«Dubái es como si fuera Europa»

Amanda Naqvi Menéndez (Avilés, 1992) siempre tuvo claro que quería irse a vivir lejos de España. Ella no sabe de dónde le viene esa inquietud, pero recuerda que, cuando acabó de estudiar y se puso a trabajar como profesora de inglés en Asturias, tomó conciencia de que su vida quería que fuera diferente. «Me puse a pensar en qué trabajos me podían permitir viajar y pasármelo bien y decidí convertirme en azafata», recuerda. Con la decisión tomada, miró «las compañías más prestigiosas» y se encontró con Emirates. «Dio la casualidad de que hacían un 'open day' en Budapest y que mi hermana estaba allí de Erasmus, así que fui a verla y de paso me presenté».

Había 500 candidatos y seleccionaron solo a cuatro. Amanda estaba entre ellas. «Yo no pensé que fuese a entrar», se ríe, pero la suerte estuvo de su lado y poco tiempo después ya estaba instalada en Dubái. «Al principio, me entró la nostalgia al verme allí sola sin amigos», reconoce, pero esa sensación se esfumó rápidamente y dejó paso al disfrute de una ciudad «que no es tan diferente a España como muchos piensan».

De hecho, Amanda asegura que ha cambiado mucho en los seis años que ella lleva allí. «Al principio, en la época de Ramadán, tapaban los restaurantes para que no se viera a la gente comer y ahora, sin embargo, ya hace cada uno lo que quiere, esto es como si fuera Europa». Tal es la normalidad que «nadie te va a decir nada por llevar una falda corta ni por vivir con tu pareja sin estar casada, puedes hacer lo que te dé la gana».

Eso es así porque casi toda la sociedad dubaití es extranjera, «encontrarse un emiratí es difícil». Aunque hay normas básicas: «Te pones un velo si vas a una mezquita, pero eso es normal, tampoco vas a una iglesia en bikini, te tapas un poco», reflexiona.

Más allá de la religión, el tiempo de ocio Amanda lo pasa en los centros comerciales porque por allí es lo que se estila. «Echo de menos de España el salir de trabajar e ir a tomar algo a una terraza, pero aquí eso sería imposible en verano por los calores». Tienen que conformarse entonces con los 'bech clubs' que son «como chiringuitos de lujo» en los que puedes disfrutar a pie de playa, eso sí: con la cartera en la mano porque ya avisa de que todo lo bueno «se paga».

Ni es barato ni todo es jolgorio en esta vida, también hay mucho trabajo y el de esta avilesina es de muy altos vuelos. «De media hago al mes como azafata unas cien horas», cuenta, y no tiene rutas fijas, va cambiando de destinos. «Puedes hacer viajes largos, cortos o medios», todo depende de cómo lo organice la aerolínea y ella tiene unos itinerarios preferidos. «Siempre estoy contenta cuando voy a Madrid porque es España, pero también me flipan Río de Janeiro y Japón, que son increíbles».

Son lugares muy distintos y muy distantes que la hacen tener una vida imprevisible. «No tengo rutina de sueño ni de absolutamente nada», confiesa entre risas y le resta importancia: «Al final eso ni te afecta porque te acostumbras. Es cansado, pero cada uno lo lleva como puede».

No queda más remedio que habituarse al trasiego constante y hasta cogerle el gusto porque Amanda, de momento, imagina su futuro en Dubái. «La verdad es que estoy muy bien», asegura feliz de haber hecho realidad su sueño de marchar lejos de España. «Vine para hacer un contrato de tres años de duración y ya voy a firmar mi tercer contrato, así que por el momento creo que me quedo».

Está casi convencida de ello porque «se vive bien, no me puedo quejar» y porque vive «todo el año en un verano, mi invierno es inmejorable». Con una temperatura cálida constantemente, esta avilesina asegura que además se siente «muy segura» por esos lares. No es cuestión baladí: «Nunca me he sentido tan segura como en este país».