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Explosión en Mieres
Lalo, feliz al recuperar la foto con su nieto de entre los escombrosLalo Jiménez y su esposa, Esther Castro, no dejaban de repetir que «estamos vivos de milagro, nos fuimos de fin de semana a Galicia y ... estábamos de vuelta cuando la explosión». Al llegar a Mieres, hacia las siete de la tarde, y ver lo que había pasado, Jiménez fue consciente de que «tal y como quedó la casa que estaba enfrente de la explosión, de haber estado en ella, no estaríamos vivos». «Lo demás ahora no importa, estamos aquí los dos». De inmediato, preguntaron por sus vecinos: «Se cargó todo el barrio. Hay muchas casas que ya son escombros, pero los vecinos estamos todos bien».
A pesar de caminar con dificultad y de no poder estar mucho tiempo de pie, quiso estar junto a sus vecinos toda la mañana de este martes y tratar de recuperar algunas cosas. Los sanitarios le ofrecieron una silla cuando vieron flaquear sus fuerzas. Lalo no quiso abandonar el lugar.
Amigos y familiares le ayudaron a recuperar sus posesiones. Lo primero en llegar fue su gata 'Missim'; «lleva con nosotros menos de un año, pero es una alegría y teníamos miedo de que le hubiese ocurrido algo porque la casa esta destrozada».
«La gata estaba al cuidado de una señora que le echaba de comer, pero en su casa, la misma que ahora está destrozada. Por suerte, está sana y salva», decía.
«No hacía más que preguntar por la gatina, así que le vamos a dar una alegría», decía la sobrina de Lalo, mientras se alejaba con la mascota para enseñársela a su tía, que no había tenido la entereza de permanecer allí, en plena zona cero.
Mientras, Lalo miraba las bolsas de basura repartidas por el suelo. Allí, dentro de esas bolsas, estaba su ropa. Y en ese momento, a buen paso, llegaba José con algo en la mano. Era un cuadro y al darle la vuelta los ojos de este vecino se humedecían: «Es una foto con mi primer nieto hace muchos años, ahora es veterinario en Galicia. Estaba en la cabecera de nuestra cama». Entonces sí, el rostro de Lalo se iluminó y apareció la primera sonrisa desde que llegara a la zona cero. Ya no pudo soltar la foto.
Feliz también con su conejito 'Coco' estaba la pequeña Candela, de cinco años. Durante toda la mañana, como otros niños, estuvo jugando en la zona donde los familiares se apuntaban para ser llamados a recoger sus cosas. Sus ojos se iluminaron cuando vio a lo lejos a su padre, Iván Fernández, llegar con el transportín de su mascota, bajo la atenta supervisión de su madre, Nerea Ledo, y de su hermano, Izán, de diez años que también sonreía. Toda la familia reconocía que había dormido poco durante la noche, en el hotel donde fueron realojados de forma provisional. Estar juntos, comentaban, «nos hace más fuertes».
«La Villa es un barrio muy unido donde todos nos conocemos. Es un golpe terrible que tendremos que superar», apuntaba la madre. Duros recuerdos que se entremezclaban con los ojos brillantes de Candela y algunas de sus amigas que desde ese momento estuvieron pendientes del pequeño conejito blanco.
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