Adiós a Antonio Trevín, el hijo de Carlota y el hermano de Miguel
Antonio Trevín fue, antes que un político poliédrico, un guaje criado en La Calzada a golpe de tragedia familiar
Con Antonio Trevín no solo se va un político poliédrico. Se va también, o sobre todo, el hijo de Carlota y el hermano de Miguel. Y el marido de Maru y el de Luisa, consecutivas en un amor incondicional y eterno de un hombre a quien su fuerte complexión física parecía haber preparado para una vida en la que pudo con todo. O casi todo. Porque el cáncer de páncreas sigue sin dar aliento, empecinado en matar en lugar de trocar en enfermedad crónica como el resto de sus parientes.
Y es que el Trevín que todos ubican en Llanes y nació en Avilés, se crió en La Calzada a golpe de tragedia. Su padre, camionero, del que heredó el nombre, enfermó de cáncer de garganta. Su madre, Carlota Lombán, se puso al frente de la familia y con su quiosco de la calle Brasil sacó adelante a sus dos hijos, Antonio y Miguel. Lo hizo sola tras enviudar cuando apenas tenía 44 años y perder a su padre un mes después en un fatal accidente de tráfico. Toñín, 'del Tombo', había venido a La Calzada a ayudar a su hija en la crianza de sus nietos, pero perdió la vida en un atropello que dejó sin padre a Carlota y sin abuelo a Antonio y a Miguel.
Con el dolor transformado en serenidad, el quiosco de Carlota se convirtió en parada y fondo de toda la chavalada de La Calzada, al menos de todos los que vivían al lado oeste de la avenida de La Argentina. No solo por el muestrario de chuches habitual, sino porque Carlota hizo de su quiosco la vía de acceso a todo tipo de publicaciones, ya fueran periódicos, revistas y tebeos. Muchos tebeos. Y libros. Un quiosco en el que se podían comprar, a la vez, regaliz rojo y la última a ventura de 'Los cinco'.
Un amor a la lectura que transmitió a sus hijos, los guajes más envidiados por todos los que les veían reinando tras el mostrador de la Ítaca del mundo infantil. Tanta devoción por lo escrito, que los dos fueron maestros, aunque no fuera esa la profesión en la que ambos han destacado. El benjamín, Miguel, se convirtió en el 'padre' del turismo rural asturiano. Su primogénito, Antonio, un maestro que ejerció poco en las aulas pero mucho en la vida. Una profesión que le delataba en cada discurso, pausado y didáctico, y en cada conversación, siempre pivotada sobre el rigor de los datos ofrecidos.
El hijo y hermano mayor fue tan fiel a sus creencias políticas, mamadas de su abuelo materno, alcalde en tiempos de Azaña, que acabó afiliándose al PSOE en 1982. Su objetivo político era solo, sin desmerecer el cargo, ser alcalde de una villa a la que llegó como maestro y de la que se despedirá como ex concejal, ex portavoz y, claro, ex alcalde. El bastón de mando del Ayuntamiento de Llanes lo logró en 1987 y no lo soltó ya hasta 1993, cuando fue elegido, por sorpresa, presidente del Principado. Una sorpresa cocinada en los fogones de la Federación Socialista Asturiana (FSA) que, tras la dimisión del presidente Juan Luis Rodríguez-Vigil, víctima del «tocomocho» empresarial desvelado por EL COMERCIO, decidió optar por Trevín en lugar de aupar a la Presidencia al hasta entonces vicepresidente, Bernardo Fernández.
Cambió el cargo, pero no cambió su estilo Antonio Trevín. Tras no revalidar el puesto en las elecciones volvió a buscar su bastón de mando municipal, que recuperó en 1999. A partir de ahí llegaría la leyenda. El alcalde todopoderoso que dio un vuelco a una villa que había conocido, como La Calzada, con calles sin asfaltar, falta de iluminación y un abandono impropio de una Llanes que ya era, y sigue siendo, la niña bonita del turismo asturiano. A su perfil característico, con gafas para ver y, a la vez, para que no le vean los ojos, unió un elemento que tardaría en dejar: el puro. De Llanes fue alcalde hasta 2004, cuando el PSOE le puso al frente de la Delegación del Gobierno. Siguieron las gafas y el puro, y siguió siempre con la vista puesta en la villa a la que volvería a intentar ser alcalde en 2022. Fue Antonio Trevín el más votado, pero no lo suficiente como para recuperar el bastón de mano.
Y como a sus creencias políticas, el hijo y hermano mayor fue fiel a sus sentimientos. Recordaba él un dicho de su abuela: 'quien acierta en casar no le queda en acertar', para confirmar con él que «acerté dos veces». Porque María Eugenia Naves, Maru, y Luisa Fernanda Lledías han sido sus amores vitales y consecutivos. Con Maru, su compañera de clase en la Facultad de Magisterio, se casó casi con los libros en la mochila, y con ella creció como hombre y político a lo largo de los 38 años que estuvieron juntos. Un cáncer, otro, acabó con la historia de amor en 2014, pero no con el corazón. Porque, años después, una visita casual a una agencia de viajes hizo que el viudo de Maru se embarcara de nuevo en la vida en pareja. Luisa Fernanda Lledías, que desde 2016 es su mujer, ha sido su amiga, su compañera y su todo desde que en octubre de 2024 un médico les dijera a ambos que lo de Antonio no era una enfermedad fácil. Unas memorias escritas a golpe de recuerdo, de las que solo Luisa Fernanda ha sido testigo, se alzan como la mejor herencia de un Antonio Trevín que nunca fue padre, pero que siempre fue el hijo de Carlota. Y el hermano de Miguel. Y el alcalde de Llanes.