La cifra de menores tratados en Salud Mental en Asturias se dispara
6.325 jóvenes recibieron atención pública durante el año pasado, sobre todo por problemas psicosociales y trastornos del comportamiento
OLGA ESTEBAN
OVIEDO.
Domingo, 9 de octubre 2022, 00:43
Las cifras son demoledoras. En el mundo, una de cada siete personas jóvenes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad en la adolescencia. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los 15 y 19 años. Y tras cada cifra hay una persona, un niño, una adolescente, una familia. Las investigaciones no dejan lugar a dudas: la desatención de los trastornos de salud mental en la adolescencia tiene graves consecuencias en la edad adulta. Consecuencias físicas y mentales que pueden llegar a mermar sus posibilidades de tener una vida plena.
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No hacen falta más argumentos para entender que ellos, los niños, adolescentes y jóvenes, sean este año los protagonistas del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra mañana, 10 de octubre. La salud mental infanto-juvenil es una de las principales asignaturas pendientes de la sanidad española. Y también de la asturiana. «Hemos sido muy lentos», admite el exdirector de Salud Mental del HUCA, Julio Bobes. Porque si bien se ha logrado, por ejemplo, una plaza para la especialización en Psiquiatría Infanto-Juvenil (se convocará en febrero), ésta debería funcionar desde hace tiempo. «España era uno de los dos países que aún no tenía la especialización», recuerda. «La Administración no ha estado atenta a las cosas que eran necesarias».
Las cifras oficiales de Asturias reflejan la situación. El año pasado, 6.325 niños, adolescentes y jóvenes pasaron consulta en el servicio infanto-juvenil de Salud Mental. Fueron un 43% más que en 2016, según los datos recogidos en el nuevo Plan de Salud Mental de Asturias 2022-2030. En 2016 habían sido 4.423. El total de consultas ha pasado de 21.093 a 29.087. Y aún hay más. Durante el año pasado, 97 jóvenes fueron ingresados en la Unidad de Hospitalización de adolescentes. En 2016 habían sido 73. Las cinco camas disponibles han pasado de tener una ocupación del 58,6% al 73%.
En cuanto al tipo de trastorno diagnosticado, el mayoritario son los problemas psicosociales, seguido del trastorno del comportamiento y emocional en la infancia, el trastorno generalizado del desarrollo, los trastornos hipercinéticos y los trastornos neuróticos. Hay también trastornos de la alimentación, de personalidad, de aprendizaje escolar e incluso cuatro casos de esquizofrenia. Bobes matiza, no obstante, que «no hay más niños con trastornos graves, sino muchas más consultas. Las familias acuden antes, y más, a los especialistas». La cuestión es que hay «más preocupación social por la salud mental y el malestar psicológico que ha provocado la pandemia llega al sistema de salud».
Nuevo dispositivo
Todas estas cuestiones están incluidas en el nuevo plan del Principado, que está aún en periodo de información pública y que tiene como uno de sus grupos prioritarios de atención a los niños y los jóvenes. Un plan en el que Bobes tiene puestas muchas esperanzas, aunque aún queden muchas cosas por hacer. Plan que, entre otras cosas, plantea estudiar «la necesidad y posibilidades de crear un dispositivo sociosanitario de atención 24 horas para adolescentes, cuyos comportamientos y necesidades no han podido ser cubiertas por el entorno y por los recursos habituales».
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Los problemas no son nuevos, pero la pandemia los ha multiplicado y, sobre todo, ha hecho poner el foco sobre ellos, sobre la necesidad de «darle importancia a la salud mental desde una edad temprana», cuenta Vanesa Díaz González, coordinadora técnica de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias, Afesa. «En los últimos dos años ha bajado mucho la media de edad de las personas que solicitan una primera consulta. Si antes la media era cercana a los 50, los últimos casos son de entre 25 y 30 años», añade Eva María Parrilla, psicóloga del centro.
Parrilla lamenta que «en la pandemia, nadie se planteó qué consecuencias podían tener todas las medidas para los niños y los jóvenes. Nadie se preocupó de las necesidades de los niños. Cuando los adultos recuperábamos la vida normal, ellos seguían con restricciones en los colegios. Y los adolescentes, peor. En la desescalada nadie los tuvo en cuenta. No eran adultos y no eran niños. Nos acordamos ahora que les vemos agobiadísimos». O que se ven las consecuencias de la falta de estimulación en edades tempranas, una carencia que se ha comprobado en la escolarización de esos niños, «que presentan comportamientos similares a algunos trastornos, por esa falta de estimulación». Un caso extremo: los niños que estaban en centros de acogida convivieron todo el tiempo con cuidadoras que vestían con EPIS.
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En el caso de los adolescentes, los expertos destacan «los problemas de ansiedad y emocionales». En pandemia perdieron parte de su red social, de sus contactos, y se habituaron a la relación a través de las pantallas y las redes, «con todos los riesgos que eso conlleva» y, recuperada la vida normal, «siguen dependiendo de la tecnología». Una tecnología que les muestra una realidad que no lo es, llena de filtros «y de 'postureo'». De ahí que se hayan multiplicado los problemas de autoestima y que no haya sido una anécdota el caso de adolescentes que se resistían a quitarse la mascarilla, convencidos de que tras ella escondían supuestos defectos.
Más recursos
Si a todo ello le suma la «negatividad del ambiente y el desánimo general», las noticias que hablan de guerra y crisis y de un futuro incierto y, sobre todo, la «precariedad» en la que se trabaja en Salud Mental, «sin el apoyo necesario de las administraciones, que debe traducirse en recursos», se alcanza la tormenta perfecta. La situación hace que las entidades privadas sean muchas veces el primer contacto de los pacientes, debido a los retrasos en conseguir una primera cita en el sistema público, que «puede tardar dos o tres meses». Algo que, en el caso de la infancia, se ha hecho mucho más evidente en todos estos años, recuerda Julio Bobes. El asociacionismo ha tratado de compensar las necesidades en las que «el sistema público estuvo ausente».
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Un solo psiquiatra en Cangas
Un sistema público, por ejemplo, que vive situaciones como la de Cangas del Narcea, «con un solo psiquiatra para toda la zona», explica Daniel Rodríguez, presidente de Afesa. Un sistema en el que faltan también psicólogos clínicos y el reconocimiento a la especialidad del personal de enfermería. Un sistema que está a la cola de Europa en el acceso a la innovación terapéutica (España tarde entre uno y dos años más que su entorno en acceder a los avances). «Faltan psiquiatras, pero aumentan los casos». Mala combinación, advierten los expertos.
Con todo, Asturias conmemora mañana el Día de la Salud Mental, un día que cada vez tiene «más sentido», asegura Julio Bobes. Una jornada cuyo lema es 'Dale like a la salud mental. Por el derecho a crecer en bienestar', usando el lenguaje más cercano a los más jóvenes, el de las redes sociales. En el acto organizado en Madrid esta semana con motivo del 10 de octubre, Nel González Zapico, presidente de Salud Mental España, lo dejó muy claro: «Cualquier acontecimiento durante estas primeras etapas puede marcar sus vidas para siempre, en positivo, pero también en negativo».
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