Los asturianos que viven en zonas de alto riesgo de crecida de ríos son ya 39.111

En 2008 Jorge Marquínez presidía la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC) y lanzó la primera alerta: explicó que el urbanismo de las décadas anteriores había ocupado las zonas próximas a los ríos y que en Asturias había ya 4.000 edificios levantados en suelos inundables. «Los informes demuestran que en todas las vegas hay casas que quedarán inundadas», advirtió.

El organismo ha seguido investigando y cada recuento empeora el pronóstico. En 2014 calculaba en 33.762 los asturianos que residen en zonas de alto riesgo de inundación por desbordamiento de ríos. El pasado febrero aprobó nuevos mapas que extienden ese peligro a 39.111, esto es, un 15,8% más de población. En riesgo medio se calcula que ahora hay 66.690 vecinos, lo que supone un 30,9% más que hace seis años. En riesgo bajo quedan 120.545 asturianos, casi el doble que antes. El resto, es decir, el 77,8% de la población están en zonas cuyo peligro aún no se ha determinado o no es significativo.

La cartografía indica que en Salinas y Castrillón el río Raíces tiene a 2.671 vecinos en zona de alta riesgo. El Piles hace lo propio con cerca de 2.000 gijoneses. La crecida del Nalón y sus afluentes amenaza las viviendas de 17.700 habitantes de Langreo, Laviana y San Martín del Rey Aurelio, mientras en Villaviciosa hay 1.700 asturianos en zona de crecida, por citar algunos ejemplos.

Vivir en zona de alta probabilidad supone que, según las estadísticas de la CHC, hay un «periodo de retorno» de diez años. Esto significa que cada año ese lugar en concreto tiene un 10% de probabilidad de que el río se desborde y lo anegue. Cuanto más pasa el tiempo, más suben las opciones, aunque la progresión no es lineal. Si un año los vecinos de esa zona roja no vieron el agua, al siguiente el riesgo de inundación llega hasta el 19%. Si han pasado cinco años a salvo, existe un 41% de probabilidades de que el siguiente curso sea en el que el agua entre en el edificio.

Los modelos matemáticos indican que lo que es seguro es que esos 39.111 asturianos se enfrentarán a una avenida al menos cada 50 años. En las zonas de riesgo medio la probabilidad de que el agua se exceda es de un 1% anual, y en la de bajo riesgo queda en el 0,2%.

Además de seguir mejorando sus estudios, para prevenir las consecuencias de estas crecidas que están por llegar, la CHC tiene en cartera una inversión de 5,8 millones. El dinero se entregará a la empresa pública Tragsa para que durante dos años mejore la actual red de estaciones automáticas de control en los ríos.

Ahora mismo el organismo de cuenca tiene ' ojos' en 42 tramos fluviales y embalses de la región. Los pluviómetros indican cuánta agua está lloviendo, las estaciones de nivel reportan hasta dónde ha subido el cauce y hay también termómetros controlando la temperatura. Cruzando esos datos con la experiencia que la CHC va acumulando de cada tramo, se establecen unas cotas para cada estación, de manera que cuando el agua llega a ella se activan el 'aviso de seguimiento', el de 'prealerta' si el cauce está ya próximo al desborde, o la 'alerta' si la crecida amenaza con afectar al entorno.

Los expertos pronostican que en Asturias el calentamiento global dejará menos días de lluvia, pero precipitaciones más intensas. Eso, con una orografía de ríos cortos, justifica que el actual presidente de la CHC, Manuel Gutiérrez, fijara las inundaciones como el «principal riesgo» que enfrenta su departamento. De ahí la inversión que se hará con Tragsa y que en Asturias supondrá instalar 26 estaciones nuevas en los ríos, lo que supone un 62% más de tramos controlados. Sus ubicaciones están en estudio, pero se buscarán aguas abajo y arriba de los embalses, para mejorar su gestión en episodios de avenida o sequía.