Asturianos en la diáspora
La gijonesa Ruth Pérez Lara reside en Auckland, la mayor ciudad de Nueva Zelanda, donde llegó tras vivir un tiempo en Irlanda y Australia
Diez horas de diferencia horaria separan Asturias de Nueva Zelanda y una estación entera, ya que como apunta Ruth Pérez Lara (Gijón, 2002), mientras aquí campeamos el singular verano autóctono, en Auckland, la ciudad donde reside, «estamos en pleno invierno». Huyendo de sus rigores, desvela que en dos semanas se irá de vacaciones: «Primero a Los Ángeles y en agosto voy a Gijón para estar un poco con la familia. Luego me vuelvo aquí, después de pasar por Bangkok a ver a unos amigos». Y es que desde que salió de España hace cuatro años, esta gijonesa no ha dejado de explorar nuevas geografías, movida por la curiosidad, la pasión por los viajes y otros motivos no menos importantes.
Esta asturiana comenzó a estudiar Turismo, una carrera que abandonó en plena pandemia: «No me acababa de convencer, pensé que aquello no era para mí y lo dejé». Trabajó durante un breve tiempo en una tienda de ropa y en 2021 se fue a Dublín a perfeccionar su inglés y a realizar un curso de azafata de vuelo. Allí residió durante un año y medio. «Volví a España y luego me fui a Australia, por amor, con un chico al que había conocido en Irlanda». En Perth encontró empleo en un restaurante como 'manager' y pasó otro año y medio. Finalmente la historia de amor no terminó bien y a pesar de que le ofrecían renovar la visa laboral por dos años más y con ella la posibilidad de obtener en un futuro próximo la residencia permanente, Ruth decidió cambiar de aires. Estuve dos meses de voluntaria en Vietnam, después Indonesia, Malasia. «Llegué a Nueva Zelanda en noviembre y aquí estoy, en la ciudad más grande del país, en la isla norte. Trabajo en hostelería, tengo una visa por un año y me ofrecen renovarla por otros dos».
Aunque no tiene experiencia en el sector en España, asegura –por lo que le transmiten sus amigos– que en las condiciones laborales de las que disfruta en Auckland «a nivel de salarios, horarios y estabibilidad, hay una diferencia abismal. Trabajo en el turno de mañana y tengo libre el resto del día, dos de descanso y una gran flexibilidad en cuanto a las horas que quiero hacer cada semana». De la realidad neozelandesa destaca «la gran diversidad de lenguas, costumbres y nacionalidades o el descubrimiento de la cultura maorí. Sus creencias o celebraciones, totalmente distintas, son otro mundo y me parece fascinante. Conozco a mucha gente de las islas y mi novio es de Samoa». Diferente es también el concepto de ocio: «En Gijón estaría quedando a tomar algo con los amigos, pero aquí se valora el deporte, una vida saludable, hacer rutas a la naturaleza». De Asturias echa de menos «levantarme tarde, aquí a las cinco y media estoy en pie, y la comida: estoy deseando que mi madre me haga una fabada. A mi familia y amigos también los echo en falta». Aunque si vuelve a España «Asturias no sería una opción, siento que soy feliz en ciudades grandes y me gustaría seguir explorando».