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Antonio Trevín contó en Instagram sus 'chutes', como se refería a las sesiones de quimioterapia a las que se sometía en el HUCA. E. C.

Un brindis por la vida en el camino hacia la muerte

Antonio Trevín narró en sus redes sociales su enfermedad sin dramatismos ni eufemismos. Con amor y con humor

M. F. Antuña

Gijón

Jueves, 24 de julio 2025

Con humor, con entereza, sin dramatismo, con confianza. Así afrontó Trevín un cáncer que ni ocultó ni exhibió, simplemente lo vivió con los suyos, los de casa y los que de una manera u otra estuvieron con él en la vida social y en la política, en Llanes, en Oviedo o en Gijón. Anunció en enero de este año su enfermedad al grito de «me tocó» y siguió siendo quien era, siguió llenando su perfil de Instagram de vida y batallas vitales por dar. La de normalidad fue la última del siempre combativo Trevín, que dejó constancia, con sombrero y sin él, más delgado o menos delgado (perdió 18 kilos en tres meses), más o menos dolorido, de lo que acontencía, siempre buscando la complicidad del otro, contarse sin apenarse o apenar. Sin victimizarse ni quejarse, sin eufemismos, relató un tramo final de su vida que fue más corto de lo esperado. Confiaba que el anunciado «noviazgo con la químio» durara un año pero no pudo celebrar ese aniversario.

Esas sesiones de quimio que pasaron a «ordenar» por completo su vida las vivió con «prudencia y descanso» esperando el día siguiente que siete días después del chute habría de llegar con paz para el cuerpo. «Somos miles los ciudadanos enfermos de cáncer y sabios los protocolos que siguen los oncólogos», dejó dicho quien, por supuesto, aplaudió con ganas a la sanidad pública y a los investigadores que se afanan en buscarle cura a su mal y aprovechó el ingrato trance para dejarlo claro: «Tenemos una sanidad pública más que envidiable. Recordémoslo cuando vengan a predicarnos bajadas de impuestos a troche y moche». Eso escribió el 14 de enero el hombre afable que relató sus días de «chute», sus citas oncológicas en el HUCA, sus tardes y noches de sillón y cama, el tipo sensible y social que narró sus encuentros con los amigos, con los compañeros socialistas de 40 años de militancia, y todos los demás, quien se afanó incluso en consolar a quienes sufrían por su enfermedad. «El impacto que supone la noticia de que alguna persona cercana tiene un cáncer complicado lleva habitualmente a mucha gente al recibirla a quedar en silencio (...) Conviene estar preparado para tranquilizarlos, pues su sensación y estado de ánimo respecto a la enfermedad es mucho más pesimista que la que tú mismo tienes. No es la primera vez, ni será la última, que tengo animar a quien viene a reconformarteme o interesarse, con toda la buena voluntad del mundo, por mi estado de salud».

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«El desierto del Sahara en la boca»

Habló también de la pérdida de pelo, de la sensación «de tener el desierto del Sahara en la boca» y de las estrategia del cocido gallego que un buen día ideó para combatirla y que, aunque quizá no aplacó la sequedad, sí le aportó ese subidón que vale tanto como la empatía, la solidaridad y la sensibilidad. Siempre sintió esos pilares soportando un viaje que bautizó a golpe de canción de Ilegales como 'Tiempos nuevos, tiempos salvajes' mientras mostraba una docena de cajas de medicinas sobre la mesa a la hora del desayuno. «No hay nada sin lucha, ni aire que respirar, no eres un juguete, levántate y lucha ya».

Hizo suya la letra para todo. También cuando la cabellera pasó a mejor vida. «Cuando empiezas con la quimio te lo advierten: vas a perder el pelo. No todo, ni al mismo tiempo, ni de un día para otro. Pero lo pierdes». Y eso, relataba él, supone un problema tan psicológico como estético: «Cuesta reconocerte cuando pasas delante de un espejo, pero solo los primeros días. Dejas de ser un extraño para ti mismo enseguida y a partir de ese momento te importa muy poco ya conservarlo o no», dejo escrito el expresidente asturiano.

Era marzo cuando alentaba los tiempos salvajes y cuando un escáner vino con buenas noticias, la de la reducción del tumor, y las malas de la miopatía en ambas extremidades que dificultaba el día a día. «Empezamos a amargarle la vida al tumor y eso no es poca cosa. Pero el muy ladino se revuelve y trata de devolvernos las perrerías que la quimio le está infligiendo».

Celebró cada periodo de vacaciones del tratamiento, compartió el hermoso cielo empedrado de Llanes ya en el mes de abril, volvió en mayo al HUCA a lidiar con las arcadas, la dentadura sensible, el malestar estomacal, los picores, el hormigueo... Y fue un 9 de mayo cuando publicó su último post, cuando dejó de contarle al mundo que es posible disfrutar de los amigos, de la buena comida aún estando enfermo, que un rubiel cocinado por Tristán sabe a gloria bendita y que con las personas que quieres hay que alzar las copas y celebrar el presente. «Porque siempre hay causas por las que brindar con la gente de bien». Brindando por la vida vivió Trevín su camino hacia la muerte.

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