otra experiencia en actos públicos. Se estrenó junto a su hermana Sofía hace algo menos de un mes en las bodas de plata de la Academia del Aire de San Javier, en Murcia. Y quizá antes de octubre habrá más oportunidades de verla. Después, la niña tranquila y feliz seguirá formándose para ser algún día la reina que releve a Felipe VI.