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Ignacio García, en la empresa en la que trabaja en la medición de obleas de silicio. E. C.
«El valor añadido alemán es la fiabilidad»
Asturianos en la diáspora

«El valor añadido alemán es la fiabilidad»

Ignacio García lleva dos años y medio viviendo en Karlsruhe, donde trabaja en una empresa dedicada a la medición de obleas de silicio para elaborar microchips

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Domingo, 2 de enero 2022, 03:01

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Dos años y medio lleva Ignacio Agustín García Menéndez (Gijón, 1995) en Karlsruhe, en Alemania. Y no parece que vaya a regresar pronto a Asturias, más allá de las vacaciones y festividades que precisamente le han devuelto a casa estos días. Porque, además, las ganas de moverse por el mundo le vienen de lejos al alumno de los jesuitas que estudió Ingeniería Mecánica en Asturias, se fue de Erasmus a Viena y obtuvo una beca del Santander para para pasar seis meses en el Instituto Tecnológico de México, en Monterrey.

Aquella primera vez en Viena le acercó al alemán y a esa cultura a la que acabaría por retornar. «Acabé la carrera sin tener muy claro qué hacer, me gustaban las máquinas en general y las máquinas tienen motores, componentes electrónicos, así que me decidí a hacer el máster de mecatrónica de la Universidad de Oviedo, que tiene convenios con Karlsruhe, de modo que te ofrece la posibilidad de conseguir aquí el máster, en Alemania», relata. Como el alemán no era un problema, en 2019 se fue para allá y, tras la formación, pronto llegó el trabajo. «Empecé en una empresa del sector automotriz, hacíamos mediciones de los componentes de piezas de coches de las distintas compañías, y hace siete meses me cambié de empresa a una especializada en la medición de obleas de silicio, que es con lo que se hacen los microchips», resume. Y, dadas las circunstancias actuales, y con la falta de suministros, «hay cuellos de botella» que están afectando a su trabajo. «Básicamente medimos la calidad de las obleas de silicio con las que se hacen los microchips y nosotros también utilizamos microchips, así que tenemos muchísimos pedidos que no podemos realizar, no nos llegan los microchips para hacer nuestras máquinas, es la pescadilla que se muerde la cola».

Está contento. «En la empresa en la que estoy desde un primer momento han confiado en mí, ya me han dado puestos de responsabilidad, han visto mis capacidades», relata. Pero lo dicho no esconde ninguna crítica a lo que sucede en nuestro país: «Asturias tiene una buena industria, lo que echo en falta son empresas medianas como en la que estoy yo, que tienen un nicho de mercado y aportan valor añadido en la región», revela. Y confirma el mito del alemán trabajador: «El valor añadido alemán se basa en ser cuadriculado y dar resultados, esa fiabilidad a mí me gusta mucho, pero en España también se produce bien, que siempre nos quejamos y también lo hacemos bien».

En lo laboral, feliz; en lo personal, pese a que le falta su novia Lucía, que está en Gijón, también. «Estoy bastante bien aquí, he hecho amigos alemanes, sí es verdad que cuesta más que en España, pero tengo mi equipo de fútbol, vamos a tomar algo, aunque con el covid está todo más parado». Pero es que además la ciudad tiene el tamaño de Gijón, es cómoda, todo está cerca y se puede ir en bici a todas partes. «Todo eso lo valoro».

Pero luego están las añoranzas. Y más allá de las obvias (amigos, familia...), hay otra: «La comida, la comida, la comida». Así que, en cuanto llega a Gijón, achuchón a los suyos, paseo con Lucía y a comer por ahí. En la maleta de vuelta, más comida. Y eso que la distancia no es tan larga con la tecnología como aliada y los aeropuertos de Fráncfort y Stuttgart cerca. Tres o cuatro veces al año se viene para Asturias.

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