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Los encerrados de Nicolasa son recibidos por los líderes del SOMA, ayer. :: J. M. PARDO
ECONOMÍA

«La lucha no acaba aquí»

Los mineros salen de su encierro sin el sabor de la derrota y llaman a la unidad sindical para forzar la negociación

A. FUENTE

Viernes, 3 de agosto 2012, 03:01

«Espero que salgan pronto, porque eso significa que se ha resuelto el conflicto minero». Son palabras de hace 18 días de Héctor Berrouet 'Teto', uno de los mineros que estuvo encerrado 50 jornadas en el Pozo Santiago de Aller. Se refería a sus diez compañeros que habían tomado entonces el relevo de esta dura y penosa forma de protesta a 600 metros de profundidad. Eran seis en el Pozo Nicolasa, en Ablaña, y cuatro en el langreano Pozo Candín. No ha sido un encierro tan largo como el de 'Teto' y tampoco se ha logrado solucionar el conflicto laboral. Es más, ayer se evidenció que sigue más enquistado que nunca.

«Gracias a todas las personas que nos han apoyado. ¡La madre que os parió! Agradecer también al sindicato, al SOMA, a la familia, que es muy importante, y a todos los compañeros. Y decir que esto no acaba aquí, hay que seguir adelante y luchar el día que toque, luchar todos, todos unidos». Son las declaraciones que hizo el minero Pablo Lillo a su salida de Nicolasa. Se erigió como portavoz de sus otros cinco compañeros: Jesús, Iván, Antonio, Pablín y Pedro. Seis jóvenes que abandonaban ayer su encierro, sin estar resuelto el conflicto, pero sin el sabor de la derrota en la boca.

Las palabras que se escuchaban ayer en Ablaña, con el sonido de fondo de los petardos y los voladores, eran de lucha, de defensa del sector minero, de salvar una forma de vida que caracteriza a las cuencas del Caudal y del Nalón y de «mentiras», las que, acusaban, son las únicas cartas de presentación del Gobierno central.

Como un incesante goteo llegaban las familias de los mineros, amigos y compañeros al pozo mierense por una angosta carretera desde primera hora de la tarde. Su salida estaba prevista a las cinco y media. Pero los cables que suben las jaulas no se empezaron a mover hasta las seis menos cinco. A pie de la bocamina, se encontraba José Ángel Fernández Villa, quien recibió a los de Nicolasa y Monsacro con abrazos y besos. Luego, la familia, que esperaba impaciente en los accesos. Seis jóvenes, que junto con los cuatro de Candín -Mario, Alfonso, Moisés y Chus-, fueron recibidos como los máximos exponentes de la «punta de lanza de la lucha obrera en que se ha convertido el conflicto minero».

Los encerrados de Candín salían a la superficie pasadas las ocho y media de la noche. Los diez jóvenes -«jabatos, eso es lo que son, unos jabatos»- son el claro ejemplo, decía el delegado del SOMA en Nicolasa, «del compromiso y la valentía de todas las comarcas mineras». Roberto Ordóñez dijo que son «el estandarte de este conflicto». El responsable sindical acusó al Gobierno del Partido Popular «de querer acabar con este sector, pero no lo vamos a permitir».

Otra de las palabras que más se escuchó fue la de «unidad», unidad de acción de los sindicatos «como elemento de solidez para buscar una salida negociada». A pesar de los infructuosos contactos mantenidos hasta la fecha, se destacó que esta salida «no es un fracaso, es tan solo un punto y seguido en una lucha que sabíamos iba a ser larga y muy dura».

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