10 años del crimen de Sara y Amets: «Ese día hasta los policías lloraban»
Los vecinos de San Juan de la Arena aún sienten escalofríos cuando recuerdan el brutal asesinato de las dos niñas a manos de su padre
Hay tragedias que jamás se olvidan y que quedan clavadas como una espina dentro del alma. Aún cuando se haga «hasta lo imposible» por enterrar ... el recuerdo de un momento traumático, a veces, simplemente no se puede. Ese es el caso del asesinato de las hermanas Amets y Sara, de 10 y 7 años, respectivamente. Ambas fueron asesinadas brutalmente por su padre con una barra de hierro hace ya diez años, el 27 de noviembre de 2014, en San Juan de la Arena. Todo por una razón más escalofriante todavía: vengarse de la madre de las niñas, de quien estaba recientemente separado. Para los vecinos, que aún sienten escalofríos cuando recuerdan aquel brutal suceso, es como si el tiempo no hubiese pasado y en la memoria colectiva de todo un pueblo, un concejo y una comarca, como es la del Bajo Nalón, se mantienen intactas las imágenes de aquel horror: «Hasta los policías lloraban».
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Así lo relataron Nuria y Maite Alonso, vecinas del edificio El Carrizal, en la avenida de Los Quebrantos, donde ocurrió el asesinato. «Estaba con mi hija dando una vuelta por el pueblo y estábamos regresando a casa. Cuando llegamos vimos a la policía y a la Guardia Civil sin entender nada. Había mucho movimiento. Recuerdo que hasta los policías lloraban después de ver a las niñas asesinadas. Fue espantoso. Un recuerdo que está vivo como el primer día», contó Maite Alonso.
Para su hermana, «es mejor no hablar del tema porque fue muy doloroso. Eran tan sólo unas niñas», recordó, emocionada.
«Sentí un dolor en el pecho muy profundo como si se tratara de mis propias hijas. Fue muy duro»
El padre de las pequeñas, José Ignacio Bilbao Aizpirua, envolvió el arma homicida (la barra de hierro) en papel de regalo, pues se da la circunstancia de que Sara (la hija menor) acababa de cumplir los siete años. Según contó Arantza Burgueño, «él era del País Vasco, pero había venido a Asturias para estar cerca de sus hijas. El hombre no había quedado bien de la separación con su exmujer (Bárbara), no lo aceptaba. Recuerdo que yo estaba en Piñera cuando me enteré. No daba crédito y cuando supe cómo había sido el asesinato fue peor todavía. Sentí un dolor en el pecho muy profundo como si se tratara de mis propias hijas. Yo a ellos los conocía de verlos por el pueblo, pero Bárbara marchó, no se sabe dónde está. Ella quiso alejarse de toda esta tragedia», dijo la encargada del restaurante La Escollera, quien recordó que «él se suicidó. Se tiró del viaducto Concha de Artedo, en Cudillero. La pena es que no lo hubiese hecho antes de matar a las niñas», expresó Burgueño.
«Ya debería estar enterrado»
Otro vecino de La Arena, Jesús Martínez, indicó que «no nos gusta hablar de esto. Ya debería estar enterrado. De hecho, eso es lo que queremos: enterrarlo de una vez. Fue muy doloroso y parece mentira que ya hayan pasado 10 años. Son de esas cosas que te marcan», contaba con la voz entrecortada.
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Para Rodrigo, quien prefirió no dar más detalles sobre su identidad, aquello fue «terrorífico, muy macabro». Recuerda que «las circunstancias que motivaron los asesinatos y la forma en la que se produjeron fue como ver una película de terror. Parece imposible pensar que un padre pueda envolver un regalo para su hija que cumplía años, y que el regalo fuese una barra de hierro para matarla. Es simplemente maquiavélico», comentó.
Lo cierto es que ni siquiera para los forenses el caso fue fácil de presenciar. Para todos este asesinato permanecerá vivo en la historia del pueblo.
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